Imaginen que una ciudad se queda sin Alcalde, y la facultad de nombrar un interino recae en el Secretario de Gobierno de la entidad en cuestión, dicho funcionario selecciona a un ciudadano que no vive en la ciudad, quien además de no tener vínculos con los gobernados, los ataca de forma constante, al grado que de forma casi unánime marchan para exigir su remoción. Sería absurdo que el Secretario de Gobernación se empecinara en mantener en el cargo a esa persona.
Pues lo descrito en el párrafo precedente, por muy absurdo que parezca, es algo similar a lo que le pasa al CIDE en estos momentos, con el agravante de que el interino fue elegido como definitivo, es decir, un profesor ajeno al CIDE ahora lo dirige, que llama al diálogo, pero que lo hace en un espacio en donde él controla quien hace uso de la voz y silencia las voces inconformes, que pide respeto, pero que en cada alocución lanza acusaciones a los integrantes de la comunidad y les pone etiquetas.
Quien dirige una institución, sobre todo una educativa, no puede darse el lujo de no contar con sus integrantes, por ende, poco favor le hacen al CIDE poniendo al frente a una persona en la que nadie confía, que se siente como un extraño y que en la práctica no podrá llevar a buen puerto ningún proyecto, porque nadie querrá colaborar con el mismo.
Por eso, la dirección del Dr. José Antonio Romero Tellaeche es insostenible, no porque no se pueda mantener en el cargo a base de terquedad y con el apoyo del Gobierno Federal, sino porque una dirección así no le sirve de nada a quien la detenta, no tiene margen de maniobra alguna y a la larga lo único que provoca es daño a la institución.
Por eso, no está de más llamar a la prudencia de los involucrados, que entiendan que la permanencia de Romero no es lo óptimo y precisamente se debe llegar al diálogo al cual se ha llamado, pero que no se ha practicado, ya que requiere de apertura de todas las personas involucradas.
@victorsanval