En la región Otomí-Tepehua existen pueblos que salvaguardan sus tradiciones culturales, tal es el caso de los rituales. El 3 de mayo de cada año, en la Universidad Intercultural del Estado de Hidalgo (UICEH) se lleva a cabo El Costumbre, Ritual de la Madre Tierra. El Costumbre fortalece los lazos con el territorio y la naturaleza: interconexión de lo humano con lo no humano. Entre quienes conformamos la comunidad universitaria se buscó esa interconexión y la preservación de esta tradición.
Para Jacques Galinier, decir El Costumbre no es un mal castellano, es el ritual de los seres de la noche, mientras que la costumbre es del día, de la religión católica, de la racionalidad. Quien lo dirige es Jacinto, sabio local, Badï de San Miguel. Se apoya en pequeñas figurillas de papel que han sido previamente recortadas y nombradas. Cada una representa elementos naturales. Se les coloca un mbüí o centro de vida que es una abertura en forma de cruz en el centro. El chamán recorta una especie de lengüetas, de tal modo, que pueda abrir y cerrar. Cuando la abre, el chamán otorga el don de la palabra; para los ojos abiertos, el ver se convierten en una fuerza vital, “despertar cósmico”. El corte abre las vías por donde puede circular la energía. El Badï es el único agente capaz de incidir en la naturaleza simbólica, y nadie más de los que estamos ahí. Con el recorte activa la energía.
Las figuritas son colocadas sobre el mantel de plástico negro que se convierte en su entorno de oscuridad. Les da de comer, de beber, les acerca cigarros; los baña de humo de copal con afán de darles alma. Las palabras en ñuhú tienen el poder de establecer el vínculo con la recreación del mundo. Otro elemento es la música de sones. Se distingue por ser repetitiva, ambigua, induciendo a un estado cognitivo de sueño.
Con la bolsa envuelve las figuritas junto con la comida y la bebida, es un costal que contiene la noche. La noche envuelve procesos nocturnos vitales, son procesos que necesitan mayor gasto de energía: flujos de sustancias vegetales, animales humanos y no humanos. La activación de fuerzas contrarias del inframundo, necesitan de la noche. La bolsa es un recipiente de la noche. Para los otomíes el cuerpo humano es otro recipiente. En el cuerpo, la noche interior, la parte baja del cuerpo, es la contraparte de la parte alta: “mitad Dios mitad diablo mate okhâ, mate shìtû. Significa que el Sol reina en la parte de arriba del mundo y la Luna sobre el de abajo. Caída la noche, el espacio en su totalidad se confunde y es dominio del diablo. Todo esto se produce en la bolsa. La bolsa es un entre, zona intermedia entre lo subjetivo y lo materializado, interface que nos conecta con todo aquello que produce la noche, con las divinidades del inframundo, con nuestro cuerpo y con la tierra.
Para el campo de la psicología, se produce una subjetividad desde los registros semióticos del ritual, por un momento se rompe con el esquema de determinación binaria dominante, la cual se privilegia en espacios educativos. La subjetividad se vuelve plural y polifónica. Las operaciones chamánicas despiertan las potencialidades del inframundo, y son responsables de los desórdenes psíquico y somático, pero también de lo social puesto que el orden somático y psíquico responden a un orden comunitario.
Sergio Maldonado González*
*Jefe de Departamento de Psicología de la UICEH
Correo electrónico: s.maldonado@uiceh.edu.mx