“Hotel Estadio, 16:30, entre Chiapas y Cuauhtémoc”, dice un apunte que Katya Mendoza escribió a mano en un papel y que su madre encontró en su recámara un día después de que no llegara a dormir a casa. Desesperada, llamó al hotel y preguntó por su hija, les contó que era una joven de 28 años, de complexión media y tez morena clara. En el establecimiento le dijeron que había ocurrido un “accidente” y ella de inmediato se trasladó al lugar. La nota fue clave para localizar su cuerpo e identificarlo en un anfiteatro de la Ciudad de México.
Un informe interno, “Red cronológica. Caso Scort (sic). Año 2017”, realizado por la entonces Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de la Ciudad de México, da cuenta de una serie de feminicidios en hoteles de la capital ocurridos durante ese año, agresiones mortales a mujeres que realizaban trabajo sexual. El documento está dividido en cuatro columnas, cada una pertenece a una víctima; en la segunda se lee el nombre de Katya Mendoza, asesinada el 12 de abril, en la habitación 327, en un hotel en la colonia Roma. Su cuerpo fue encontrado horas después por el personal, cuando su agresor ya había escapado.
Los feminicidios sucedieron en el mismo año. En febrero ocurrió el de Wendy Vaneska de Lima Cortés, de nacionalidad venezolana, encontrada en el Hotel Príncipe; en noviembre, el de Génesis Uliannys Gibson Jaimes, en el Hotel Platino, también venezolana. Y en diciembre, la argentina Karen Ailén Grodziñski, hallada en el Pasadena Hotel.
Las fotografías de Wendy, Génesis y Karen eran parte del catálogo de Zona Divas. Era un portal que fundó Ignacio Santoyo Cervantes, El Soni, donde mujeres latinoamericanas anunciaban sus servicios sexuales y que operó en la impunidad desde 2001 hasta 2018 cuando cerró voluntariamente. La SSP hizo un “vínculo delictivo” entre estos casos. Pero Katya, a diferencia de las otras víctimas, nunca apareció en ‘zonadivas.com’, era la única mexicana entre ellas y su feminicidio no contó con la misma atención de las autoridades.
Wendy y Génesis tuvieron al mismo agresor: Daniel Uribe, sentenciado a 80 años de prisión por ambos casos. Y de Karen, si bien aún no hay una sentencia, las autoridades inculparon falsamente al actor de cine, Axel Arenas, lo que causó un impacto mediático; al comprobarse su inocencia, fue liberado en enero de 2018.
Katya también realizaba trabajo sexual. Su madre lo supo tiempo después, de boca de conocidas de su hija. Testimonios en la carpeta de investigación refieren que ella subía las fotografías de sí misma y de otras mujeres para anunciarse en internet; algunas de sus fotos tienen marca de agua del portal ‘fotografiaerotica.com.mx’. Una mujer, que aseguró trabajar con ella, declaró que Katya era la recepcionista que agendaba los servicios sexuales de al menos dos ‘escorts’. Cuando los clientes llamaban al número de contacto que proporcionaban, podían elegir el hotel, la mayoría de las veces ubicado en calzada de Tlalpan.
Han pasado siete años del feminicidio de Katya en un establecimiento de hospedaje y, a la fecha, no hay ninguna persona detenida por este caso y tampoco una investigación sólida. Entre cuestionamientos agresivos por parte de las autoridades, por la muerte de la joven, su madre inició una lucha para que a su hija se le haga justicia.
Múltiples irregularidades en el expediente
El acceso al expediente, con autorización de la familia y del abogado Wilfrido Castillo, permite conocer las irregularidades de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Como que, después de cinco meses de ocurrido el crimen, la recepcionista del Hotel Estadio fue citada para hacer el retrato hablado del presunto agresor; que apenas en 2018, casi un año después de los hechos, las autoridades comienzan a dar con el paradero de personas con las cuales Katya mantuvo alguna relación sentimental o de amistad, pero a la fecha no han rendido declaración alguna; que el análisis de rastreos a los celulares de la víctima y otros contactos se entregaron muchos meses después; además, la carpeta fue abierta en un inicio por homicidio y no por feminicidio, aunque el delito ya estaba tipificado.
