Yo tampoco puedo creer cada vez que leo una nota o veo un video sobre el extraño y, en ocasiones, violento comportamiento del conductor de tv Alfredo Adame, y me queda claro que si no fuera famoso y, sobre todo, si no hubiese tratado de participar en la política, no llamaría tanto la atención. Simplemente porque no tendría todos los celulares apuntados en su dirección. Pero hay algo mucho más allá de lo que vemos en esas notas que generan rating y clics: nuestro deleite en ello nos delata.
Por supuesto que hay cosas muy reprobables en todo el enojo que es constantemente expuesto y capturado. Incluso en el placer que luego parece darle al conductor retomar su versión de los hechos. Pero pocos se detienen a pensar que no todo lo que vemos está completo, que hay historias muy distintas si se ven en el minuto 3 en lugar de desde el principio y, ante todo, que si lo que vemos ahí es lo que parece, entonces estamos lidiando con alguien que tiene problemas reales, y aventarle montón en las redes solo lo hará peor para todos. Sobre todo, cuando no es a modo de denuncia, sino de entretenimiento.
Todos hemos tenido nuestros momentos de prepotencia, arrogancia e ira. Claramente menos seguido que el conductor, pero creo que no nos estamos deteniendo a ver las implicaciones de divertirnos tanto con temas de salud mental. No soy nadie para diagnosticar a un hombre que conmigo solo ha sido amable, pero me queda claro que tener una mejor discusión sobre el enojo desbordado que todos estamos sintiendo, tal vez podría ayudarnos a sobrellevar momentos que, sin duda, son para desesperar al más cuerdo.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel