Es obvio que Margot Robbie tiene una belleza que trasciende la pantalla, y eso es decir mucho. Cualquiera que haya tenido la menor interacción con la actriz y productora lo sabe, por eso es delicioso constatar que hay momentos en la cinta Barbie, donde se logra lo imposible: hacernos sentir mejor respecto a cualquiera de nuestras inevitables inseguridades. Como mujeres, en esta y cualquier sociedad, sabemos que eso no es poca cosa.
Parecería contraintuitivo, considerando la aparente perfección de Robbie; sin embargo, la entrega al texto, al trabajo y la dupla que logra con America Ferrera al comenzar a descubrir las contradicciones entre la humanidad y la perfección, es uno de los momentos más liberadores de todos los tiempos en el cine feminista. Y sí, sé lo que estoy diciendo, pero antes de que me den cien extraordinarios ejemplos de fantásticas producciones, solo acuérdense de esto: todo mundo va a ver o al menos saber de esta versión de Barbie.
Además, si entre celulitis y ambiciones profesionales nos vemos, es muy importante saber que todas, hasta la aparente perfección, tiene todos esos retos en común con nosotras. Metafóricos, físicos. Constructos sociales y emociones absolutamente auténticas. El juego de balancear todo eso es tan complejo que muchas veces no lo vemos. Solo sentimos… ansiedad. Obvio pensamos que no le pasa a la de enfrente, pero en el momento en el que Barbie literalmente detiene la cascada de perfecta felicidad con ideas respecto al concepto de la muerte… ¡ay guey!, ahí estamos todas. Tratando de ser perfectas en todo. Fallando inevitablemente. Pero esta cinta es un bálsamo color rosa para esa sensación. Y también destaca el hecho de que venga con tantas risas y conceptos profundos envueltos en juguetes… ojalá la gocen y les ayude tanto como a mí.