Mucha gente suele asegurar que dejará su país cuando un candidato al que se oponen gane la Presidencia. Eso no suele ocurrir y todo queda como una declaración olvidada. Pero la comediante y comentarista Rosie O´Donnell cumplió su promesa y desde enero vive en Irlanda, como respuesta a la elección de Donald Trump. Desde antes de la primera presidencia del actual mandatario estos dos se la pasaban intercambiando golpes mediáticos.
O’Donnell está en proceso de conseguir su nacionalidad irlandesa y comparte en sus redes sociales: “Los incito a todos a que sigamos nuestra constitución y no sigamos a un ‘rey’, a un hombre. La crueldad no puede ser un modo de gobierno”.
El discurso de Trump siempre ha sido como el del bully de la escuela. En el primero de sus debates presidenciales, cuando se le cuestionó cómo es que llamaba “marranas, perros y animales asquerosos a las mujeres”, su respuesta fue: “Solo a Rosie O’Donnell”. Ese es el presidente de Estados Unidos.
Cuando hablamos de aranceles, ataque a las minorías y su incursión en las guerras del mundo, quizá suene menor escuchar que Trump le dijo al primer ministro de Irlanda, Micheál Martin, que no entendía por qué la habían dejado mudarse a su país. Ese ya es un tipo de persecución política que supera la retorica del “ocurrente” y “sin filtro” presidente.
Ser bully como estrategia política nunca ha acabado bien. Hoy sus seguidores lo celebran, pero no se dan cuenta de que están aplaudiendo una retórica que ni un niño de primaria debería llevar a cabo impunemente. Mañana podría ser cualquiera.