El papa, la salud y #3De3

Ciudad de México /

“Su santidad, le traigo esto. Es muy importante para los mexicanos. Usted ayer, en Ecatepec, habló de las tres tentaciones de los cristianos: riqueza, vanidad y orgullo. Esto que le doy es para la tentación de los políticos: la corrupción, y vamos a acabar con ella. Con el diablo y la corrupción no dialogamos, lo derrotamos”.

El 15 de febrero de 2016 a su llegada a Chiapas, tuve la oportunidad de dirigirle estas palabras al papa Francisco y le entregué una tarjeta con la propuesta de la #Ley3de3, el esfuerzo ciudadano para que los políticos tuviéramos que transparentar y presentar tres declaraciones: de impuestos, de intereses y patrimonial. Para mí fue un momento muy emotivo. Al papa Francisco lo admiraba por su vocación y por el valor de llamar las cosas por su nombre; sin soberbia, desde la bondad, con la verdad y profundo humanismo.

Su estilo era conocido por todos: Rezad por mí. Os pido que vosotros recéis para que el Señor me bendiga. Ese fue uno de los momentos que marcaron el 13 de marzo de 2013, cuando tomó posesión como el primer papa de origen latinoamericano. La humildad con la que llevaría su pontificado se hizo evidente.

Su legado también es conocido: defender a los que menos tienen, optar siempre por los pobres, apoyar a los migrantes, combatir la corrupción al interior de la Iglesia. Al adoptar una postura progresista frente a los problemas del mundo tomó el camino más difícil, pero también el correcto. Ante la guerra, su condena. Ante la imposición de muros y fronteras, su rechazo.

Sin embargo, también en el campo de la salud su postura fue guía para muchos de nosotros. En 2018 declaró: Toda persona debe tener acceso a la atención de la salud, quienquiera que sea, dondequiera que viva. Y tenía claros los riesgos del modelo de negocio en la salud y de la importancia de poner al enfermo en el centro de los sistemas de salud: “La salud no es un bien de consumo, es un derecho universal”, señalaba.

El 27 de marzo de 2020, en medio de una Plaza de San Pedro vacía, encabezó la oración por el fin de la pandemia por covid-19, uno de los momentos más simbólicos vividos durante esos días gracias a su profunda reflexión.

“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos (…) no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos”.

Después, cuando las vacunas estuvieron listas y todo el mundo peleaba para acceder a ellas, dejando atrás a los países con menos recursos, su postura fue consecuente:

Hoy tenemos vacunas para protegernos del covid-19. Estas otorgan la esperanza de acabar con la pandemia, pero solo si están disponibles para todos y si colaboramos unos con otros.

Y cuando el movimiento antivacunas comenzó a tomar fuerza, también se pronunció: Vacunarse es un acto de amor. Y ayudar a que la mayoría de la gente se vacune es un acto de amor. Amor a uno mismo, amor a los familiares y amigos, amor a todos los pueblos.

El papa Francisco nos recordó que el verdadero poder es el servicio al pueblo, ese privilegio de apoyar a los que sufren. También nos hizo una invitación: no dejar que nos roben la esperanza en el porvenir.

“No se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar”.

Descanse en paz.


  • Zoé Robledo
  • Director general del IMSS, escribe todos los martes su columna "¿Qué hicimos?" en Milenio diario
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