Carolina Estefanía, estudiante de la Escuela Nacional de Antropología e Historia fue hallada sin vida en su domicilio, luego de que la reportaran como desaparecida tras salir de su casa en la colonia Lomas de la Era, en la alcaldía Álvaro Obregón el 13 de enero.
Luego de su desaparición, elementos de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México iniciaron la investigación, ordenaron la elaboración inmediata del volante que daba cuenta de la desaparición de la joven e instruyo rastreos y la activación de protocolos de búsqueda, de acuerdo con un comunicado.
La búsqueda de la Policía de Investigación, corporación que pertenece a la fiscalía de la Ciudad de México, concluyó y ubicó el cuerpo de la joven en su propia casa, ubicada en la colonia Lomas de la Era, en Álvaro Obregón; sin embargo, hasta el momento no se ha informado de los detalles de la muerte.
En el comunicado se menciona que la fiscalía capitalina se encuentra en espera de la necropsia de ley para establecer las causas de la muerte de la joven de 22 años.
Alejandra Frausto lamenta muerte de estudiante
La secretaria de Cultura, Alejandra Fraustro, lamentó la muerte de la joven Carolina en sus redes sociales y les dio el más sentido pésame a su familia y amigos.
"Con mucho dolor compartimos esta noticia. Confiamos en que las autoridades esclarecerán las circunstancias de la muerte de Carolina. Mi más sentido pésame a su familia y amigos, reiteramos todo nuestro apoyo", comentó.
La desaparición de la joven
Carolina Zea, madre de la joven, contó a MILENIO que aquel 13 de enero, su hija estaba con su hermano menor en casa, pero luego se salió cerca de las 13:00 horas porque iría a recoger una blusa y de ahí a una sucursal del Banco Azteca, ubicada en Avenida 29 de Octubre, institución bancaria donde recibía una beca de unos mil pesos, los cuales, a veces “cuando se le antojaba un refresco o algo sacaba su dinero”.
Cuando su madre regresó de trabajar, cerca de las 15:30 horas le preguntó a su hijo dónde estaba Carolina y éste respondió ‘fue a recoger una blusa y al banco’ y pensó que no tardaría más. No obstante, una hora y media después le llamó para saber si tardaría más o la esperarían a comer, pero ya no contestó.
“Sonaba el celular, pero ella ya no me contestaba. Entonces dije ‘¡Bueno! Igual y se encontró con una amiga’, pero ya era más noche le marcaba y no me contestaba. Le dije a mi hijo que nos durmiéramos pensando que Carolina estaba con un amigo, ya sabe cómo son los jóvenes, e igual se había ido de parranda y al rato llegaba. Nos dormimos, pero yo me despertaba y no llegaba. Dije ‘se encontró a alguien y se fue, pero ahorita me manda un mensaje’ porque ella es lo que acostumbra.
“Antes de la pandemia salía, pero me avisaba siempre si la invitaban a una fiesta. Me decía que le diera permiso y yo le decía que estuviera comunicada conmigo, siempre lo hacía. Si salía a algún lado y se iba a quedar en la casa de alguien me avisaba ‘Mamá, sabes qué, ya es tarde; aquí me quedo, mañana llego a la casa’. Yo prefería que hiciera eso a que anduviera en la noche”.
Carolina aún conservó la esperanza de que su hija llegara el 14 de enero pasado, pensando que se le había olvidado avisar. La madre se fue a trabajar y cuando regresó le preguntó de nuevo a su hijo si no había llegado la joven, ya que en el transcurso de ese jueves la señora Zea estuvo marcándole de nuevo a su hija, pero de nueva cuenta no le contestaba.
Tras varias llamadas, la señora creyó que Carolina llegaría en el transcurso de la tarde, hasta “que se hizo de noche otra vez” y decidió contactar a un primo de la joven, con quien se lleva muy bien, y le preguntó si sabía algo de ella y éste dijo que no la había visto. “Su primo dijo que le mandaría un mensaje, pero sin advertir que la estaban buscando por cualquier cosa.
Le mandó un mensaje diciéndole ‘¿Charra (como es conocida Carolina) dónde andas? Necesito que me hagas un paro, en cuanto puedas márcame’. Recibió los mensajes y las llamadas, pero no las contestaba y no revisaba los mensajes”.
bgpa