La categoría Mejor guion adaptado en los Premios de la Academia siempre ha sido una de mis favoritas ya que cuando las nominadas son grandes historias siempre hay manera de redescubrir el libro (o en casos raros como el de Barbie, el juguete) a partir del cual fue creado lo que vimos en pantalla.
No tengo duda que la novela de Alasdair Gray, Pobres criaturas, es una de esas increíbles aventuras que te hacen apreciar más la película y sufrir un poco por el autor. Adaptar es un trabajo apasionante y también es una negociación. Si no es con el autor o quien lo siga representando —la mayoría de los contratos en Hollywood evitan eso—,sí lo es con la esencia del texto.
Lo que hacen Tony McNamara y el director Yorgos Lanthimos
es valiente y brillante. No me atrevería a hacer el típico juicio de valor en este caso —“es mejor el libro” o viceversa—, porque ambos profundizan en cosas que parecen similares. Sin embargo, no habría manera de hacer un buen trabajo en ninguno de los dos casos al tratar de incluir todo lo que es la obra en sus distintas formas. Les diré esto: la película es de Bella Baxter (Emma Stone). Es su historia. Es como ella la vivió. Es fantástica, extraña y aterradora. Pero es de ella.
El libro, por su parte, es narrado por el pobre Archie McCandless, el hombre que siempre la esperó. Es un tratado social que ninguna cinta podría alcanzar a reflejar en pocas horas. Es una versión contradiciendo la otra y dejándonos con los monstruos y logros para que se queden en duelo en nuestra mente.
Es mucho más que Frankenstein, Pinocho y Pygmalion en una historia vista y leída. Es hermosa, así como lo es la película, y por ello, acabando de leer el libro espero que muchos más sigamos apreciando cómo una categoría en una ceremonia de premios nos puede llevar por esta aventura del descubrimiento que hacen los genios y, algunos dirían, traidores, de la traducción y la adaptación.