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Del Cártel del Noreste a Sangre Nueva: las escisiones de Los Zetas que sobreviven en Veracruz

Durante la primera década de los 2000, el sanguinario grupo criminal instauró en el estado un dominio de terror y violencia cuyas consecuencias se extendieron hasta la actualidad.

Ciudad de México /

A Los Zetas les bastaba la más mínima sospecha para asesinar a sangre fría a cualquier persona -inocente o no- que interfiriera en sus intereses. Torturas impensables, masacres, la exposición y destazamiento de cuerpos, amenazas y muchas otras prácticas criminales hicieron del terror un mecanismo que alimentó la ambición de la organización delictiva por controlar el este de México.

Aunque su origen se gestó dentro del Cártel del Golfo en Tamaulipas, fue Veracruz uno de los estados en donde el también llamado cártel de la última letra asentó su poderío y logró infiltrarse en cada uno de los aspectos de la vida cotidiana de comunidades enteras que se vieron atravesadas por su imparable expansión.

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Fue así como durante la primera década de los 2000, una gran parte del territorio veracruzano fue sometido bajo el yugo zeta, sin embargo y como es común en grandes organizaciones delictivas, la detención o abatimiento de sus líderes provocó una fragmentación que dejó a su paso múltiples células que no sólo conservaron parte del nombre original sino también viejas prácticas que continúan sembrando terror en distintos municipios del estado.

El dominio Zeta en Veracruz

Los Zetas tuvieron su origen en el Cártel del Golfo | Especial

Veracruz colinda al norte con Tamaulipas y al este con el Golfo de México. Su ubicación, lo coloca no sólo como un territorio basto en recursos naturales sino también como un punto de cruce obligatorio de rutas que conectan al norte del país con el sureste.

Dichas características resultaron suficientes para que el Cártel del Golfo, oriundo de Tamaulipas, buscara expandir su influencia y control a estados colindantes, una misión para la fue crucial su brazo armado: Los Zetas.

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El origen de Los Zetas

A finales de la década de los noventa, Osiel Cárdenas Guillén reclutó a una cuadrilla de desertores del Ejército Mexicano que formaban parte del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFES). Aquellos militares, que contaban con un alto entrenamiento en el manejo de armas y tácticas de guerra, pasaron de formar parte de las Fuerzas Armadas a la delincuencia organizada con el objetivo de proteger a los líderes y los negocios del Cártel del Golfo.

Con una crueldad nunca antes vista en México, Los Zetas se hicieron responsables de proteger el suministro de cocaína y las rutas para el tráfico de drogas y dinero, dando inicio así al periodo de expansión más relevante del Cártel del Golfo.

"En ese mismo año (2004) Los Zetas comenzaron a expandir su influencia en la esfera política. Efraín Torres, uno de los fundadores de Los Zetas, proporcionó grandes cantidades de dinero a un candidato a la gubernatura del estado de Veracruz. Según la declaración bajo protesta de un agente del FBI, este candidato fue Fidel Herrera, quien ocupó el cargo de gobernador de Veracruz de 2004 a 2010 [...] varios testigos también mencionaron pagos a la campaña electoral de Fidel Herrera en el 2004", reza un análisis de testimonios en juicios contra ex integrantes del grupo criminal realizado por la Clínica de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas.

El control que el cártel de la última letra comenzó a tener en Veracruz se manifestó de diferentes maneras, incluyendo violencia extraordinaria y corrupción. En el citado informe se exponen explicaciones de testigos que narraron cómo Los Zetas lograron ejercer influencia sobre las fuerzas policiales, fiscalías y demás funcionarios públicos para evitar que interfirieran con sus operaciones y para sembrar terror en distintas zonas.

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"Los Zetas mantuvieron el control sobre la policía, garantizando su cooperación a través de la intimidación y la fuerza. Si un policía se negaba a hacer ciertas cosas, Los Zetas lo amenazaban a él y a su familia", abunda el análisis de la Universidad de Texas.

Los policías que comenzaron a formar parte de la nómina zeta se encargaban también de monitorear el tráfico de drogas, de brindar protección y de proporcionar información relevante a los jefes de plaza. Dicha colusión quedó evidenciada también en los múltiples casos de desaparición forzada que se suscitaron en el estado y que han sido ampliamente documentados.

"A las tres de la tarde, a plena luz del día, un comando armado lo levantó. Me dijeron que era un comando armado acompañado con una patrulla de policía [...] Después de siete años sé que fue la Policía Intermunicipal los que levantaron a mi hijo en complicidad con la organización de los Zetas. Siempre su forma de operar era: iba la intermunicipal y detrás la camioneta cerrada oscura", se lee en un testimonio recopilado en el informe Dignificando la memoria: la desaparición de personas en Veracruz (2019).
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Los testimonios presentados en los juicios de ex integrantes de la organización delictiva en Texas dan cuenta de que Los Zetas no sólo influyeron sobre policías municipales o estatales de bajo rango, sino también en procuradores estatales y federales, centros penitenciarios estatales, sectores de la extinta Policía Federal, del Ejército mexicano y políticos estatales.

Por ejemplo, a finales de 2010 el Subsecretario de Turismo de Veracruz, José Guillermo Herrera Mendoza, fue implicado en el secuestro y extorsión de Alfonso del Rayo, un empresario de bienes raíces del estado. La víctima fue privada de su libertad y torturada por Los Zetas durante nueve días.

