Trump iba mejor de lo que podría esperarse con el voto latino hasta hace dos días. Luego vino su evento en el Madison Square Garden, y por fin se topó con alguien cuya retórica es tan extrema que incluso su campaña tuvo que ofrecer disculpas por ello.
El partido político que tanto ataca lo woke se fue tan al otro extremo con el comediante Tony Hinchcliffe que los obligó, más o menos, a reconocer que metieron la pata. Nunca hacen eso en tiempos de MAGA. ¿Qué fue lo que este telonero dijo para causar tal
reacción en tiempos en los que cada día se superan con la retórica violenta los políticos? Les voy a dar una pista: el tipo de cosas que Trump y su equipo no dicen en fuerte, pero la mayoría de la gente se da cuenta que piensan por sus acciones.
“Hay una isla de basura flotando en el mar. Se llama Puerto Rico”, dijo el señor, entre muchas otras cosas como: “A estos latinos les encanta tener hijos, no saben salirse, como de este país”, y… creo que ya se dieron una idea.
¿El problema? Es que el acuerdo de ese tipo de humor funciona en el formato en el que se le dice a la cara a la víctima del chiste, no ante una multitud que ya de por sí considera al remate su enemigo político. El mismo comediante estuvo en el muy incómodo, pero exitosísimo roast de Tom Brady, con Tom de frente, y ahí funcionó de maravilla. ¿Aquí? ¿A una semana de las elecciones? Digamos que cuando un racista cuenta chistes de negros solo se ríen los otros racistas.
La fórmula funciona por acuerdo previo, no por ver quién insulta más al contrincante. Y si bien la comedia debe ser libre, eso no quiere decir que “libre de consecuencias”. Cuando es usada para promulgar las ideas extremas de una batalla ideológica y cultural, deja de ser chistosa y se vuelve problemática al extremo. Incluso si hace reír a quien no tiene vela en este entierro.