La madre de Katya, de 63 años, se había mantenido en silencio hasta ahora, pero la impunidad, las incontables idas y vueltas a la Fiscalía y la revictimización por parte de las autoridades la hacen hablar por primera vez: “Que a mi hija se le haga justicia, que nos escuchen las autoridades, que hagan lo que tengan que hacer, pero que no nos dejen solas”, dice para DOMINGA, la revista digital de MILENIO.
La mamá y la tía de Katya –quienes prefieren que sus nombres no sean revelados por seguridad– acudieron juntas como testigos a reconocer el cuerpo en el anfiteatro y, desde el inicio, se sintieron agredidas por las preguntas de los agentes ministeriales.
“Vinieron las preguntas muy agresivas. El comandante, o no sé qué era, me pasó a un módulo y me dijo: ‘¿a qué se dedicaba su hija? ¿Cómo que no sabe a qué se dedicaba su hija?, pues mire, por eso le pasó lo que le pasó’”, recuerda la mamá, quien se encontraba en shock.
La carpeta de investigación está compuesta por una decena de testimonios, declaraciones de gente que estuvo aquel día en el Hotel Estadio, recepcionistas y camaristas o policías de la SSP; además de dos conocidas más de la víctima. También incluye la entrevista a un hombre que dijo ser su expareja y que, a pesar de que la Fiscalía lo llamó a ampliar su declaración, nunca se presentó y luego ya no fue posible localizarlo, supuestamente cambió de domicilio. Esta persona se llama Francisco Javier y afirmó que era jefe de Katya cuando trabajó como distribuidora independiente de una compañía telefónica; incluso pidió a su mamá que le entregara su computadora.
Para la Fiscalía tampoco fue posible localizar al fotógrafo alemán-estadounidense Kevin Stolz, quien declaró que tuvo una relación sentimental con Katya, a quien conoció cuando le hizo una sesión fotográfica. Él dijo que estaba dispuesto a dar su testimonio, pero que nunca le llegó ningún citatorio de las autoridades: “la policía nunca me contactó para entrevistarme ni preguntarme nada. Yo creo que no fue investigación”, menciona en entrevista.
De hecho, la madre de Katya pudo reunirse con Stolz poco después del feminicidio y aunque se mostró dispuesto a ayudar, incluso económicamente, después de un tiempo no supo nada de él. La señora se sintió traicionada cuando el fotógrafo habló con la prensa y dio detalles personales de su familia sin su autorización.
Hasta el 29 de mayo de 2017, un mes después del feminicidio, la policía cibernética pidió análisis de geolocalización del número de Stolz y del de Katya. Pero sólo lo solicitó por dos días, el 12 y 13 de abril, no antes ni después de esa fecha. Ninguno de los tres teléfonos que Katya utilizaba para comunicarse fueron localizados en la escena del crimen. Otras de sus pertenencias tampoco aparecieron y unas cuantas fueron entregadas a su tía.
“Temo por mi seguridad y la de mi familia, ya que tengo conocimiento que en el lugar donde fue encontrada sin vida mi hija, no fueron halladas sus pertenencias, tales como sus cosméticos y más que nada las identificaciones, ni sus teléfonos celulares”, declaró la mamá de Katya, según la carpeta de investigación.
El retrato hablado del presunto agresor
El expediente también revela que, hasta el 13 de septiembre de 2017, es decir, cinco meses después del feminicidio, la recepcionista del Hotel Estadio que vio al posible agresor en el momento en que pagó la habitación, fue citada para realizar el retrato hablado.
Ella lo describió de cara redonda, piel morena clara, mentón oval, cejas pobladas, nariz ancha y boca mediana pero no fue útil ya que llevaba una gorra con visera y lentes oscuros, cubriendo dos terceras partes de su rostro. Ese fue el último informe que la madre de Katya tuvo en sus manos. En el video, al que por primera vez se tuvo acceso, se observa entrar y salir a un hombre que oculta su identidad con estos accesorios.
