Derrama económica de la Copa Mundial, pero a qué costo

Monterrey /

En 1986 aún era muy niña para dimensionar lo que implicaba un Mundial de Futbol, mis únicos recuerdos de esa ocasión es que se escandalizaron porque las y los turistas europeos estaban tomando el sol en traje de baño, a la vista de todos, al lado de la fuente de Neptuno, lo cual representó un shock cultural para una ciudad de una moral muy recatada como lo era Monterrey.

Hoy en día creo que ya no será el caso, pues ante la próxima celebración de la Copa Mundial de la FIFA 2026, los gobiernos de los tres estados de México que fungirán como sedes de dicho evento están utilizando todos sus recursos para demostrar que somos ciudades que están “al nivel” de un evento internacional como lo es el Mundial.

Por ejemplo, hace un par de días, el gobernador de Nuevo León anunciaba con bombo y platillo el Mundial más Norteño, evento en el que se promovieron las ventajas competitivas del estado para ser la “mejor” sede mundialista.

Y sí, el futbol es uno de los deportes más famosos en el mundo y también es una de las industrias que mueve más dinero. Según el reporte financiero, los ingresos de la FIFA en 2024 ascendieron a 483 millones de USD, de los cuales el ocho por ciento procedió de los derechos de televisión; el 63 por ciento, de los derechos de marketing; el 10 por ciento, de los derechos de explotación de licencias y el 19 por ciento, de otros ingresos (https://inside.fifa.com). Por ende, las expectativas de la derrama económica que dejará el Mundial se espera sean de tres mil millones de pesos, lo que se reflejará principalmente en los sectores de turismo: hotelería, restaurantero, servicios de transporte, etcétera. Pero también en obras de infraestructura como la modernización de estadios y en infraestructura civil que permanecerá más allá del Mundial, como lo son las adecuaciones viales y de transporte que se están realizando en Guadalajara y Monterrey.

Pero más allá de los números, ¿qué está pagando la población para sostener la ilusión mundialista? Porque no solo se trata del gasto público. Se trata del cansancio, la frustración y el desgaste urbano que se vive día a día por quienes habitamos estas ciudades. Por ejemplo, tardar dos horas para recorrer 19 kilómetros: congestionamientos interminables, ruido, polvo, estrés. En mi caso, estas experiencias fueron solo en rutas hacia el aeropuerto; para miles de personas es la realidad de todos los días. La “transformación” se vive atrapada entre vialidades cerradas y desvíos improvisados. El progreso, visto desde el parabrisas, no es tan glamuroso.

Y está también el costo emocional y simbólico. Se nos pide orgullo y paciencia; se nos regaña si cuestionamos. Como si señalar prioridades fuera antipatriótico. Pero hay algo profundamente legítimo en preguntarse qué pesa más: ¿un evento de un mes o la vida de quienes habitamos esta ciudad los otros meses del año y más allá?

El Mundial entusiasma, sí, pero también tensiona la vida urbana, desplaza prioridades sociales y refuerza una narrativa en la que la modernización parece reservada para unos cuantos. Porque cuando las cámaras se apaguen, quienes tendrán que seguir sorteando baches, transporte insuficiente y servicios colapsados no serán los directivos de la FIFA. En 2026 veremos estadios impecables y un espectáculo global. Ojalá también podamos ver ciudades que respeten a su gente con la misma pasión con la que persiguen un gol. Hasta ahora, el marcador no nos favorece. 

Isabel C. Sánchez Rodríguez*

El Colegio de la Frontera Norte-Unidad Monterrey

*Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien escribe. Y no representa un posicionamiento de El Colegio de la Frontera Norte.
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