El primer día de entrenamiento para convertirse en sicario del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Francisco aprendió que la única forma de escapar del campamento era salir "con los pies por delante, tres meses más tarde ya había aprendido mucho más: a manejar armas cortas y largas, a tender emboscadas, a respetar las reglas, a no ser chismoso y también a matar".
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Telemundo publicó una entrevista con un ex sicario del Cártel Jalisco Nueva Generación en la que cuenta cómo fue ser un asesino para este grupo criminal.
Todo comenzó en abril de 2018. En un bar de un estado del sur de México, un desconocido se le acercó, le dijo que se había quedado sin dinero y le pidió el favor de darle un ride. Francisco lo llevó en su carro y al llegar a su destino, el desconocido sacó dinero de un cajero y le pidió su número de celular: "Te voy a marcar, me caíste bien". Francisco no sabía aún quién era este desconocido, tiempo después sabría que era uno de los hijos de Nemesio Oseguera, El Mencho.
Al poco tiempo, tal y como lo prometió, lo contactó, le ofreció un empleo como guardia privado de seguridad en Villahermosa, Tabasco.
El suelo sería de 3 mil 500 pesos por semana más viáticos y gastos. Todo pagado, incluso las cuatro semanas de entrenamiento. Francisco aceptó, le pidieron el acta de nacimiento y un número de cuenta para recibir el salario. Al día siguiente lo citaron en una estación de autobuses.
"Yo veía que llegaba mucha gente. Éramos 19 hombre de edades entre los veinte, treinta y tantos años. Había albañiles, carpinteros, mecánicos, guardias de seguridad de antros, licenciados, contadores", dijo en entrevista para Telemundo.
A muchos de ellos los habían trasladado de la Ciudad de México, los alojaron en un hotel con spa.
A las seis de la tarde partieron rumbo a Puerto Vallarta, Jalisco y en dos ocasiones les preguntaron si querían continuar.
"Bueno, van ustedes a un adiestramiento en la sierra de Guadalajara para ser guardias de seguridad, ¿verdad?", dijo uno de los que dirigía el grupo. Todos respondieron que sí.
"Pues no van para guardia. Van a trabajar para el Cartel Jalisco Nueva Generación", aseguraron.
"Entonces ahí entendí y entendimos todos que estábamos metidos en un gran problema. No sabes lo que va a venir, pero te tienes que quedar callado y muy serio porque podrían tomar a mal cualquier gesto", recuerda Francisco.
El campo de entrenamiento al que llegó Francisco estaba en Talpa de Allende, un municipio de poco más de 15 mil habitantes en Jalisco.
Un grupo de hombre pertrechados con fusiles de asalto y lanzamisiles portátiles subieron a los 19 hombres a bordo de camionetas de lujo y les condujeron por caminos de terracería a un lugar oculto de la sierra de Talpa.
La primera camioneta se paró, alguien sacó una pistola por la ventanilla y soltaron tres disparos, se abrió un portón, pasaron todos y de nuevo otros tres disparos, era la señal para volverlo a cerrar.
Una vez adentro les quitaron los celulares y los desnudaron.
“Tenían unas baterías de carro y nos mojaban y nos hacían agarrar los bornes. Así, si llevabas un GPS enterrado en la carne, se quemaría. El toque fue tan fuerte que prácticamente me oriné”, explica Francisco.
El jefe de plaza era un hombre joven, de unos 28 años, calcula Francisco. Eligió un apodo para dirigirse a cada uno de ellos y el entrenamiento empezó con la instrucción en el manejo de armas cortas y largas: escuadras, cuernos de chivo y también lanzacohetes similares al que el cártel utilizó para derribar un helicóptero del Ejército mexicano en un ataque que acabó con la vida de siete soldados en Villa Purificación, Jalisco, en mayo de 2015.
Los instructores les hicieron saber las reglas del cártel impuestas por El Mencho. Empezaron con las reglas relacionadas con las armas de fuego.
Reglas relacionadas con las armas de fuego
- Regla número uno: El dedo siempre debía estar fuera del gatillo. De lo contrario, frente a un jefe de plaza o alto mando del grupo, serían considerados una amenaza y podrían matarlos.
- Regla número dos: Revisar siempre el seguro.
- Regla número tres: Saber entregar un arma. Siempre se entregan ofreciendo la culata, no el cañón.
En la estricta disciplina que impusieron los instructores, un error podía ser fatal y lo fue para uno de los 19 reclutas que, nervioso, no fue capaz de armar la pistola.
“En un abrir y cerrar de ojos, ¡PA, PA, PA!, lo mató. Nos dijo que no servía porque en una acción real le agarraría el pánico y nos pondría a todos en peligro”, asegura Francisco. Entonces comenzó lo que el cártel llama “el bautizo”. Todos se acercaron al cadáver del compañero recién asesinado.
LEE AQUÍ LA SEGUNDA PARTE DE ESTA INVESTIGACIÓN DE TELEMUNDO
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