"Los testigos también implicaron a dos gobernadores de Veracruz durante los juicios. Uribe describió una reunión que él tuvo con Lazcano, Cien, Daniel Menera y una contadora en una casa que le pertenecía a Javier Duarte, el gobernador de Veracruz del 2010 al 2016 [...] En otra ocasión, Efraín Torres, un líder de Los Zetas, le dio 12 millones de dólares a Colorado Cessa para apoyar la campaña electoral de Fidel Herrera para gobernador de Veracruz en el 2004", expone el análisis publicado por la Clínica de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas.
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Mientras Los Zetas se infiltraron a través de sobornos e intimidación en instituciones gubernamentales, también realizaron múltiples atrocidades a la población civil en el afán de mantener control de su territorio, el tráfico de sustancias ilícitas, los integrantes del cártel y su red de trabajadores.

Si bien entre sus víctimas se ubicaron “traidores” o integrantes de organizaciones delictivas rivales, también hubo inocentes, mujeres y niños. El costo por no alinearse con su gobernanza criminal era alto, así como las traiciones o interacciones con cárteles rivales, sin embargo y pese a su dominio de terror, sus liderazgos más relevantes fueron cayendo.

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Luego de que Heriberto Lazcano -líder de Los Zetas- fuera asesinado en el 2012, el liderazgo de la organización quedó en manos de dos hermanos que se distinguieron por la brutalidad de sus actos: los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño Morales.

Mejor conocidos como El Z40 y El Z42 respectivamente, ambos habían logrado tener una fuerte influencia en Veracruz dado que desde 2007 Miguel Ángel se desempeñaba como jefe de plaza en el puerto. La relevancia que cobró en el organigrama criminal se vio reflejada en el hecho de que en la segunda mitad de la década de los 2000, gran parte de las operaciones del Cártel del Golfo en Veracruz eran dirigidas por Los Zetas.

El modelo de financiamiento que se instauró en la organización delictiva consistió en permitir que células locales de Los Zetas pudieran obtener rentas directamente en la zona, a través de actividades criminales como secuestro, extorsión, tráfico de personas, el robo, la operación de bares y giros negros, la prostitución, el narcomenudeo, la explotación ilegal de recursos naturales, el huachicol, entre otros. Mientras que el narcotráfico continuaba siendo la principal fuente de ingresos para el Cártel del Golfo, Los Zetas se sostenían de dichas economías ilícitas.

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Para 2010 la alianza entre el Cártel del Golfo y Los Zetas se rompió y Veracruz se convirtió en uno de los principales escenarios de disputa ya que, aunque el cártel de la última letra operaba la mayor parte del estado, el del Golfo no podría prescindir de la entidad debido a su importancia operativa y su cercanía con Tamaulipas.

Pese a su rápido crecimiento y poderío, la pérdida de sus principales líderes entre 2012 y 2015 detonó un proceso de fragmentación que, de acuerdo con un informe del Gobierno de México, segmentó a la organización en varios grupos que hasta la fecha se disputan los territorios que antes controlaban, incluyendo Veracruz.

El punto sin retorno fue el arresto de Omar Treviño Morales pues, por primera vez en su historia, la línea sucesoria no fue clara, lo que derivó en el inicio de una lucha interna por el poder. En 2014, la primera gran escisión del cártel apareció en el mapa bajo el nombre de Zetas Vieja Escuela, la cual de acuerdo con un informe de AC Consultores, mantenía presencia en municipios como Atoyac, Chincontepec, Pánuco, Papantla, Poza Rica, Yanga, Córdoba o Tuxpan, al menos hasta 2023.

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En 2015, un sobrino del Z40 y del Z42 optó por continuar con el sanguinario legado de sus tíos. Juan Francisco Treviño Chávez, alias El Kiko, fundó su propia facción de la organización delictiva la cual, para diferenciarla de las otras emergentes, nombró como el Cártel del Noreste.

Si bien dicho grupo criminal operó en un inicio únicamente en el norte de Veracruz, posteriormente también marcó presencia en municipios como La Antigua, Minatitlán o Coatzacoalcos.

Además de Zetas Vieja Escuela y el Cártel del Noreste, encontramos otras unidades de Los Zetas de menor tamaño, que también surgieron a partir del desmembramiento de las organización, entre ellos, Los Talibanes, Sangre Zeta, Grupo Operativo Zeta, Unidad Zeta, Grupo Delta Zeta, Fuerzas Especiales Zetas, Célula Independiente 35-Z, Los Legionarios, Los Hijos del Diablo, Néctar Lima y El Círculo.

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Pese a las múltiples células delictivas de Los Zetas que surgieron, el citado informe del Gobierno de México realiza énfasis en destacar una cuyas operaciones cobran gran relevancia en Veracruz: Sangre Nueva Zeta.

"Se trata de un grupo que opera de forma independiente tanto en Puebla como en Veracruz, el cual se encuentra al mando de Roberto de los Santos de Jesús, alias El Bukanas, y es una de las principales bandas en el país que se dedica al robo de ductos de combustible", puntualiza el informe sobre la evolución de las organizaciones criminales en el estado.

El debilitamiento de Los Zetas y su fragmentación generó en Veracruz el surgimiento de grupos delictivos que actúan con independencia entre ellas, concentrando sus actividades en mercados específicos como el narcomenudeo, el secuestro, la extorsión, el huachicol o el tráfico de migrantes.

Aunque continúan disputándose el control de plazas relevantes, la incursión del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) también ha provocado un dinamismo entre esas mismas escisiones de Los Zetas que, en ocasiones, forjan alianzas frágiles pero funcionales para frenar la expansión de la organización rival.

Dicha dinámica criminal, mantiene vivo el legado de Los Zetas en Veracruz que, aunque ya no acumula el mismo poderío que décadas atrás, continúa dejando crudos y violentos episodios.

ATJ

  • Anel Tello
  • Periodista egresada de la FCPyS, UNAM. Amo los ositos cariñositos pero cubro temas de narcotráfico, justicia y seguridad. Aprendiz de realidades.

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