Por Carmen Alicia Acevedo Jaimes
Soy Carmen Alicia Acevedo Jaimes, una mujer que se graduó como abogada con ganas de conquistar el mundo legal. Cuando terminé mis estudios, nunca imaginé que a mis casi 60 tendría la oportunidad de subirme a una moto, recorrer la ciudad y mucho menos que no estaría en mi país natal, Venezuela. Pero aquí estoy, aprovechando que puedo llevar a mi hijo de ocho años a la escuela, para luego esperar mi primer pedido de Uber Eats en el día.
Creo en el poder de la voz y nunca he sido de las que se quedan calladas. Leo a funcionarios públicos, diputados, senadores y a la presidenta hablando sobre los repartidores, pero muchos de ellos sólo se acercan a nosotros para recibir sus pedidos. Todos ellos opinan sin saber qué queremos, como si nos conocieran.
Ser repartidora con Uber Eats me encontró en el momento que más lo necesitaba, en el 2017, cuando con un hijo de un añito en brazos sólo obtenía las mismas respuestas: "no tienes experiencia en México", "estamos buscando un perfil más joven". Con mi ciudadanía mexicana desde hace varios años, en la actualidad, no buscaría otra manera de generar ingresos porque no quiero tener horarios ni jefes.
Uber Eats me da la bendición de ver crecer a mi hijo y estar con él. Me conecto cuando quiero y dedico los fines de semana exclusivamente a mi niño. Disfruto de mi café por las mañanas sin prisa y además, puedo vender algunas cositas paralelas a la entrega. A menudo pienso en cómo habría sido mi vida si hubiera aceptado un trabajo fijo, dejando a mi chiquito dormido a las 5 de la mañana, aventurándome diario a una excursión de dos horas de traslado, comiendo mal y con prisa, desvelándome para preparar lo necesario del día siguiente, como lo hacen cientos de miles de mexicanos.
Yo elijo escuchar a mi hijo tocar la guitarra que le compré, yo elijo estar presente en cada nuevo acorde que descubre en el piano que le regalé, yo elijo ir al cine los sábados por la tarde con él después de echar flojera, yo elijo limpiar juntos su inmensa colección de carritos Hot Wheels y también elijo ser una mujer integral: una que puede salir a jugar voleibol, andar en bicicleta y cantar. Elijo ser mi propia jefa, tener el control sobre mi tiempo y no amarrarme a un esquema de “trabajo tradicional”, sin flexibilidad ni independencia, que me impida disfrutar lo que realmente me importa.
Hoy también elijo confiar en que las autoridades tendrán presentes nuestras historias y opiniones. Cada uno de quienes elegimos repartir a domicilio tiene una lucha distinta que merece ser tomada en cuenta. Por eso hoy, miles de repartidores como yo, hacemos un llamado a las autoridades a que nos escuchen: a nosotros, los repartidores, para que les podamos compartir por qué no queremos encasillarnos en un modelo laboral que nos vuelva empleados de alguien más.
Somos personas con sueños y aspiraciones, que buscan espacios con dignidad y respeto a sus decisiones. Si la presidenta, los diputados y senadores nos escucharan, podríamos abrir el diálogo antes de que decidan por nosotros e impacten una fuente de ingresos que nos permite darle una mejor vida a nuestros hijos.
RRR