Ayer, después de pruebas en países como Canadá y España, Netflix comenzó a operar su nueva tecnología de detección de contraseñas compartidas en Estados Unidos, México y muchos otros países de Latinoamérica. Ahora sí vamos a ver qué tanto es tantito, porque a menos que las personas puedan comprobar que comparten residencia (conectarse cierta cantidad de veces al wifi del hogar principal) ya les aparece la petición de que abran su propia cuenta; muchos están decidiendo si cambian su suscripción o si se van del streamer.
Netflix no está siendo irracional ni avaro. Comprendo que hay casos en los que la familia comparte desde distintas geografías su cuenta, y para eso prometen algunas previsiones. Lo cierto es que no hay modelo de negocio en el mundo que aguante lo que ha invertido Netflix en nueva programación si no tienen nuevos usuarios. Nunca han tenido tanta competencia frontal, tampoco, así que es un riesgo, pero es cobrar lo que consideran correcto o viable para el servicio o desaparecer del liderazgo y de la competencia mucho antes de lo imaginado.
Los demás streamers tienen un catálogo enorme que proviene de sus propias empresas; Netflix no tiene 100 años de cine y 60 de televisión en su videoteca. Lo que tenían lo rentaban y, en la mayoría de los casos, los títulos importantes volvieron a casa (como Friends).
Netflix no comparte cifras, a menos que sea algo que estén celebrando, lo único que queda claro es que no tienen de otra que cazar esas cuentas compartidas. Dicen que en Canadá les ha salido bien, ahora lo interesante será ver qué pasa en países como México, donde, aunque sea feo aceptarlo, la gente corre a la piratería ante el menor inconveniente. Y a veces sin necesidad de ese inconveniente también.