Los teatros en la Gran Bretaña tuvieron una gran ayuda durante los casi dos años que hemos pasado desde que llegó el covid a destruir el mundo como lo conocíamos. Ellos contaban con un fondo millonario que compartían con las otras artes de 1.57 millones de libras, conseguidas a través de fondos del gobierno y una serie de organizaciones que se dedicaron a recaudar fondos.
Por eso, en la tierra de Shakespeare, el show pudo continuar sin que tantas compañías desaparecieran. Ese fondo ya no existe. Se acabó. Y ante la creciente amenaza y las funciones canceladas por la variante Ómicron el panorama pinta muy complicado.
Algo similar pasó en Nueva York, y aunque la repartición de esos fondos fue distinta, también fue el salvavidas de muchos. Argentina y España también contaron con apoyos importantes, más de la sociedad que de sus gobiernos para sobrevivir, pero no eran ni remotamente suficientes. Ahora están en crisis de nuevo. Así que debo preguntar. ¿Qué debemos y podemos hacer en un país donde las artes son de nulo interés para el gobierno ante una nueva y potencialmente peligrosa oleada de este virus?
Ha quedado más que claro que los teatros bien cuidados son sin duda mucho menos centros de contagio que muchísimas cosas más: como restaurantes o eventos sociales. Pero como en todos lados los teatros fueron los primeros en cerrar y los últimos en abrir aquí hace casi dos años. Pocos podrán sobrevivir un cierre total de nuevo.
Estamos al borde de un momento crítico para nuestras artes y me temo que dependerá de la sociedad, no de nuestras autoridades, lo que sea que venga para que sobrevivan nuevamente.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel