Hoy hace seis años, cuando los Globos de Oro aún se celebraban a lo grande y Alejandro González Iñarritu estaba ganando todo por The Revenant, la fiesta estaba con todo en el mismo lugar donde tradicionalmente se celebran los premios, el hotel Beverly Hilton. Esa noche se sentía un ambiente festivo, ahí estábamos en la fiesta sobre lo que habitualmente sería la alberca del lugar, ahora tradicionalmente tapada por una plataforma para que la gente bailara, el alcohol, como siempre era el caso de los Globo, fluía con facilidad. Era toda una fiesta.
Y entonces vimos nuestros mensajes. “David Bowie ha muerto”. El rumor, que pronto se confirmaría, comenzaba a circular por todos lados y los medios que estábamos en la fiesta comenzamos a gravitar unos a los otros. “¿Sabes algo?”, “¿Será posible?”. En la Gran Bretaña estaba por amanecer y por fin llegó la terrible noticia. Bowie, quien sabía que estaba enfermo, pero no había querido hacerlo público, había recibido su última ovación. No podíamos, no queríamos creerlo. Pero era cierto. Volteamos a ver al dj y de pronto comenzó a poner música de Bowie, una tras otra. Llenando la pista por completo. Incluso con personas que aún no sabían la noticia, pero en un homenaje espontáneo donde la noche de pronto tomó otro matiz.
Hoy, una pandemia, la devastación social y mediática de los Globos de Oro y en el fin de semana que Bowie hubiese cumplido 75 años, no puedo dejar de pensar como ha cambiado todo. Todo. Y este mundo sin Bowie no es de ninguna manera igual. Ese día acabó una era y sospecho que nunca seremos iguales.
@susana.moscatel