El futuro de mil 300 agentes de la Policía Federal (PF), pertenecientes al agrupamiento donde están los lesionados en servicio, que desarrollaron enfermedades de trabajo o por otras causas, es incierto.
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Todos ellos sufrieron alguna lesión en operativos: los hay con mandíbulas destrozadas, daños en la columna vertebral, pérdida de un ojo o quienes desarrollaron enfermedades laborales; no obstante, ahora, ante la desaparición de la corporación, ignoran qué pasará con ellos.
El abogado Osvaldo Carrillo, a cargo de la defensa, dice: “Todos tienen familia e hijos pequeños, pero no aceptarán reacomodo alguno; por dignidad exigen la indemnización de ley. Ya obtuvieron un amparo que los protege hasta finales de este año, pero el resto es incertidumbre”.
Daniel Quintano, cuyo historial médico refiere daño testicular, lesiones en el pie, rodilla y columna, además de un hombro reconstruido, explica: “Pese a tener documentado que somos personas con discapacidad, algunos mandos nos han dicho que sí cumplimos el parámetro para ser parte de la Guardia Nacional”.
La idea de transferirlos a la nueva corporación es solo una opción, pero oficialmente no se ha informado cuál será la situación de este 20 agrupamiento, creado en 2011.
Entre sus filas hay historias como la de Omar Terreros, quien era un cadete, de 23 años, cuando su mando de la entonces Policía Federal Preventiva lo envió a su primer operativo, el cual se convirtió en un infierno: el desalojo de la carretera Alpuyeca-Jojutla.
Fue el 8 de octubre de 2008 y Omar recuerda: “La población se cerró y nos empezaron a golpear, nos lincharon literalmente. Ahí fuimos aproximadamente ocho personas linchadas. Fue tanta la golpiza que recibí que llegó un momento en que ya no sentía los golpes. Nada más me sentía como si estuviera en un vaivén, ya no tenía fuerzas para sostenerme de pie, no sé realmente cuánto tiempo fue”.
La columna vertebral de Omar se dañó a tal grado que ya no volvió a caminar. El Issste solo reconoció 30 por ciento de su lesión como riesgo de trabajo. Además del dolor físico por una lesión de esta magnitud, muchos de estos policías se han enfrentado a la burocracia del Issste.
Incluso una vez sorteado esos trámites en el sistema de salud, los agentes deben enfrentarse a una nueva realidad: con sus capacidades físicas disminuidas sufren el maltrato al volver al trabajo.
La experiencia de Norma Madera es representativa, ya que la animadversión de un mando la ha llevado a desempeñar un trabajo crudo. “Me dijo que ya no servía para otra cosa, me puso a lavar baños y siempre me hacen burlas y me hostigan”.
La presión la afectó emocionalmente que ha intentado quitarse la vida.
Para Madera, el golpe resulta especialmente duro porque la Policía Federal era mucho más que un trabajo. Explica que desde su incorporación al agrupamiento ha tenido presente un compromiso personal y colectivo. “La vez que me puse el uniforme para mí fue una de las grandes metas de vida. Ahora con la extinción de la Policía Federal no hemos sido considerados, no se nos ha dado apoyo”.
Daniel Rojano, por ejemplo, cuyo caso sucedió en un emboscada en Michoacán, relató: “Recibí cinco impactos de arma de fuego, ya llevo nueve operaciones y estoy en espera de la décima”.
Ante esto, el reclamo del abogado Carrillo, quien representa a 200 del total de los oficiales, suena urgente: “pedimos que se les indemnice conforme a la ley por despido injustificado”.