En un par de décadas se volvió uno de los hombres más cercanos de Joaquín El Chapo Guzmán. Le bastaron algunos años para ganarse la confianza del patrón y pasar de ser el responsable de un campo de siembra de droga a ser apodado El señor de la sierra en Durango y Chihuahua.
Después, sus dotes logísticos le dieron el apodo del Inge y años más tarde se convirtió en El rey de la heroína. Fue el jefe de escoltas de El Chapo y uno de sus confidentes, hasta que los mellizos Flores terminaron por acusarlo ante autoridades estadunidenses luego de convertirse en los soplones favoritos de la DEA para desarticular al cártel de Sinaloa.
Hoy, Felipe Cabrera Sarabia finalmente está en manos de los norteamericanos que esperan que pase sus últimos días en una prisión de máxima seguridad, lejos del poderío que le dieron las armas, de la maravilla de sus ideas para transportar y distribuir drogas en Estados Unidos o de su habilidad para sobornar incluso a funcionarios de la Suprema Corte y la PGR; sin que le sirva de algo ese orgullo de haberse codeado con el jefe y alguna vez haber sido venerado como un rey.
Lo capturaron en diciembre de 2011 con la “Operación Laguna” acusado por la entonces Procuraduría General de la República de ser el responsable de homicidios, inhumaciones clandestinas, secuestros, extorsiones, quema de negocios y casas habitación, y la publicación de narcomensajes en contra de la ciudadanía y otros grupos antagónicos.
El boletín que emitió en ese momento el gobierno de Felipe Calderón señaló que se le buscaba por los delitos de delincuencia organizada, narcotráfico, portación de arma de fuego de uso exclusivo de las fuerzas armadas y falsificación de documentos.
También destacó que “Dichas afectaciones son efectuadas sin distingo de organizaciones de narcotráfico a la que pertenecen los delincuentes, buscando en todo momento acotar por igual su capacidad de operación. Hechos como éste confirman la indeclinable decisión del Ejecutivo Federal por continuar realizando acciones frontales en contra de las organizaciones delictivas del narcotráfico, atendiendo al justo reclamo de la sociedad mexicana”, como si desde entonces tuvieran la necesidad de desmarcarse del cártel de Sinaloa al que presuntamente se protegió desde la Secretaría de Seguridad Federal a cargo de Genaro García Luna.
Felipe Cabrera Sarabia formó junto con sus hermanos Luis Alberto, José Luis y Alejandro una célula para combatir a “Los MS”, grupo liderado por Mario Núñez Meza El M-10, con quienes se disputaban el control del cultivo de mariguana en la sierra de Durango.
Luis Alberto fue abatido en 2015 y ese mismo año, el Departamento del Tesoro de Estados incluyó en su lista negra al resto de los hermanos por sus vínculos con el Cártel de Sinaloa. Alejandro fue señalado como el encargado de supervisar el envío de grandes cantidades de estupefacientes y José Luis como el jefe de logística de envíos de mariguana.
Los mellizos Pedro y Margarito Flores entregaron a la DEA conversaciones telefónicas de cómo negociaban y colaboraban con los Cabrera Sarabia para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos, su distribución y el lavado de dinero.
Cuando Felipe fue capturado por las fuerzas armadas en Culiacán a donde huyó para que El Chapo lo protegiera, le encontraron armas, droga, una identificación falsa con el nombre de Miguel Velázquez Manjarrez y la nómina que pagaba en sobornos por tres millones 324 mil pesos mensuales para 183 personas que iban desde policías locales hasta funcionarios de seguridad estatal y federal, así como de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la propia Procuraduría General de la República.
Felipe apareció en el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán en Estados Unidos como uno de los elementos fundamentales de la “conspiración para distribuir cocaína, heroína, metanfetaminas y mariguana” del cártel de Sinaloa a Estados Unidos.
El expediente lo señala como uno de los colíderes de la organización criminal que ayudaba en la afiliación de narcotraficantes y lavadores de dinero ubicados en diferentes partes del mundo para coordinar y reunir recursos para transportar drogas de México hacia Estados Unidos; de ayudar al El Chapo e Ismael El Mayo Zambada a coordinar actividades para importar grandes cantidades de cocaína a países como Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú, Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala y cientos de kilos de cocaína, heroína, metanfetamina y mariguana a lugares como Chicago e Illinois.
También de haber ayudado en las redes compartidas para descargar y almacenar droga en el sur de California; de conseguir automóviles, camiones, vagones y transportistas interestatales privados y comerciales en Illinois y Chicago; así como de ordenar el almacenaje, pagos de entregas y distribución de las drogas del Cártel de Sinaloa en Los Ángeles, California; Detroit, Michigan; Cincinnati, Ohio; Filadelfia, Pensilvania; Washington D.C.; Nueva York, Nueva York; Columbus, Ohio; Milwaukee, Wisconsin; Boston, Massachusetts; Canadá.
Además de una serie de acusaciones por depósitos bancarios y transferencias de los mismos recursos ilícitos del cártel del “Chapo” y El Mayo, así como la obtención de armas, el pago de sobornos a funcionarios corruptos, amenazas y asesinatos a rivales e integrantes del mismo grupo.
En la misma acusación, se le menciona como parte del equipo que logró el diseño total o parcial para ocultar y disfrazar su naturaleza, ubicación, fuente, propiedad y control de ingresos durante su transporte, transmisión y transferencia.
Después de cinco años de amparos para impedir su extradición, finalmente Felipe Cabrera Sarabia quedó recluido en una prisión de Estados Unidos este domingo y deberá enfrentar su juicio en la Corte Federal de Distrito para el Distrito Norte de Illinois por delitos contra la salud, importación de sustancias ilícitas y de asociación delictuosa.