Al tiempo de doblar la primera semana del 2022 deja este mundo antes de cumplir 89 años de edad el doctor Jesús Gómez Fregoso, al que todos sus allegados impusieron el nombre hipocorístico de Padre Chuchín o Chuchín a secas. Larga y plena fue la vida y trayectoria de este jalisciense, de Zapotiltic (1933) de forma circunstancial pues fue tapatío de cepa y de raigambre tanto por el lugar donde se crio y educó como por haber tenido ante sí la ocasión de ver el auge y desarrollo vertiginoso de la Guadalajara de la banda oriente del río de San Juan de Dios, no la de Analco sino la de las colonias que se formaron al tiempo de urbanizarse el latifundio establecido en 1695 para asegurar el sustento de la Congregación clerical de los Oblatos del Divino Salvador. En efecto, como ocasión tuvo de compartírselo a don Jesús Parada Tovar, otro insigne tapatío de ese viento, en la parrilla de la bicicleta del párroco don Rafael Meza Ledezma, llevando este el viático y los santos óleos a los enfermos graves, vio alzarse sobre lo que antes fueron barbechos, potreros y sementeras las colonias Talpita, San Isidro y Santa Cecilia, y de tan insigne hijo del plantel levítico recibió el germen vocacional, que en su familia no fue corto (dos salesianos y cuatro consagradas). Se doctoró en Ciencias Sociales en la Sorbona de París. De nuevo en su patria chica (1970) se incorporó al equipo docente del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y de la Universidad de Guadalajara, donde acompañó a muchas generaciones de estudiantes de historia y letras desde su pericia. Apenas al enterarse de su deceso, la doctora Renée de la Torre nos compartió de él, en un chat, una síntesis apretada y completa que con su licencia reproduzco: “Chuchín fue un gran puente entre la historiografía religiosa y la historia costumbrista que hacía de lo ordinario un objeto de estudio relevante. Es decir hizo de las pequeñas historias una gran historia. Además tenía muy buena narrativa, sus columnas en el diario Siglo XXI fueron una joya para reconocer la ridiculez de nuestra soberana historia oficial. Haciendo pequeñas historias de la gran historia a la cual le restaba solemnidad. Fue también clave en la clasificación de la Biblioteca Pública de Jalisco porque dominaba el latín. Siempre conservó el humor y logró mantenerse en un difícil eje de tensión entre la universidad pública y socialista y la Iglesia tapatía, tan conservadora e intransigente. Por su generosidad fue adoptado por sus alumnas y discípulas como el tío, y llegó a sumar muchas sobrinas. Gracias Chuchín! Cierra esta columna de gratitud y despedida lo que él pidió a los tapatíos al tiempo de recibir la condecoración suprema de parte de estos, el Premio Ciudad de Guadalajara, en el 2014: que la cuna que fue del federalismo en México, recobre su esencia e identidad y que sus gobernantes “hagan lo imposible para recuperar la Guadalajara de antes, la que yo viví de niño”. Descanse en paz un varón muy querido por quienes lo conocieron.
Tomás de Híjar Ornelas