Muy a mi pesar vuelvo a encontrar una curiosidad social y política en un tema que esperaba que no fuera tema. Pero Miss Universo está vivo, coleando y dando motivos para que la fragmentación social siga peleando por motivos de verdad extremos.
La ganadora este año es la espectacular Kjær Theilvig, de Dinamarca. Es tal su belleza que difícilmente debería haber polémica respecto a su triunfo. Resulta que, siendo claramente escandinava es rubia, como lo es al menos 65 por ciento de las personas de ese lado del mundo, según varios censos. Y eso, aparentemente es también asunto polémico.
No sabía esto, porque no me importaba, pero resulta que desde hace más de 20 años no había una Miss Universo rubia. Y los chicos extremistas de MAGA anti woke y similares enloquecieron de la felicidad. Muchos agradecieron a Trump por hacer posible que se le pudiera volver a decir hermosa a una mujer con estas características, ¡háganme el refregado favor! Y ya ni les cuento las cosas que salieron de Europa, donde en varios países el sentimiento antimigrante se ha transformado en un horrible tipo de xenofobia reactivada como en tiempos horribles del ayer. Todo esto sin que la fantástica Kjær tenga nada que ver en las confrontaciones.
Y no, no tiene que ver (del todo) con el regreso de Barbie a la conversación el año pasado. Es una respuesta al sentir anti woke extremo donde nada de lo que antes era considerado “belleza”, hoy es aceptable por ser percibido como el origen de toda represión. La belleza es a veces más subjetiva. Es cuestión de simetría.
Ver tantos radicales celebrar que una mujer rubia ganó como “el regreso al origen” da terror.