Seguramente usted supo de Lady Bomba, pero si no fue así, le comparto el chisme. Recientemente, una usuaria del Feis, a propósito del Grito de Independencia en el Zócalo capitalino, escribió: “Debería de caer una bomba en el Zócalo… nos haría un favor a todos”. Si por alguna razón a usted le incomodan este tipo de mensajes, déjeme decirle que a ella no, pues enseguida escribió una posdata: “Si les molestan mis comentarios bórrenme, créanme que me vale 2 pesos, saludos cordiales”. Después se supo que la usuaria era copiloto en una conocida aerolínea en el país.
El mensaje generó una marabunta de comentarios que, en general, condenaron lo dicho por la empleada de la aerolínea. Claro, no faltó quien defendiera, no a ella, sino su derecho a expresarse. En Twitter, una usaría escribió: “Nadie debería ser castigado por pensar como piensa ni por decir bromas estúpidas, atentamos contra la libertad; un día esa perversión actuará en nuestra contra. Qué enfermos estamos de nosotros mismos linchando desde el anonimato y en manada a quien dice algo que no nos gusta”. Otra usuaria la rebatió dando una perspectiva diferente. Los dos pesos le fueron insuficientes a la empleada de la aerolínea para ignorar los comentarios. Al menos en redes sociales, el debate fue interesante. Hubo quien defendió su derecho a la libertad de expresión porque solo fue un decir que publicó en su espacio virtual. Otros estaban en contra. Pero créame, al menos yo, si escucho o leo eso de cualquier piloto o copiloto, una alarma se enciende en mí al pensar en una persona, cuyo trabajo es volar y salvaguardar vidas desde el despegue hasta el aterrizaje, pone su ideología por encima de las vidas de cientos o miles de personas que están celebrando algo en un espacio público. ¿Y si no le agrada alguien que vuela?
Los dos pesos no solo fueron insuficientes para ignorar los comentarios, sino tampoco para evitar ser bautizada como Lady Bomba en el mundo de las redes sociales, el cual hoy en día se ha vuelto un poder de opinión pública que puede entronar o destrozar, viralizar para exaltar o para ridiculizar: Lady Bomba juntó sus dos pesos, o tal vez más, y tuvo que ofrecer una disculpa pública. Sin embargo, su bautizo llegó para quedarse y así fue que entró al salón del espectáculo mexicano que, para bien o para mal, ha otorgado este título a algunas mujeres por sus decires o hablares desafiantes.
El título de Lady en México ha llegado a formar parte de un espectáculo que se ha popularizado en las redes sociales. Claro, no es el único, pues a algunos hombres distinguidos también se les ha dado el título de Lord. Los títulos forman parte de un espectáculo en su doble sentido etimológico: el de spectaculum, es decir, vista, función, representación; y el de la raíz spectare, contemplar, mirar, observar. En otras palabras, cuando escuchamos de alguna Lady (o Lord), somos testigos de un nuevo espectáculo, una nueva función pública en la que, como si se tratara de una obra de teatro o película, observamos, pero también juzgamos.
El espectáculo no solo consiste en la puesta en escena, bastante juzgada y ridiculizada, de lo que han dicho algunas ladies, llámense Bomba, Frijoles, Pioja, 100 pesos o quien usted quiera, sino también en la defensa de su derecho a la libertad de expresión. Como en el caso de Lady Bomba, siempre habrá un debate sobre el tema. No se puede negar que la libertad de expresión es un derecho, y universal. Tal vez no lo sepa, pero por si acaso, es un derecho que se estipula en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
A la letra dice: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Mientras que en nuestra Carta Magna, en el Artículo Sexto dice: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque la moral, la vida privada o los derechos de terceros…”.
Conclusión: la libertad de expresión es un derecho universal y en México no es la excepción, al menos en la letra de la Constitución. Pero cuidado: sus opiniones expresadas son libres de hacerse públicas, como otros son libres de opinar sobre sus opiniones y expresarlas públicamente. También cuide que, al hacer públicos sus comentarios, no agravie la moral, vida privada o derechos de terceros, como se dice en la Constitución. A final de cuentas, simplemente recuerde: su derecho termina donde empieza a violentar el de otros, literal o simbólicamente. Yo reconozco el derecho de la Lady a expresar sus deseos, pero no respeto (ni confío) a alguien cuya opinión vulnera el derecho a la seguridad y vida. Solo es mi opinión… sin bomba, ni yucateca.
Óscar Misael Hernández-Hernández
El Colegio de la Frontera Norte