Por Luis Martín Rodríguez, analista de CGTN Español
Desde el terremoto provocado en abril con el anuncio del establecimiento de aranceles unilaterales por parte de Estados Unidos, las decisiones y declaraciones procedentes de Washington han sumido al mundo en la incertidumbre económica y comercial. Tras incontables vaivenes, el panorama se ha aclarado en algunos casos, y embarrado en otros, con los anuncios de la Casa Blanca sobre acuerdos y desacuerdos bilaterales. En este contexto, y tras la espiral arancelaria y el intercambio de medidas de represalia, las delegaciones de China y Estados Unidos llegaban a Estocolmo en una situación diferente de la de anteriores ocasiones. Ambos países son conscientes de la magnitud de la tormenta que supondría un fracaso en las negociaciones, lo que contribuye a que puedan divisar claros en el horizonte.
¿Es Estocolmo un nuevo punto de partida o una parada más en esta gira del arancel?
Las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos celebradas en la capital sueca el 28 y 29 de julio suponen un paso importante hacia la estabilización de los lazos económicos bilaterales. Considerada previsible de antemano, la ausencia de grandes acuerdos finales en esta ronda de conversaciones no debe decepcionar. Al contrario, existen razones para el optimismo gracias a la actitud constructiva mostrada por ambas partes; abierta al diálogo y enfocada en la gestión de diferencias dentro de un marco de respeto mutuo y beneficio compartido. Más allá de una solución apresurada y frágil, la importancia de estas conversaciones reside en la búsqueda de un marco de negociación bilateral para tratar estas cuestiones en un clima de confianza, franqueza y sinceridad.
Durante los dos días de conversaciones, las delegaciones, encabezadas por el vice primer ministro chino He Lifeng y el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, expusieron con franqueza sus divergencias en cuestiones clave del comercio bilateral.
Ante la inquietud estadounidense por el exceso de capacidad de las industrias chinas y las transferencias de tecnologías de doble uso, la delegación china reiteró que los avances son fruto de una política industrial moderna centrada en la innovación y la transición energética y que las restricciones unilaterales a la exportación impiden un desarrollo de las capacidades globales. Esta subrayó también su derecho soberano a diversificar fuentes energéticas conforme a sus necesidades de desarrollo, siempre bajo criterios de legalidad internacional y eficiencia económica, y reiteró la necesidad de mantener un entorno empresarial justo y predecible, que permita a las empresas competir sin barreras artificiales ni discriminación.
Las conversaciones también sirvieron para repasar y reforzar el consenso alcanzado en las reuniones anteriores en Ginebra y Londres. Desarrollado bajo el principio de trato igualitario, el diálogo se centró en explorar caminos para la cooperación en una nueva etapa de madurez en las relaciones bilaterales.
Una pausa para el consenso
El logro más inmediato y relevante es el acuerdo en trabajar por una extensión adicional de 90 días de la actual tregua arancelaria, que permite evitar la aplicación de tarifas adicionales por parte de los dos países. Esta prórroga continuaría proporcionando un valioso margen para consolidar avances y generar condiciones más estables en el comercio bilateral, conscientes ambas partes de la urgencia de evitar una escalada que perjudique el entorno económico global.
La importancia de estas negociaciones también radica precisamente en el contexto global. Frente a los desafíos comunes como el cambio climático, la fragilidad de las cadenas de suministro y la estabilidad financiera, la colaboración entre China y Estados Unidos es esencial. Un diálogo fluido y centrado en intereses compartidos puede ofrecer beneficios no solo a ambas partes, sino al conjunto de la economía global. La complejidad de las relaciones requiere paciencia estratégica y voluntad de compromiso, algo que por fin se aprecia en el encuentro en Estocolmo, representando un paso hacia la normalización del canal de comunicación entre las dos principales economías del mundo.
Este enfoque constructivo se alinea con la visión de China de promover un orden económico internacional más justo, equitativo y abierto. Frente a la confrontación, Beijing aboga por resolver diferencias mediante el diálogo, reforzando los mecanismos multilaterales y fomentando una cooperación pragmática basada en resultados, pilares esenciales para una gobernanza global más equilibrada y sostenible.
Con la certeza de que las conversaciones continuarán, queda por confirmar el siguiente paso. Ginebra, Londres, Estocolmo, ¿cuál será la próxima parada de las negociaciones entre Beijing y Washington?