• La improbable amistad del Señor de los Túneles y el Señor de las Lanchas

  • Reportaje
  • Sus vidas fueron paralelas y sus carreras criminales tuvieron el mismo origen en común: la ambición de salir de la pobreza. ‘El Gerald’ movía en el Pacífico cocaína hasta México.
Ciudad de México /

La Policía Nacional de Colombia inicia un concurso secreto de belleza. Un grupo de agentes busca, desde la cabeza hasta la base de la corporación, a la mujer policía más atractiva. Ninguna de las participantes sabe que varios hombres examinan sus fotos con rigurosidad para encontrar a alguien que cumpla con estándares de belleza asociados a jóvenes colombianas de clase alta: figura espigada, tez blanca, ojos claros, rasgos exquisitos.

Es la búsqueda por el señuelo perfecto para atraer a un narcotraficante que se hace pasar por rico empresario y cuya debilidad son las mujeres de alcurnia.

Después de semanas de búsqueda, hay humo blanco. Una oficial de unos veintitantos años es elegida entre cientos para un trabajo encubierto encargado por la Dirección de Investigación Criminal e Interpol: hacerse pasar por una socialité recién mudada a la provincia de Manabí, en el occidente de Ecuador, y frecuentar los lugares a los que asiste un criminal que lleva meses bajo el radar de las autoridades.

El operativo tenía como objetivo iniciar en Manabí, Ecuador, para continuar en un poblado de la frontera con Colombia | Shutterstock

Alicia –su nombre real no se revela en registros policiacos– se pasea con joyas, ropa de marca y un moderno vehículo por los lugares más chic de la costa. Llama la atención a donde vaya: bares, restaurantes y boutiques hasta que su presa muerde el anzuelo en un gimnasio. Los dos hablan de vez en vez. Luego, se hacen amigos. Al tiempo, amantes. Por meses, tejen una relación amorosa que se pone en pausa porque Alicia anuncia que debe volver a Cali, Colombia, por un problema familiar. Su relación sigue a la distancia por llamadas telefónicas hasta que la falsa socialité le ruega que pasen juntos la Semana Santa.

La cita del reencuentro amoroso está fechada el 12 de abril de 2017 en Ipiales, Colombia, en la frontera con Ecuador. El enamorado sale de su zona de influencia y corre a los brazos de Alicia. De acuerdo a la revista colombiana Semana, ingresa ilegalmente al país en una camioneta blindada. Ella, en cambio, le espera con una traición que romperá su corazón: un retén de la Policía Nacional de Colombia y una orden de aprehensión con su nombre, Édison Washington Prado Álava, alias El Gerald, amigo y socio a 4 mil 190 kilómetros de distancia de Joaquín El Chapo Guzmán.

La historia inicia en el Malecón de Altata

El malecón de Altata es uno de los más grandes y visitados en Sinaloa. (Fanny Martínez)

Frente al Mar de Cortés, mi compañero acaba con una cerveza dando tragos largos con una sed que sólo tienen los náufragos. Navolato y Culiacán arden a 38 grados y la calina reseca tanto la boca que no se puede hablar sin humedecerla. Es el verano de 2023 y descansamos en el Malecón de Altata luego de un día trabajando en una serie documental con ayuda de periodistas locales que saben mucho más de lo que publican sobre el Cártel de Sinaloa.

Si inmediatamente después de nuestra conversación, hubiera publicado esta historia, escribiría su nombre. En aquel entonces, la capital del estado no era la morgue que es hoy, tras la traición de Los Chapitos al Mayo Zambada. Pero en estos días nombrar a mi fuente sería tanto como echarle una soga al cuello, así que a ese devorador de latas le llamaré simplemente y con gratitud silenciosa: Alejandro.

Así que Alejandro ahuyenta el calor con tragos decididos y la mirada perdida en el horizonte cuando dice la frase que origina este texto: “¿Cuántos amigos del ‘viejón’ se habrán hecho ricos con estas olas?”. Y como él es un narrador nato, yo guardo silencio y dejo que nos cubra el atardecer con el relato de una amistad poco conocida: la del Chapo y Gerald, unidos por los oleajes que hacen surfear a la cocaína por el mundo.

‘El Chapo’ conoce al proveedor que vale lo de un ejército

Tras fugarse de prisión por primera vez en 2001, Guzmán Loera construyó un imperio criminal que lo catapultó a la cúpula del narcotráfico a nivel mundial | Especial

Vayamos al 2010. Cuarto año de la “guerra contra el narco”. Joaquín Guzmán está en la plenitud del poder criminal. Tiene una fortuna calculada —conservadoramente— en mil millones de dólares que hizo que un año antes la revista Forbes lo ubicara en el escaño 701 de los hombres más acaudalados del mundo. En este 2010, ese mismo medio lo vuelve a colocar pero en el lugar 60 de los hombres más poderosos del mundo, debajo del presidente estadounidense Barack Obama, pero cerca del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y por encima del periodista Julian Assange.

