¿Por qué los procesos son más necesarios que los efectos cuando hablamos de comunicación? La respuesta la encontré después de leer El comunicador popular y Hacia una pedagogía de la comunicación, dos textos de Mario Kaplún que han cambiado mi visión, orientación, enseñanza y práctica de la comunicación.
El autor argentino hace una clara diferencia entre tres tipos de comunicación: una, centrada en el emisor, que únicamente envía información sin considerar las necesidades de los receptores (a la que nombra bancaria); otra centrada en los efectos, que, si bien pudiera considerarse efectiva porque busca generar cambios de comportamiento a través de la emoción y la retroalimentación, en realidad limita la oportunidad de una conciencia de fondo de las personas y la perspectiva de las problemáticas locales que deben conducir los cambios. Y, finalmente, la comunicación centrada en el proceso, que busca que las personas sean las generadoras de sus propios mensajes, desde su propio contexto, para la transformación de su entorno, a partir de su propia voz y su propia manera de nombrarse y nombrar la realidad.
Cuando planteé el último tipo de comunicación en una clase, una de mis estudiantes me cuestionó: —¿Entonces para qué estudiamos comunicación si las personas son las que se van a encargar de comunicar, si no va a existir calidad en la producción de mensajes? —Desde luego, el cuestionamiento era lógico, pero a la vez me hizo reflexionar sobre la necesidad de comprender que los expertos de comunicación no solo deben pensar en métricas para un cliente o sacrificar calidad de contenido por calidad de imagen o alcance —y puntualizo “no solo” porque, desde luego, cada una es importante cuando enfrentamos el ámbito profesional y laboral.
Sin embargo, una de las responsabilidades y retos que tenemos quienes estudiamos y nos dedicamos a la comunicación es que, además de ser creadores de mensajes memorables, también debemos abrir la puerta y ser puente para contribuir a que los cambios de comportamiento se generen desde la convicción y conciencia de las personas que experimentan y se benefician del propio cambio. Esto implica que los cambios deben ser vislumbrados desde lo endógeno, desde adentro, y no de una imposición que en ocasiones la disfrazamos de efectividad porque hubo un like, un follow o un comentario en redes sociales.
Así que cuando hablamos de comunicar la ciencia, la visión de la comunicación popular de Mario Kaplún también es importante de considerar. Si bien es necesario que las personas comprendan conceptos y se genere un interés por temáticas científicas, también es necesario que a través de la comunicación de la ciencia se logren cambios endógenos, mediante el diálogo entre científicos y ciudadanos, mediante la aplicación de la ciencia a problemáticas locales.
Por esta razón, uno de los grandes retos que hoy existen para la comunicación es lograr que ciudadanas y ciudadanos se conviertan en emisores del conocimiento científico que puede surgir del mismo diálogo con los científicos. Si buscamos que a través de la ciencia se generen cambios en la alimentación, salud, educación, contaminación y más, es necesario que quienes viven las problemáticas también participen en procesos de cocreación científica, que comuniquen el conocimiento que adquieren a través de una conferencia o evento de divulgación con su comunidad y que se empoderen a través de esa misma comunicación.
Así que, si hoy día pensamos en la profesión de comunicar, es preciso ir más allá del efecto y actuar más en el proceso; solo así serán posibles los cambios que hoy día buscamos para avanzar.
*Lourdes Mateos Espejel