La Güera fue ejecutada el pasado martes por la tarde, cuando estaba en el negocio de su hermano al interior de la Central de Abasto de la Ciudad de México. Hoy las cortinas de ese comercio están cerradas y en el lugar donde cayó hay una veladora y cintas amarillas.
Para las autoridades de ese espacio comercial no pasa nada.
Fuera de entrevista su vocero, mostró las cifras del C5, donde están conectadas las cámaras del C2 de la Central para presumir que de enero a agosto del presente año los delitos fueron a la baja. Sin embargo, entre comerciantes y clientes es otra la percepción.
Rosa, vendedora de alimentos dice sobre La Güera, “era una mujer muy trabajadora, tenía varios negocios entre tiendas, panaderías y cremerias y claro, fueron los extorsionadores”. Solo eso: los extorsionadores.
Afirma que por la delincuencia, aunado a la pandemia “los clientes tienen miedo de venir. Los mismos trabajadores también no tenemos seguridad”.
Para reafirmar lo anterior enumera “hubo un robo hoy en la mañana que fue en el siguiente pasillo, hubo otro en la nave M-N, y otro en la nave S-T”.
Remata y acusa “hoy fueron esos robos hay demasiada inseguridad. Los policías nunca están, hacen dizque su rondín, se toman fotos dizque están haciendo guardia, nunca los vemos, nunca los vemos”.
En los pasillos hay cámaras de vigilancia. Incluso a escasos cinco metros de donde fue ejecutada La Güera está una. “Las cámaras sí funcionan pero de qué sirve, hay secuestros, extorsiones, robos…”, dice una mujer que pide guardar su identidad.
La Central de Abasto es una pequeña ciudad de 327 hectáreas y un aforo diario de 500 mil visitantes. El Vocero de este espacio dice que la seguridad no es cosa de ellos, sino de la fiscalía local y Secretaría de Seguridad Ciudadana.
A las 04:31 de la mañana del pasado sábado, otro hombre fue ejecutado a las puertas de la bodega. Éste tenía apenas unos días de que había dejado su trabajo en una bodega de plátanos.
En un recorrido por los pasillos de este centro de abasto de la ciudad es notoria la ausencia de vigilancia. Es muy poca. Incluso, nula donde han ocurrido los dos asesinatos.
Manuel, comerciante de frutas, señala: “es bastante la inseguridad. Si, como siempre, solamente atracos es en las madrugadas. Policías, sí hay, pero hay más ratas que policías, eso sí”.
Otro con la misma opinión es Luis que se dedica a vender tacos. Niega que haya seguridad al interior de sus pasillos “yo siento que no, no, no es tan seguro, pues hay varias cosas que han pasado”.
Por su parte, Eduardo señala “¿la vigilancia? se necesitaría fomentar un poco más, todas las mañanas los pasillos se sienten muy solos, muy solitarios, como que te expones a mucho. Por ejemplo, nosotros entramos a las cuatro de la mañana y ni un policía a esa hora”.
Los comerciantes han unido sus pesares. Primero el cierre parcial de sus negocios por la pandemia del covid-19 y ahora dos ejecuciones en menos de tres días, cuando se adentran apenas a la nueva normalidad.
Trabajador de una bodega, Cirilo Cayetano, dice que hay robos a diario “a los clientes y a los bodegueros”. Pide a las autoridades “que manden más vigilancia, porque nada más asignan a dos o tres policías para toda la Central”.
Otra comerciante, de nombre Rosa Carmina, pide “que el gobierno tome cartas en el asunto, porque muchos comerciantes, bodegueros y todos están expuestos a cualquier crimen por la inseguridad”.
Para Trinidad Sandoval quien tiene una tienda en el pasillo U de la Central “a veces hay seguridad, otras veces, no”.
“Sí, aparentemente hay seguridad pero la policía solo se fija en los que toman una cerveza, es a los que se llevan y rápido llegan las patrullas, pero cuando vienen a asaltar y matan no hay seguridad, ni agarran a nadie”.
ledz