¿Enemigo público? En Sinaloa, ‘El Chapo’ es un héroe

El juicio de El Chapo en EU

Joaquín Guzmán tiene fans por todo el mundo: tan sólo el martes, un colombiano, candidato a jurado para su juicio en EU, le pidió un autógrafo; si eso pasó en otro país, qué será en Sinaloa.

Una gorra de cartón forma parte del atuendo de una piñata con la figura de 'El Chapo'. (Archivo).
Ciudad de México /

A sus 64 años, Joaquín El Chapo Guzmán no sólo tiene fans en su tierra natal, sino también en el mundo. Tan sólo el martes pasado, un colombiano fue descartado como jurado para el juicio del capo en Estados Unidos, porque le pidió un autógrafo.

Si eso pasa en Estados Unidos, en Sinaloa es considerado un héroe. Ahí, la gente dice que Guzmán Loera es como Al Capone o Scarface pero vivo; si había alguien enfermo y sin dinero, el sinaloense se aparecía para pagar curaciones y los campesinos dejaron de sembrar maíz para cultivar mariguana.

Esos son parte de los testimonios recabados por el diario estadunidense The New York Times y publicados en 21 de julio de 2015, tras la segunda fuga del capo de un penal de máxima seguridad en México.

Aquí te dejamos cómo El Chapo se volvió un héroe popular en su tierra natal:

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Cuando José Antonio Sevilla y sus tres hermanos se enteraron de que El Chapo había escapado de prisión, saltaron de su asiento y gritaron de alegría.

El Chapo se escapó. ¡Es el mejor de todos!”, aseguró Sevilla, de 19 años de edad y admirador del capo de las drogas, cuyo nombre real es Joaquín Guzmán Loera. “Él ya era famoso, pero ahora es aún más famoso.”

Sevilla, un mecánico, estaba tan emocionado que para celebrar asistió a una marcha por las calles de Culiacán, capital del estado natal de Guzmán Loera. Llevaba una pancarta que decía: “El Chapo es más presidente que Peña Nieto”.

​Aquí en el estado de Sinaloa, donde nació El Chapo, e incluso en otras partes de México, la asombrosa fuga del narcotraficante ha reforzado su condición de bandido y héroe popular.


Hay pocas dudas sobre los daños que ha causado Guzmán Loera. Los funcionarios estadunidenses lo acusan de contribuir a “la muerte y la destrucción de millones de vidas en todo el mundo, a través de la adicción a las drogas, la violencia y la corrupción”.

Sin embargo, para muchos mexicanos, él es una insólita combinación de Robin Hood y magnate, motivo de júbilo, objeto de respeto e incluso de reverencia, dada su inagotable capacidad de superar en ingenio al profundamente impopular gobierno de México.

“¿Por qué lo admira la gente?”, se pregunta Adrián Cabrera, bloguero de Culiacán que lleva una camiseta con la efigie de El Chapo. “Porque es una leyenda viviente. Es como Al Capone, como Lucky Luciano, como Tony Soprano, como Scarface. Es como un personaje de televisión, solo que éste está vivo, es real.”

En el centro cultural de Badiraguato, en el municipio donde creció Guzmán Loera, hay una lista de “personas notables” nacidas en la región, en la que aparece un general de la revolución, un periodista, un abogado y un legislador.

No hay mención de su hijo más famoso, Guzmán Loera, pero la directora de eventos del centro sostiene que El Chapo merecería aparecer en ella.

“Él nunca ha tenido problemas con la gente de aquí”, afirma la directora, Guadalupe Olivas. “Él fue pobre y ahora tiene mucho dinero y mucho poder.”

Guzmán Loera nació en 1950, en un remoto poblado en las montañas, en una región conocida como el Triángulo Dorado, que es la región donde actualmente se cultiva la mejor mariguana de México.

Con los años, Guzmán Loera ascendió en los cuadros de los cárteles de drogas hasta llegar a ser el jefe del más grande de todos, el cartel de Sinaloa, nombre del estado donde él pasaba gran parte de su tiempo, aún cuando ya era buscado por la justicia. Cuando fue arrestado el año pasado (2014), las autoridades lo encontraron en Mazatlán, un destino turístico de Sinaloa.

Guzmán Loera maneja una enorme organización internacional. La revista Forbes lo incluyó en su lista de las personas más ricas del mundo, con una fortuna neta calculada en más de mil millones de dólares.

Ya se había escapado de la cárcel una vez, según varios testimonios escondido en un carrito de lavandería. Pero su escape más reciente fue mucho más elaborado: huyó a través de un sofisticado túnel de más de kilómetro y medio de largo, equipado con luces, ventilación e incluso con una motocicleta montada sobre rieles para excavar la tierra.

​“Se necesitó mucha inteligencia para hacer eso”, considera Érica Lara, que vende raspados en la plaza de Badiraguato. “Hay personas poderosas que tienen que cumplir su sentencia completa. Pero él ha escapado dos veces.”


