El Oscar: ni revolución social ni aparador de egos

México /

Ya pasaron muchos años y he visto de todo. He estado ahí, en la cabina de transmisión, en las salas de prensa, en las alfombras rojas y, sobre todo, en los medios que siempre estamos buscando nota de la ceremonia que se está alistando para empezar mientras escribo esto, y algo les puedo decir: el Oscar cada año parece estar ahí no para celebrar el cine, sino como promotor de agendas personales o de los medios de comunicación que o los transmiten o que los comentan.

Y sí, también parece estar ahí como una oportunidad para el aún muy liberal Hollywood de tratarlo como plataforma en año electoral. Una plataforma bastante inútil, por cierto. Pocos se han dado cuenta de que quienes escuchan sus discursos y aplauden su critica al régimen de Trump no son las personas que van a decidir la elección. Ellos ya decidieron. Es la gente que NUNCA vería el Oscar con la que tendrían que hablar para tratar de convencerlos. Nada fácil.

Si muchos cumplen con su agenda política y social es posible que muy pronto no estemos viendo las categorías de actuación dividas entre hombres y mujeres. A fin de cuentas, “¿una buena actuación es un a buena actuación?, ¿o no?”, aseguran muy convencidos. “Además, en un mundo incluyente, como el que tanto se promueve en ciertos sectores, o deberíamos tener categorías para todas las formas de identificación sexual, o una sola para todos”. Ahí esta planteado y resuelto el problema, que nunca había sido un problema.

No me molesta la idea de que pongamos a competir las actuaciones en sí, sin ver el género. ¿Pero entonces qué va a pasar el día que nominen a puros hombres? El Teatro Dolby podría arder en llamas. ¿O nos vamos con cuotas de género? Esperen, ¿qué no era eso ya lo que pasaba con las categorías como estaban? Vaya, el Oscar es un reflejo de la sociedad, no la solución a sus problemas. Ni siquiera a los problemas de la industria que representa.

Y luego estamos los que trabajamos en esta industria. Llevamos años así, cada temporada de premios o presumiendo que sabemos más que los otros (aunque nadie sabe nada) y están las nuevas generaciones que piensan que todos los que estábamos antes no tenemos idea de lo que quiere el público. Este trabajo es una friega y no es solo ponerte a teclear en las redes sociales (suertudos los que transmitieron la ceremonia antes de ellas) lo “idiota” que es tal o cual persona porque no hizo lo que tú hubieras hecho.

Hay quien tiene labor decorativa en el Oscar, sin duda, y ese también es un trabajo. Pero si algo he aprendido en más de 20 años de transmitir, estudiar y amar esta temporada es que esto se trata del cine, y de sus protagonistas y estrellas. Jamás se trata de uno. A menos que te apellides Caballero, Iñárritu, Cuarón, Del Toro… o este año Prieto o Rubeo.  


Twitter: @SusanaMoscatel


  • Susana Moscatel
  • 25 años de periodista y conductora de entretenimiento. Ha publicado tres libros, traducido 18 obras y transmitido el Oscar y el Tony, entre muchos otros. Escribe de lunes a viernes su columna Estado fallido.
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