El Chapo aparece como el CEO de la cocaína a nivel global. Tiene negocios en Australia, China, Malasia, Turquía, Italia, España y, claro, Sudamérica. Así que desde la cima vigila al mundo para encontrar a quienes trabajen para él. Un país en particular le interesa: Colombia. Desde la muerte de Pablo Escobar en 1993 hay un vacío que provoca disputas a muerte entre grupos que codician el lugar que dejó vacante El patrón del mal.

Al Chapo no le importa quién gane la batalla en Colombia; en cambio, sí le importa que ese ganador trabaje para él. Sus proveedores más confiables, Los Rastrojos, son hábiles, cumplidos y llevan hasta México cocaína de alta calidad, pero sus liderazgos más importantes comienzan a ser arrestados. No parece que durarán mucho en el negocio, así que el mexicano necesita encontrar una organización que los reemplace para cumplir su plan de cubrir al mundo de polvo blanco.

Los Rastrojos fueron considerados como la organización criminal más grande de Colombia | Archivo

Buscando a un grupo criminal que sustituya a Los Rastrojos, El Chapo encuentra a un hombre que vale lo mismo que un ejército: Édison Washington Prado Álava, un lanchero ecuatoriano que trabaja con la mafia colombiana y con fama de ser un navegante estoico que sabe sortear las peores tormentas mar adentro y es capaz de llevar hasta su destino las cargas de droga que le encargan sus jefes. Es el más duro marinero del Pacífico.

“Al Chapo le dicen que tiene que conocer a esta persona. Le apodan El Gerald. Y, perdón mi francés, pero se lo dicen así: ‘tiene los ‘güevos’ del tamaño del mundo’. Entonces al ‘viejón’ le interesa y hablan por teléfono. Desde la primera llamada, dicen, se hicieron socios y amigos. Creo que El Chapo vio algo en él que le recordó a sí mismo. El origen humilde, la ambición o el pinche sadismo”, dice Alejandro y se empina otra cerveza.

‘El Gerald’ monta una fachada de gasolineras en el mar

El origen humilde de 'El Chapo' tuvo su génesis en Badiraguato, Sinaloa | Ariel Ojeda

El acta de nacimiento de Joaquín Guzmán indica que nació en 1957 en Badiraguato, Sinaloa. Veinticuatro años después nace Édison Washington en Manabí, Ecuador, en 1981. Están separados por casi un cuarto de siglo, pero algo los une: la pobreza natal.

El mexicano crece paupérrimo en la sierra, mientras que el ecuatoriano lo hace en el trópico. El primero es un plebe de tierra; el segundo crece sin nada en medio del agua. Los dos anhelan esa riqueza que le faltó a toda su estirpe. Si El Chapo inicia su carrera delictiva como un hábil ladrón de coches que luego aprende a traficar drogas, Édison lo hará hurtando lanchas de pescadores hasta los 19 años, cuando en 2000 descubre que se gana más dinero moviendo cargas de cocaína de un puerto a otro.

“Al viejón le llama la atención la historia de ese muchacho lanchero que tenía fama de poder navegar en las olas más difíciles del mundo. Ya sabes, cada quien exagera su fama y la del Gerald es que podía coronar cualquier viaje, incluso en una lanchita sacudida por un huracán”, me dice Alejandro.
Édison Washington Prada se ganó fama entre narcotraficantes colombianos por su habilidad para navegar las olas más difíciles | Archivo

Para 2004 El Gerald ya es leyenda local. Los Rastrojos lo buscan cuando quieren hacer un viaje suicida por mareas salvajes y nadie más se atreve. Y él como si nada les mueve drogas desde Tumaco y el Nariño, dos grandes puertos en Colombia, hasta Panamá, Costa Rica, Guatemala y México. El riesgo le paga unos cinco mil dólares por viaje.

El Chapo era igual en sus inicios. Todo salvaje, se aventaba las rutas que nadie más quería porque eran imposibles. Se iba a Estados Unidos, Guatemala, Bolivia, Colombia, en unos aviones que parecía que se caerían de viejos. Cada uno desde su nivel, se admiraban mutuamente por locos. Se hicieron amigos”, dice mi compa.

Otro rasgo de personalidad comparten: El Gerald es brutalmente ambicioso. Con cada viaje aprende el negocio: dónde están los cultivos, quiénes son los enlaces, cuándo se requiere más producto, cómo se hacen las negociaciones. Es una esponja que absorbe conocimiento esperando el momento para aprovecharlo. Y eso ocurre en 2010 cuando sus jefes son detenidos y se vuelve agente libre.