Poco antes de que dejara el cargo como fiscal general de Justicia de la Ciudad de México, Ernestina Godoy reconoció que, aunque no habían podido obtener una orden de aprehensión ni contaban con la identidad del agresor, “el caso de Katya Mendoza Ojeda continúa abierto en la Fiscalía Especializada para la Investigación del Delito de Feminicidio y vamos a seguir buscando al perpetrador”.
¿Quién era Katya Mendoza Ojeda?
La familia Mendoza la describe como una niña alegre y sonriente que desde adolescente tuvo que convertirse en el principal sustento económico de su familia, dedicada a la venta de bisutería para pagar la renta del departamento humilde donde viven, al oriente de la Ciudad de México. Cuando tenía 15 años, Katya comenzó a trabajar porque su padre falleció y su mamá, ella y su hermano Mark, que vive con discapacidad intelectual, se quedaron sin casa.
A pesar de sus buenas calificaciones, solamente terminó la secundaria porque prefirió trabajar para que a su familia no le faltara nada. Era quien cubría los tratamientos médicos de Mark –hoy de 29 años–, y también les compraba algún detalle, como sus pasteles de cumpleaños. Así estuvo al pendiente de su mamá hasta una noche antes de su último día con vida, cuando Katya se desveló ayudándola a armar pulseras y collares que salía a vender.
“Quería que tuvieran una casa, que su mamá tuviera un negocio, que su hermano se supiera valer por sí mismo, que estuviéramos unidos”, dice la tía de Katya.
Era el año de 2017 y Katya trabajaba como distribuidora independiente de una compañía telefónica en Paseo de la Reforma. La mañana de su feminicidio estaba trabajando desde su computadora y, según su madre, en la tarde quedó de verse con un amigo que supuestamente iba a prestarle dinero para pagar la renta mensual del departamento.
“Mami, ¿no te vas a despedir de mí?”, fue de lo último que Katya le dijo a su mamá, mientras puso su mejilla para que le diera un beso.
Después, Katya la llamó ese miércoles 12 de abril, alrededor de las 2:38 de la tarde, para preguntar por sus llaves. Y luego, nunca más contestó el teléfono.
Feminicidio en el Hotel Estadio
El Hotel Estadio, un inmueble antiguo de la colonia Roma, se distingue de los moteles de paso porque, desde hace décadas, huéspedes de otras entidades del país reservan habitaciones por varias noches. A las ocho de la mañana del 13 de abril de 2017, Ricardo, camarista, tocó la puerta de la habitación 327 para hacer la limpieza, como correspondía. Como nadie contestó, abrió la puerta. En ese momento se dio cuenta de que la habitación no estaba sola.
Había unas zapatillas casi a la entrada, ropa sobre la cama y, en el piso, el cuerpo ensangrentado de una mujer envuelto en sábanas. Ricardo bajó a avisarle a Cynthia, una de las recepcionistas, quien llamó al 911 para reportar la emergencia. En menos de media hora llegó la policía y más tarde la ambulancia. Uno de los paramédicos confirmó que la joven estaba sin vida desde varias horas atrás; la causa de muerte fue asfixia por estrangulamiento. Entonces las autoridades acordonaron el lugar y dieron inicio al peritaje.
En su declaración como testigo, Claudia, otra de las recepcionistas, refiere que un día antes de que fuera encontrado el cuerpo, es decir, el 12 de abril a las 16:20 horas, ingresó al hotel un hombre en sus 50 años, de complexión robusta, con bigote negro recortado, vestido con una chamarra deportiva verde, una gorra azul, lentes oscuros y una mochila. Se registró como “Víctor Díaz” y pagó 200 pesos en efectivo por una noche en la habitación 327.
Una hora después, a las 17:20, llegó Katya, llevaba un pantalón de mezclilla, sombrero de pescador y una mochila. Preguntó a Claudia si podía subir a la habitación 327 y en dónde estaba ubicada. Ya la esperaban. La recepcionista le permitió el acceso y le indicó el tercer piso. El agresor cometió el crimen poco más de una hora después. A las 18:45, las cámaras del hotel registraron la salida del presunto feminicida, quien dejó las llaves en la mesa de la recepción. Nadie lo vio porque Víctor, el recepcionista que estaba de turno, había ido al baño.
