Despertamos en la mañana y revisamos las noticias, amanecemos con más asesinatos: en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas y también en sitios más cercanos a quienes vivimos en Monterrey: García, Cadereyta, Juárez.
El homicidio es el delito más cruel en contra del ser humano, sin embargo, se ha convertido en un asunto cotidiano para los mexicanos, por lo que hacemos aquí algunas reflexiones derivadas de la información estadística que elabora Inegi.
La finalidad es contestar algunas preguntas: ¿hay algún perfil de las personas asesinadas?, ¿bajo qué modalidades muere la gente? y sobre todo: ¿cuáles son las diferencias entre los hombres y las mujeres que son víctimas de este delito?
La fuente es la publicación del Inegi titulada: Patrones y tendencias de los homicidios en México, publicada en 2019.
La primera cifra es para ponernos a pensar: en México se registraron 233 mil 219 víctimas de homicidio entre 2007 y 2017.
Asimismo, mientras que en 1990 se reportó una tasa de 16.6 homicidios por cada 100 mil habitantes y en 2007 se obtuvo un mínimo histórico de 8.1, para 2017 se alcanzó la cifra de 26 homicidios por cada 100 mil habitantes, lo que marca un penoso récord.
Respecto a la pregunta: ¿quiénes son las víctimas de homicidios? Inegi observa que por cada 10 hombres hay una mujer en la misma situación. Con respecto a las edades, desde 1990 más la mitad de los hombres víctimas de homicidio tenían entre 18 y 35 años, este mismo rango de edad se observa en el caso de las mujeres a partir de 2010.
Los datos concluyen que la población de 15 a 29 años es la más vulnerable a este delito con un promedio anual de 5 mil 700 muertes de hombres y 629 de mujeres. Es decir, en la actualidad, el homicidio es la principal causa de muerte en la población joven en México y para Inegi esto significa que en la última década se perdieron en promedio 40 años de vida por cada víctima.
Respecto a otras circunstancias como educación y empleo, los datos indican que las víctimas de homicidio en su mayoría corresponden al perfil de hombres jóvenes con escolaridad básica y con un empleo en el momento del deceso.
En lo que atañe a la forma como se cometen estas muertes, se encuentran datos impresionantes. Entre 1990 y 2017 son dos principales medios utilizados: las armas de fuego y los objetos punzocortantes.
Pero aquí apreciamos diferencias en el uso: en promedio siete de cada de 10 hombres fallecieron por armas de fuego, mientras que cinco de cada 10 mujeres perecieron bajo esta misma modalidad.
Por otra parte, una de cada cinco mujeres fue agredida con arma punzocortante y un mismo número falleció por ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación.
Respecto a los homicidios de niñas, niños y adolescentes en ese mismo lapso, se establece que el principal medio es el ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación.
Esta forma representa el 30.9 por ciento en niñas y el 12.4 por ciento de las muertes en niños entre cero y 17 años. Es decir, hay similitud en los mecanismos usados para asesinar a las mujeres y a los niños y niñas.
En la serie del Inegi que va de 2012 a 2017 hallamos dos circunstancias que marcan una enorme diferencia en la forma en que mueren hombres y mujeres: 1) la relación con el perpetrador y 2) el sitio del asesinato.
En cuanto al primer punto, en los casos en que se pudo indagar este antecedente, se encontró que alrededor del 40 por ciento de los homicidios de las mujeres fue cometido por sus parejas, mientras que el 65 por ciento de los hombres no tenía relación con el agresor.
Para ejemplificar el vínculo con el ofensor, encontramos que en 2017, el 67.8 por ciento era desconocido para los hombres en relación a un 23 por ciento de las mujeres.
En ese año, el porcentaje de agresores que tenían una relación sentimental con la víctima fue del uno por ciento en los hombres y del 50 por ciento en las mujeres.
De igual manera, en los casos en que se especificó la condición de violencia previa, los porcentajes son mucho más bajos en los hombres que en las mujeres.
Por ejemplo en 2017, en el 50 por ciento de los asesinatos de hombres hubo violencia familiar, pero en las mujeres, este porcentaje se eleva a más del 90 por ciento.
Al analizar los lugares donde se cometen los homicidios, también hay variaciones importantes: entre 1990 y 2017 más del 60 por ciento de los asesinatos de hombres ocurrieron en la vía pública; el 15 por ciento en viviendas particulares y el resto en otros espacios.
Pero en el caso de las mujeres, el 40 por ciento de los homicidios sucedió en el hogar o en una vivienda particular y otro 40 por ciento en la calle.
Con estos datos concluimos que los hombres sucumben en mayor número, pero las mujeres en alta proporción son jóvenes que fallecen a manos de sus parejas, por métodos crueles y dentro de un espacio que se supone seguro.
Cada asesinato es una tragedia, pero cuando las mujeres son vulneradas de esta forma y en las proporciones actuales, sabemos que estamos inmersos en una catástrofe colectiva.
Socorro Arzaluz
El Colegio de la Frontera Norte, sede Monterrey