'El Gerald' le propuso a 'El Chapo' la instalación de gasolineras flotantes | Foto ilustrativa

Desde la primera llamada telefónica con El Chapo, El Gerald le ofrece un plan largamente estudiado: con el dinero que tiene ahorrado, y gracias a contactos que ha conseguido con plata y plomo, montará gasolineras en el mar para que sirvan de fachada a las embarcaciones con droga. Se trata de instalaciones flotantes que sirven a las embarcaciones para recargar combustible, pero que él además las carga con cocaína. Gracias a que están ubicadas en altamar, lejos de la vista de las autoridades, su negocio de drogas puede abarcar al continente de punta a punta. Si un viaje resulta especialmente complicado, él lo hará personalmente para asegurarse de que el negocio no tenga retrasos.

El Chapo aprueba la estrategia. Alejandro cuenta, tal vez aflojado por el dorado atardecer que nos rodea, que casi puede imaginar al capo sinaloense sonriendo del otro lado del teléfono con una mueca burlona porque, por fin, ha encontrado a alguien que está tan loco por el dinero y el poder como él.

Cada una de sus mansiones, 'El Gerald' las habilita con cajas fuertes

Los traficantes suelen moverse en el mar a bordo de lanchas rápidas | Especial

El Gerald monta una decena de bombas de gasolina en altamar y compra desde buques pesqueros hasta lanchas rápidas para simular un pujante negocio de pesca. A cada embarcación le carga entre 800 y mil kilos de droga que va de Sudamérica a Norteamérica. En promedio, despacha entre 10 y 15 lanchas cada semana. La mayoría lo hace desde aguas colombianas.

No sólo se convierte en el jefe de duros navegantes a quienes enseña cómo sobrevivir a las trombas, sino que forma a un grupo de sicarios que eliminan a cualquiera que pueda copiar su estrategia y que le quiera arrebatar la amistad con El Chapo.

Desde el anonimato, controla toda la cadena narcótica: producción, logística, rutas, comercialización y cobranza. Se vuelve tan ancho y profundo como el mar.

“El negocio del narcotráfico estaba fragmentado y cada etapa (cultivo, procesamiento y distribución) tenía su propio jefe y organización. Ya sin jefes, el ecuatoriano Gerald hizo algo que ningún narco colombiano había hecho desde mediados de los años noventa: se quedó con todo”, se lee en un perfil publicado en Semana, que me enseñará Alejandro, evidencia de que su relato es real.
El 'Gerald' compró casas en distintas regiones de Ecuador bajo una identidad falsa de empresario pesquero | Shutterstock

En unos años, el lanchero se vuelve millonario. Según calcula la Dirección de Investigación Criminal e Interpol, amasó entre 200 y 300 millones de dólares. Y compra casas por todo Ecuador para su familia con el disfraz de próspero empresario que se mueve en caravanas blindadas. Cada una de sus mansiones las habilita como cajas fuertes para esconder su fortuna en compartimentos secretos que pronto se vuelven insuficientes.

Está viviendo su sueño dorado: en poco tiempo parece que ha igualado la riqueza de su amigo mexicano, quien desde Sinaloa lo felicita por su crecimiento.

Pero si algo nos han enseñado las historias de narcos ambiciosos es que basta un tropiezo para caer al más profundo de los pozos. Y la caída del Gerald, magnate de las drogas, empieza con la cobranza de lo que para él serían unas pocas monedas de su tesoro.

‘El Gerald’ aparece en el mapa de la policía ecuatoriana

El declive de “El Chapo” Guzmán influyó en la propia caída de su socio ecuatoriano | Foto: Cuartoscuro

Entre 2014 y 2016, El Chapo vive momentos turbulentos. Empieza esa etapa como amo y señor de las drogas, luego es detenido en Mazatlán, después escapa de un penal de máxima seguridad, vuelve a traficar en libertad y, finalmente, lo vuelven a capturar por última vez tras descubrirle llamadas con su amor platónico, la actriz Kate del Castillo.

Mientras esa tormenta se desata en México, El Gerald se mece tranquilo en las aguas del narcotráfico. Parece que es su turno de situarse en la cima del mundo y ver hacia abajo para buscar nuevos socios.

Hasta que descubre, en algún momento de 2016, que alguien ha violado una bóveda secreta en una de sus casas en Manabí y le ha robado un fajo de billetes. Su enojo lo lleva a acusar a un albañil que ha trabajado en varias instalaciones de seguridad de sus casas y ordena a sus sicarios que lo asesinen. Los ocho pistoleros, para asegurarse de cumplir, se exceden en la violencia: asesinan al constructor y también a su hijo de sólo tres años.

