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Las causas de nuestra violencia

Ciudad de México /

México ha sido violento por casi veinte años. El crimen se incrementó por las acciones del gobierno federal en 2007, pero desde entonces han pasado gobiernos de todos los colores sin que el problema termine.

Es tiempo de discutir, más allá de los partidismos, las causas de fondo de la violencia. Y de entender qué es lo que ha hecho que México sea tierra fértil para el crecimiento de grupos criminales.

Por supuesto que la impunidad es una razón de peso. Si el gobierno tuviera la fuerza para cubrir el territorio con fuerzas de seguridad profesionalizadas, los grupos criminales cederían.

Sin embargo, argumentar que la impunidad es el problema es, en mi opinión, apenas transitar la mitad del camino. La discusión de fondo, el camino completo, yace en preguntarnos por qué no hemos podido crear un Estado sin impunidad, uno con capacidad de control territorial y fuerzas de seguridad profesionalizadas.

La pregunta que debemos hacernos es por qué no tenemos el Estado que los mexicanos necesitamos. Es solo con tal pregunta que las debilidades de nuestro país se dibujan completas ante nuestros ojos.

México no ha podido crear el Estado que necesita porque sufre de dos problemas estructurales que con frecuencia se retroalimentan.

Primero, México tiene un Estado con muy pocos recursos. De acuerdo con datos del Banco Mundial, en puntos del PIB, México recauda menos impuestos que las Bahamas, un paraíso fiscal. Con tan poca recaudación, la menor de la OCDE, el Estado mexicano no tiene dinero suficiente para tener fuerzas profesionales, capacitadas, coordinadas e incentivadas.

La fala de recursos es una limitación real. Por eso, algunos de los casos de éxito en materia de seguridad a nivel estatal se han presentado solo cuando los empresarios locales han aumentado voluntariamente su carga fiscal para financiar la creación de policías de élite.

Segundo, México, al ser uno de los países más desiguales del mundo y al tener un modelo económico que le da pocas oportunidades a los jóvenes, ha creado un terreno fértil para alimentar a grupos criminales.

La evidencia abunda. Como ha mostrado Raúl Zepeda, de la Universidad de Oxford, los jóvenes con empleos precarios son los principales reclutas del crimen organizado. Como ha evidenciado Carlos Pérez Ricart, del CIDE, históricamente las políticas de desarrollo social se asocian con la reducción de homicidios. Como ha probado Ted Enamorado, de la Universidad de Washington, en México los incrementos en desigualdad se traducen en aumentos en homicidios del crimen organizado. Hay mucho más.

Por eso, terminar con la violencia requiere mucho más que solo echarle la culpa a uno u otro político. Requiere crear una política de estado que reduzca la desigualdad y aumente los recursos del Estado mediante el cobro de impuestos a los más ricos. Solo así podremos construir el país que queremos independientemente de qué color nos gobierne.


Lo contenido en este texto es publicado por su autora en su carácter exclusivo como profesionista independiente y no refleja las opiniones, políticas o posiciones de otros cargos que desempeña.


  • Viri Ríos
  • viridiana.rios@milenio.com
  • Política pública con datos. Autora de @NoEsNormalLibro. Podcast #PoliticaYOtrosDatos. Enseño en @HarvardSummer. Harvard Ph.D. / Escribe todos los lunes su columna No es normal
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