Formalmente el romance comenzó el 14 de julio de 2009, cuando Emilio le robó un beso a Valeria y le pidió que fuera su novia, aunque desde tiempo atrás él babeaba por la niña guapa que iba de visita a su colonia.
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Ya llevaban un año saliendo cuando llegó aquel 30 de enero de 2010. Esa noche Emilio y Valeria, a sus 16 y 15 años, sobrevivieron al ataque de un grupo de sicarios que irrumpió en un festejo en la colonia Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Por una confusión dispararon a mansalva sobre ellos y todos sus amigos. Murieron 10 estudiantes y cinco adultos, algunos de ellos que intentaron salvar a los jóvenes. Hubo 10 heridos.
A una década de la tragedia, Valeria y Emilio siguen juntos y quienes los conocen los describen como la historia de amor más simbólica de Ciudad Juárez. Estamos en su casa en algún punto del estado, donde ahora viven y luchan porque la violencia nunca alcance a sus dos hijos.
En la última década a ellos les tocó sanar las heridas físicas y emocionales de aquel ataque del narco y a Ciudad Juárez, les tocó resistir la disputa del cártel de Juárez, Sinaloa y ahora de Jalisco Nueva Generación por el dominio de la plaza para el trasiego de droga.
EL ATAQUE
La noche del 30 de enero Valeria recibió tres balas: una que le rozó la cabeza, otra la cadera y una que le explotó el dedo. Emilio recibió 12 impactos que le destrozaron las rodillas y que, según el médico, provocarían que nunca volviera a caminar.
“Para mí fue un dolor muy fuerte porque yo estaba en el grupo de atletismo en la escuela”, dice Emilio, quien todavía se siente afectado al narrar lo vivido.
“Nos hizo más unidos, de echarle ganas juntos, nunca lo dejé solo para nada”, recuerda Valeria, mientras su bebé duerme tranquila en la habitación de la casa.
“Cuando yo empiezo el proceso de recuperación, de operaciones, ella siempre estuvo conmigo. Ella se cambió de escuela porque quería estar al lado de mí, quería estar ayudando”, cuenta Emilio, quien después de tres operaciones, cientos de horas de fisioterapia y dedicación logró volver a caminar.
Mientras estaba en el hospital, Emilio escuchó las declaraciones del entonces presidente Felipe Calderón al saber lo ocurrido en la fiesta. El mandatario justificó la masacre criminalizando a los estudiantes: “si los mataron es porque en algo andaban”.
Ese día los marcó: los amigos, los familiares lejanos, los vecinos comenzaron a dudar, a temer. “Muchas amistades me ayudaron y muchas me hicieron sentir mal, me juzgaron como una criminal”, dice Valeria.
Durante todo el tiempo que estuvo en recuperación Emilio estuvo custodiado en su casa. “Yo les decía si algún día llega a venir algún amigo, déjenlo entrar, yo quiero ver a mis amigos y ¡nadie fue!, solo una amiga”, cuenta y rompe en un llanto profundo como cuando uno abre una llave y no tiene cómo cerrarla.
Han pasado diez años y esta pareja aún lucha por reconstruirse “Yo soy la que más tengo pesadillas feas: que me queman viva, que me secuestran, que me están siguiendo, que me dan balazos”, relata Valeria.
Ella se graduó como ingeniera en logística internacional, él trabaja y está por concluir sus estudios como ingeniero en mecatrónica. “Siento que puedo ser alguien en la vida, aportar algo más a la sociedad, darle una mejor vida a mis hijos, cuidarlos, sé que esta ciudad es peligrosa, pero cuidarlos para que no pasen por algo como lo que pasamos sus papás”, remata victoriosa Valeria.