Aquí muchos dicen que Guzmán Loera ayuda a los residentes, por lo general en cosas pequeñas. Quien tenga un familiar enfermo quizá reciba una visita de alguien con dinero para el tratamiento, cuentan, pero nadie puede hablar de un caso concreto.

Aunque Sinaloa es la capital del tomate en México, el área de Badiraguato se distingue por haber sido la cuna del tráfico de drogas en el país. Además de Guzmán Loera, otros traficantes importantes nacieron en las colinas aledañas. Y aquí muchos dicen que las calles se pavimentaron gracias al dinero de los traficantes.

Mientras compra un raspado en la plaza de Badiraguato, Amairany Avilez, de 20 años, afirma que El Chapo es su “héroe”.

Dice que la economía de la región depende de Guzmán Loera y que la gente puede conseguir trabajo en las tierras que él posee o cultivar mariguana para venderla a su organización. “Cuando lo arrestaron, aquí la gente tuvo que volver a cultivar maíz”, explica Avilez. “Ahora el maíz se volverá mariguana.”

Pero los expertos aseguran que la producción de droga no depende de que un solo traficante, esté dentro o fuera de la cárcel, por muy influyente que sea.

Más allá de eso, el año pasado (2014) Sinaloa ocupó el segundo lugar en la lista del gobierno de homicidios per cápita, con un índice dos veces y medio mayor que el promedio nacional. Sin embargo, mucha gente dice que el estado estaba relativamente tranquilo gracias a la influencia de Guzmán Loera.

Scarlett López, de 22 años, que trabaja en finanzas en Culiacán, dice que aunque no está de acuerdo con el tráfico de drogas de Guzmán Loera, le da gusto que haya salido de la prisión, pues así otras bandas de traficantes aun peores, como los Zetas, conocidos por decapitar y cometer otros actos de violencia visceral, tendrán menos posibilidades de asentarse en el estado.


“Me siento mejor porque estamos protegidos”, agregó. “Hay gente que es mucho peor.”

Cerca de un edificio del gobierno en la capital estatal, hay una elaborada capilla dedicada al santo popular Jesús Malverde, patrón de los “narcos.” Se supone que Malverde fue un hombre que vivió aquí entre 1870 y 1909, conocido como un bandido que robaba a los ricos para darles a los pobres. También es venerado por los pobres, los agricultores, los pescadores y demás.

Esta semana, una oleada de fieles visitó la capilla; algunos encendieron velas, otros se arrodillaron para rezar ante un busto de yeso de Malverde, con pelo negro y bigote, una camisa blanca estilo vaquero y una pañoleta roja. Había flores a ambos lados y el aire estaba denso con el olor de cera caliente. Una estatua de la Virgen de Guadalupe hacía guardia en la entrada. Las paredes estaban cubiertas por las placas de los devotos en agradecimiento a Malverde los favores o milagros recibidos.

El gobierno mexicano ha ofrecido una recompensa equivalente a 3.8 millones de dólares por información que permita la captura de El Chapo, pero la gente que visita esta capilla afirma que no ayudará al gobierno.

“Los traficantes hacen más por el pueblo que el gobierno”, asegura Eric Reyes, de 33 años e ingeniero de sistemas de la Ciudad de México, que visitó por curiosidad la capilla durante sus vacaciones. “Los traficantes tratan bien a los que viven en su territorio. El gobierno no hace nada por la gente. Es pura burocracia y papeleo.”

Ese sentimiento parece prevalecer en gran parte del país y en todas las capas sociales, incluso en los barrios más elegantes de la Ciudad de México, donde mucha gente manifestó cierta admiración reticente por El Chapo.

Una fuerza que motiva el placer con la fuga es el profundo cinismo frente al gobierno, que tiene una credibilidad tan baja que muchos mexicanos se niegan a creer la versión oficial sobre la fuga de El Chapo. Muchos suponen que no pudo haber escapado sin ayuda desde adentro de la prisión, y otros se preguntan si el túnel no será simplemente una elaborada estrategia para esconder la corrupción que se extiende hasta los más altos niveles.

Las teorías de conspiración abundan. El hecho de que la fuga se haya llevado a cabo cuando el presidente estaba iniciando un viaje a Francia es visto como indicador de colusión a los más altos niveles. El hecho de que la foto publicada por las autoridades muestra a Guzmán Loera con la cabeza rapada, mientras que en el video de su escapatoria aparece con la cabellera completa, también es causa de sospecha.

La fuga y la humillación que ésta le infligió al gobierno han provocado una especie de catarsis nacional. Y el hecho de que Peña Nieto no haya cortado su visita a París, donde fue a visitar la tumba de Napoleón y a recibir una medalla, solo confirmó a muchos lo desconectado que está su gobierno del resto del país.

“El gobierno es de El Chapo”, asegura Genero Reyes Martínez, de 30 años, residente de la Ciudad de México. “Le apuesto que salió directo por la puerta principal. Ese túnel es pura ilusión.”



Reportaje publicado por The New York Times

jbh

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