JD Vance, el extraño (sí, weird) compañero de fórmula de Donald Trump, lo dijo en una entrevista para CNN: “Si tengo que crear historias para que los medios presten atención al sufrimiento de los americanos, entonces lo haré”. El problema, más allá de su lapsus, donde admitió que miente por convencer, es que lo dijo en el contexto de defender la ya desmentida teoría que él y Trump han promulgado sobre los migrantes haitianos en Springfield, Ohio, secuestrando y comiéndose mascotas de vecinos.
Pobres comediantes. Sobre todo aquellos que tienen horarios fijos en sus programas y tienen que ver al internet hacer maravillas de memes, remixes y ediciones sobre lo que, a pesar de tener una enorme competencia, se han vuelto las elecciones más absurdas de todos los tiempos.
Entre que Trump “odia a Taylor Swift”, declaraciones de que regresará a todos los migrantes haitianos a Venezuela, la señalización de que hay mujeres abortando bebés después de los nueve meses de embarazo y los números de encuestas inexistentes que dicen que el debate lo ganó Donald, queda claro que ya no estamos lidiando con datos, sino percepciones de un puñado de lunáticos. Y ante eso es muy difícil competir para hacer comedia; casi todos los chistes se cuentan solos y ya se contaron para la hora de salir al aire.
No olvidemos que hay una enorme cantidad de personas que no ven las cosas de la misma manera que uno. Que esos chistes y memes solo son ataques o, como dice Vance, inventos, y que no importa lo que vean o escuchen, no cambiarán de opinión. A pesar de los éxitos de Kamala Harris, las elecciones están apretadas; faltan 50 días y no me imagino qué otro chiste, involuntario o no, haga que alguien cambie de opinión.
Así que, a reír, pero sin olvidar las consecuencias reales de lo que está pasando y la imposibilidad de los absurdos para hacer a nadie entrar en razón.