Todo Hollywood y la industria musical está bajo advertencia. “Los malos comportamientos encuentran la manera de ser expuestos”. “Las listas de las élites del ayer están en manos de sus enemigos y se darán a conocer cuando menos esperen”. “Nadie está a salvo”.
¿Suena familiar? Estamos corriendo el terrible peligro de caer en una batalla ideológica con fines políticos, cuando tratamos de hacer las cosas bien, según las entendemos.
Ahora le tocó a Jay Z, productor estrella, genio de la música y el negocio, y esposo de Beyoncé. Un hombre polémico y exitoso, sin duda. Parte de la realeza actual del mundo de la música y, por todo lo anterior, cercano al criminal número 1 del hip hop: P. Didddy, quien ya espera sus juicios en prisión. Y nosotros tenemos un problema y es más grave de lo que parece.
Pareciera que tenemos que saber quién está diciendo la verdad desde el primer esbozo de una noticia; claro que hay que creerles a las mujeres. Y hay que hacer caso de Jane Doe (nombre ficticio) cuando enmendó su demanda contra Diddy para incluir a Jay Z.
Hay que ver de cerca las investigaciones, seguir la evidencia, el juicio y tratar de no ser influidos por la opinión pública. Sí, tenemos un problema porque ese proceso que busca una muy urgente justicia, ha sido secuestrado en cuadrillas ideológicas donde uno cree lo que quiere, según su comprensión del mundo.
Beyonce y Jay Z estaban en contra de Trump: ahí tienen a la mitad del país de enemigos. ¿Hay una batalla radical contra la injusticia racial? Ellos son víctimas de ello.
No pretendo saber la verdad en este caso. Ni siquiera intuirla. Siempre quiero que lo bueno que vino con #MeToo se quede para siempre, y eso es acabar con la impunidad a la violencia contra la mujer. Pero el manejo de esta y tantas noticias más me sabe mal. Y eso que aún no ha pasado el suficiente tiempo para que los ideólogos del momento lo hagan serie o documental, y aseguren que estuvieron presentes cuando pasó todo.
Y esto, todos los días, en todos lados a todos los niveles, en todos los idiomas.