La vida ocurre entre que ves tus obras de teatro favoritas y en lo que vuelven a estrenar. En el caso de El Rey León, que estrena oficialmente hoy en Ciudad de México 10 años después de su primera vuelta, tengo que decirles que no solo fue la maravillosa experiencia de la espectacular puesta en escena, sino todos los sentimientos, emociones, recuerdos y revelaciones que han ocurrido en nuestras vidas desde entonces.
Se habla mucho de ese fenómeno en la lectura. A veces, cuando retomas un libro que te marcó en algún momento de tu vida, al revisitarlo descubres más cosas de ti mismo que de la misma historia. ¡Imagina el poder del teatro musical para hacer lo mismo! Más cuando es una historia tan conmovedora en cuanto a temas de padres e hijos. Deber ser vs. querer fluir. Pertenencia e identidad. Sí, amor.
Sé que mi experiencia no es la de todo el mundo, porque yo trabajé en los textos para nuestro país de estas producciones. Aún pude ir con mi padre a ver la obra, antes de que se me fuera; y me presionó la mano cuando Mufasa habla con Simba en el segundo acto. Es muy personal, pero a la vez es del mundo. Y con tanta gente que la ama, hay una increíble cantidad de historias personales que se entrelazan con las de Simba, Nala, Mufasa, Sarabi y todos los demás. Tuve el enorme privilegio de ver la función del martes con los creadores de la cinta original The Lion King, Roger Allers (director y escritor) e Irene Mecchi (escritora), y ver cómo ellos se siguen emocionando y cuidando cada momento de su bebé, me hizo soñar aún más. Es muy hermoso saber cómo lo que alguna vez fueron tus emociones, ideas y talento ha cambiado vidas por décadas. Y con cada reinvención de la puesta en escena, pareciera que ellos vuelven a nacer. Todo es tan mágico que no me alcanzará nunca el espacio para compartirlo. Pero hoy decidí empezar por aquí. Bendito teatro.