Yo digo que todos seguimos diciéndole Twitter, pero, para ser más académicos, citemos la encuesta de Harris Poll: 69 por ciento de los usuarios de X aún llaman Twitter a la plataforma.
Es un dato que seguramente Elon Musk preferiría no leer, pero lo cierto es que el pajarito se fue de los logos, no del lenguaje. Por eso la noticia de que una joven compañía llamada Operation Bluebird está intentando quedarse legalmente con la marca que Musk dejó botada —argumentando abandono— me parece un deleite.
Pero más allá de la nostalgia, si ellos lograran su cometido y pudieran revertir el sistema pay-to-play que implementó Musk para exprimirle dinero a la plataforma que todos construimos juntos… ese sí sería un día de fiesta.
Para quienes construimos comunidad ahí durante años a punta de contenido, reporteo y conversación, el algoritmo post- Musk fue una sentencia casi definitoria: si no hacías rage bait, te peleabas con alguien, ofendías a algún grupo de personas o —sin duda — si no comprabas la palomita (que tantos nos tardamos varios años en conseguir), simplemente dejabas de existir en ese ecosistema.
Y mientras las nuevas generaciones ignoran por completo a X, muchos aún añoramos ese espacio que te podías ganar con ideas, texto y, en ocasiones, trabajo.
Bluebird promete arreglar este tema si logra ganar la apuesta legal: sería un regreso a la relevancia, a la moderación clara, a un algoritmo que premie ideas y no escándalos.
¿Lograrán este cometido? Es difícil. ¿Hace falta? Muchísimo. Tal vez nunca recuperen la marca, pero el simple hecho de intentarlo confirma algo evidente: no todas queremos que nuestras redes se conviertan en máquinas de indignación patrocinada.
Y si un día llega a revivir ese espacio, donde el mérito realmente valga más que el berrinche, ahí —al menos yo— ya tengo ganas de volver a tuitear.