En 1790 murió el economista Adam Smith. Y en uno de sus obituarios se afirmaba que su obra más célebre, “La Riqueza de las Naciones” (1776) no había sido muy popular.
En 2012 se publicó Why Nations Fail (Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, Deusto) y el libro despertó adeptos y críticos también. El premio Nobel en Economía 2001, George Akerlof, lo comparó con la obra de Adam Smith: “Dentro de 2 siglos, nuestros tataranietos también lo leerán”.
¿Qué hace tan especial esta publicación? Que sus autores, James A. Robinson, de la Universidad de Harvard, y Daron Acemoglu, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, presentan una simple y poderosa hipótesis: que los países ricos lo son porque tienen instituciones políticas y económicas inclusivas, y los países que son pobres lo son porque sus instituciones son extractivas.
En 2013, siendo yo senador por Chiapas, conocí a James Robinson en una estancia que realicé en la Escuela de Gobierno de Harvard. Ahí le hice un planteamiento y una invitación: Si en su libro proponen que el éxito económico de los países es determinado por el diseño institucional, entonces, en un país como México es posible preguntarnos ¿Por qué fracasan las regiones? Y me dijo que sí: a la pregunta y a la invitación a venir a México.
En abril de 2013 cuando Robinson vino al Senado de la República su conferencia se tituló: ¿Por qué las regiones fracasan? Y sus planteamientos son muy vigentes: El pobre desempeño económico y los altos niveles de desigualdad en México son comunes dentro del sendero de desarrollo de América Latina. Se derivan de la forma en que la sociedad colonial se formó, basada en la explotación de los indígenas en beneficio de una pequeña élite española y criolla. En otras palabras, basadas en instituciones extractivas. Estas instituciones resistieron el colonialismo español y los intentos de reforma liberal en el siglo XIX y tomaron nuevas pero similares formas durante el Porfiriato. Después de la Revolución el status quo no era sostenible en México en medio de tanta movilización política y demandas de cambio social, sin embargo nuevos tipos de instituciones extractivas emergieron a medida que se consolidaba el Estado postrevolucionario (Enfoque, Reforma, abril 2013).
El ex presidente López Obrador lo resumió de una forma muy sencilla: Pasamos del porfirismo al neoporfirismo. Había que redistribuir la riqueza y establecer la economía moral, tal como se hizo en el primer gobierno de la Cuarta Transformación.
Los efectos de la desigualdad producida por instituciones extractivas se perciben en todos los aspectos de la vida. Robinson y Acemoglu señalan: “la carga de enfermedad, en gran parte, es consecuencia de la pobreza”.
Los compromisos en materia de salud de la presidenta Claudia Sheinbaum comparten esa aproximación: instituciones públicas inclusivas, como IMSS-Bienestar, que permitan avanzar en la calidad, la oportunidad y en el acceso a servicios de salud. Y la universalidad como la llave para el acceso y ejercicio equitativo del derecho constitucional que tienen todas y todos los mexicanos.
En octubre de 2024, Robinson y Acemoglu junto con Simon Johnson fueron galardonados con el Premio Nobel de Economía 2024 por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo afectan la prosperidad. Aquí ya habíamos empezado.
Mientras escribo: Ayer se publicó la 3a Convocatoria del Concurso de Oposición para formar parte de la lista de reserva para ocupar la titularidad de las representaciones del IMSS en los estados. Este proceso de transformación institucional comenzó en 2019 y en el 2o piso de la transformación, va a continuar. Se acabó el dedazo.