El brutal asesinato del menor de tres años puso a 'El Gerald' en el radar de las autoridades | Policía Nacional de Ecuador

El homicidio del niño sacude a la sociedad ecuatoriana. Las autoridades son obligadas a actuar para aminorar la indignación popular. Y el arresto de un sicario involucrado en el crimen los lleva hasta El Gerald, quien había conseguido, hasta entonces, pasar desapercibido entre los criminales más buscados de la región.

Al indagar más sobre ese supuesto empresario, las autoridades se dan cuenta que de están frente a un titán de las drogas: con ayuda de la DEA calculan que ese treintañero ha enviado, al menos, 250 toneladas de cocaína a México y Estados Unidos desde el mar de Colombia. En comparación, al Chapo le acusaron con 150 toneladas. Otro apodo emerge: El Gerald ahora es El Pablo Escobar ecuatoriano.

Estados Unidos demanda su captura. El gobierno del presidente Juan Manuel Santos pone manos a la obra. Sólo hay un problema: El Gerald no se mueve de Ecuador porque ahí tiene a funcionarios comprados que le brindan protección y porque su país no tiene un tratado de extradición a la Unión Americana.

La Policía nacional de Colombia fue la encargada de planificar el operativo para aprehender al socio ecuatoriano de 'El Chapo' (foto: Twitter/@policiaColombia)

La Policía Nacional de Colombia debe idear un plan para que el narcotraficante salga voluntariamente de su país. Entonces, alguien tiene una gran idea: que una guapa policía disfrazada de civil lo enamore y le organice una cita de amor en Ipiales. El plan parece imposible de ejecutar. Hasta que funciona.

Así acabó la carrera criminal del ‘Señor de las Lanchas’

"El Chapo" Guzmán y su socio "El Gerald" enfrentaron a la justicia estadounidense aunque con distintas estrategias | Reuters

El 2017 se vuelve un año fatídico para los dos amigos. El Chapo es extraditado hacia Estados Unidos y cuatro meses después El Gerald es detenido rumbo a unas vacaciones con su enamorada con placa y pistola. Un año más tarde, en 2018, sigue los pasos del sinaloense y también es extraditado a la Unión Americana. Cada uno elige su propio camino. El mexicano se aferra en Nueva York al cuento de que es un pobre agricultor que jamás ha traficado una onza de drogas y el ecuatoriano se dobla en Florida y acuerda declararse culpable para cooperar con la DEA y conseguir una reducción en su castigo.

“Su Señoría, me gustaría que supiera que la vida no me ha brindado ninguna oportunidad. Mi padre me abandonó cuando tenía cinco años. Nací en una tierra pobre y sin la oportunidad de trabajar. A los nueve años trabajaba en la calle para ayudar a mi madre a mantener a mis hermanos. Ella era ama de casa y con lo poco que ganaba no le alcanzaba para mantener a mis hermanos, que eran menores que yo.
“Me gustaría que usted supiera, su Señoría, que en esas calles se sufren muchos abusos, lesiones y maltrato. Me hubiera gustado mucho ser como los demás y tener una infancia, pero no pude. Mi vida fue una cuestión de supervivencia, y así fue como entré en el mundo del narcotráfico, por necesidad”, concede El Gerald ante en una de sus audiencias ante la jueza Cecilia Altonaga.

Su estrategia da resultados: aunque se convierte en el ecuatoriano con la sentencia más severa por tráfico de drogas en Estados Unidos, consigue que su castigo sea de apenas 19 años y siete meses. El Chapo, en cambio, recibirá una cadena perpetua.

Joaquín 'El Chapo' Guzmán cumple una sentencia de cadena perpetua en la cárcel de supermáxima seguridad ADX Florence (Diseño)
“Qué cosas, ¿no? Los dos amigos terminaron presos en Estados Unidos. Ahora mismo, los dos están en una celda”, dice Alejandro y emite un chasquido con la boca.

La noche envuelve al Malecón de Altata. Es tiempo de volver al hotel. Desandando el camino hacia Culiacán, pienso en esa improbable amistad entre El Señor de los Túneles y El Señor de las Lanchas. Dos inicios distintos, un final común.

La historia de dos hombres que se instalaron en el Olimpo de las drogas y que cayeron casi al mismo tiempo seducidos por lo más terrenal: dinero y amor.

GSC/ATJ

  • Óscar Balderas
  • Oscar Balderas es reportero en seguridad pública y crimen organizado. Escribe de cárteles, drogas, prisiones y justicia. Coapeño de nacimiento, pero benitojuarense por adopción.

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