“¿Cómo es posible que, si vieron salir al tipo, los del hotel no fueron y tocaron? A mí se me hace que era lo más prudente que tenían que hacer, a lo mejor ella todavía estaba con vida, pudieron hacer algo y digo: ¿Cómo no hubo nadie que la pudiera defender?, ¿no escucharon sus gritos, no escucharon nada?”, reclama la tía de Katya.
Hoteles feminicidas en la Ciudad de México
Cada abril se cumple un año más del feminicidio de Katya Mendoza. La familia va a verla al panteón en el que está sepultada. Su mamá limpia la tumba de cemento, decorada en tonos rosas, que tiene un nicho en el que reposan además las cenizas de la perrita que fue mascota de sus hijos. Le lleva girasoles, las flores que su hija le regalaba cada Día de las Madres.
En una visita de 2022 le contó que, tras años en el olvido, su expediente fue retomado. Esto ocurrió debido a que el abogado Wilfrido Castillo se comprometió a llevar el caso probono. Se presentaron juntos a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México para pedir informes de los avances y exigió a las autoridades que encuentren al agresor.
Los hoteles y moteles se han convertido en uno de los lugares más comunes donde ocurren los feminicidios, sólo después del domicilio de las víctimas o la vía pública. Esto se debe a que, bajo la promesa de la discreción, los empleados no siempre piden que los huéspedes se identifiquen; y lo que sucede en las habitaciones no es de la incumbencia del personal, aun cuando de violencia de género se trate. En los hoteles feminicidas nada garantiza que las mujeres salgan con vida, mucho menos que el agresor sea detenido.
El Artículo 23 de la Ley de Establecimientos Mercantiles de la Ciudad de México regula a quien preste el servicio de hospedaje mediante el pago de un precio determinado. Menciona que los establecimientos hoteleros deben llevar el control de llegadas y salidas de huéspedes con anotación en libros, tarjetas de registro o sistema computarizado, que incluya nombre, ocupación, origen, procedencia y lugar de residencia.
Pero estos datos de identificación no están registrados, como los de Katya, ni completos, como los de su presunto feminicida. La habitación es el único testigo silencioso ante el asesinato de una mujer que, en la mayoría de los casos, cumple con al menos una de las nueve causales para que sea tipificado como feminicidio, según el Código Penal local: ya sean signos de violencia sexual, lesiones, que el cuerpo sea expuesto, que la víctima se encuentre en un estado de indefensión o incomunicación.
Son decenas de mujeres las que han ingresado a un establecimiento de hospedaje y han sido asesinadas. En una solicitud de información, la Fiscalía enlistó a 28 víctimas de feminicidio en hoteles de 2015 a marzo de 2020 y desglosó el año, la causa de muerte, el nombre del hotel y la alcaldía donde se ubica.
Al preguntar a esta autoridad por datos desglosados y actualizados a 2024, responde que se creó la Fiscalía Especializada para la Investigación del delito de Feminicidio en 2019 la cual, desde entonces, ha sistematizado sólo 15 nuevos casos de 2020 a junio de este 2024, sin dar mayores detalles que el año en el que ocurrieron los feminicidios en hoteles y la alcaldía.
Es decir, la Fiscalía ha reconocido oficialmente en respuestas de solicitudes de información que 43 feminicidios en hoteles de la Ciudad de México, de 2015 a junio de 2024, sin tomar en cuenta que pueda existir una cifra negra. Por ejemplo, las autoridades no enlistan los feminicidios de Katya, en el Hotel Estadio, ni de Génesis, en el Hotel Platino. La alcaldía con mayor número de casos es, precisamente, Cuauhtémoc, donde le quitaron la vida a Katya.
“Me duele mucho que mi hija haya estado en una situación así, pero con mayor razón a mi hija le aplaudo porque creo que ella no estaba cometiendo ningún crimen, desgraciadamente se estaba sacrificando [por su familia]”, dice y para finalizar concluye: “Toda la familia vamos a sentir un poco de alivio al saber que se le hizo justicia, que es lo que estamos buscando”.
GSC/ATJ