El determinismo tecnológico ha sido discutido desde inicios del siglo XX, cuando las máquinas comenzaron a inundar los espacios de trabajo y posteriormente llegaron a los hogares.
La crítica hacia esta perspectiva ha destacado porque concibe que la sociedad y la tecnología están en lados opuestos, por lo que los cambios tecnológicos surgen por sí mismos y solo dentro de la esfera tecnológica, sin considerar las consecuencias sociales del desarrollo tecnológico.
Retomando esta perspectiva, recientemente llega a mis manos el libro “Pensar la comunicación. Determinismo tecnológico: ¿el fin de la comunicación?” editado por la Universidad de Medellín, Colombia y coordinado por Mauricio Andrés Álvarez Moreno y Carlos Alberto Galvis Ortíz.
El texto revive la importancia de considerar el determinismo tecnológico como una de las principales causas de las estructuras sociales y la manera como se apropia de la información y la cultura, tal y como mencionan en el Capítulo IV José Luis Estrada y Angélica Mendieta, catedráticos de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Puebla.
Si bien el determinismo tecnológico se contrapone a la construcción social de la tecnología, la cual indica que es la acción humana la que moldea a la tecnología misma, sí refuerza la visión sobre cómo la tecnología influye en el comportamiento y consumo.
Y si consideramos que actualmente vivimos bajo el halo de las redes sociales y próximamente el metaverso, definitivamente la tecnología marca la pauta de nuestras interacciones y formas de convivencia.
Es así que por obligación, tradición y fe Marshall McLuhan, hoy más que antes, está presente en nuestras vidas con su reconocida premisa “el medio es el mensaje”. En esta formulación encontramos que TikTok, Facebook e Instagram evidencian el condicionamiento tecnológico a la sociedad.
Y es que si contáramos los minutos, horas y días que revisamos, leemos, visualizamos y nos mensajeamos a través de estas redes, definitivamente podríamos decir que la vida social está determinada tecnológicamente de forma omnipresente, en el lenguaje, en las formas de comunicación y en las representaciones sociales.
No obstante, es preciso destacar la importancia de retomar la acción humana, pues la tecnología solo puede funcionar si se inserta en un proceso social conocido; es decir, la tecnología por sí misma no funciona si no responde a una necesidad o una práctica social ya existente.
De esta manera, la crítica hacia el determinismo tecnológico debe contribuir a cuestionarnos sobre la manera en que la tecnología está orientado nuestras vidas, nuestras sensaciones, la elección de nuestros gustos y disgustos ¿qué tanto reflexionamos sobre esto? Hoy es un buen día para iniciar.
Lourdes Mateos Espejel