Recientemente el cantante Italiano Tiziano Ferro regresó a los titulares por lo que, sin duda, era una buena noticia: su matrimonio con su novio de tres años Victor Allen. Entre las cosas que se mencionaron en las notas publicadas al respecto era que todos los regalos fueron donados para ayudar a la gente con cáncer y a asilos de animales, lo cual hace de la noticia algo todavía más positivo, sobre todo para quienes fueron sus fans por más de una década, pero hubo algo de lo que aparentemente no podrá escapar: los supuestos bigotes de las mexicanas.
En retrospectiva, es muy posible que el caso de Tiziano haya sido el primero de varios escándalos en la entonces naciente era de redes sociales e internet, ya que cuando se le ocurrió dar una entrevista en la que decía que “no le gustaban las mujeres mexicanas por bigotonas”, efectivamente paró en seco una carrera relativamente exitosa y redituable en nuestro país.
Muchos lo vetaron, lo desinvitaron, la noticia corrió por todos lados como si nos hubiera declarado la guerra el gobierno de Suiza y ¡Boom! Gracias por participar, amigo Italiano, pero a partir de hoy eres un apestado, persona non grata, el primero de los Lords en el amanecer de una era donde se señalaría a la gente por el resto de sus días en base a un mal comentario, chiste o momento.
Y es que en todas las notas con las que nos topamos respecto a su matrimonio, esa era la referencia constante para que “ubicáramos” a un cantante que llenaba auditorios, vendía cientos de miles de cd y estaba en constante rotación en la radio, con apoyo indudable de su disquera. Era lo que llamaban “prioridad”, ahora es el que habló de los bigotes, por siempre y para siempre.
Claro que no es la primera vez que pasaba algo así y ciertamente no sería la última. En los tiempos de información compartida de modo inmediato y de la inmediata y nada misericordiosa corte de la opinión publica, había que castigar al cantante.
Lo que dijo era imperdonable. Nuestra indignación respecto a esta “discriminación” fue tal que cuando quiso regresar tuvo que hacerlo con seguridad añadida y un grupo de fans sumamente reducido. Sin pruebas ni grabaciones de la frase, en los años sesenta el mismísimo Rey, Elvis Presley, sufrió (no tanto en realidad) el desprecio de todos los que creyeron que realmente había dicho que “prefería besar a tres mujeres negras que a una mexicana”.
Cintas como King Creole y un par de sencillos fueron vetados ante semejante horror, que jamás fue demostrado (así, como el surimi de Ninel Conde) pero que se quedó como parte de la historia sin ser negado tampoco.
Claro, Elvis superó eso porque… pues era Elvis. Pero también porque, a diferencia del caso de Tiziano, el reportero que escribió al respecto no tuvo que enfrentar la avalancha de cuestionamientos sobre semejante declaración. No hubo video o grabación y no había réplica tampoco. De haber sido así, y en estos tiempos, seguramente esa sería la única nota constante cada vez que recordáramos por algún motivo al Rey.
susana.moscatel@milenio.com