La FGR no quita el dedo del renglón del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta: a casi 30 años del magnicidio, la institución dio a conocer la existencia de un segundo tirador identificado como un integrante del CISEN.
El homicidio del que fuera candidato al PRI para la Presidencia de 1994 metió a México en una crisis política, mientras que al legado del sexenio de Carlos Salinas de Gortari se sumó una tripleta de magnicidios que— al día de hoy— no se han esclarecido.
El recuerdo de Francisco Ruiz Massieu
“Fue una especie de crimen de estado. A él, lo sostengo, lo mandó a asesinar Carlos Salinas de Gortari”, dijo Félix Salgado Macedonio a Claudia Ruiz Massieu en el Senado. “No le permito que mencione a mi familia sin fundamento”, respondió la hija del priísta ejecutado en 1994, Francisco Ruiz Massieu.
La trayectoria que el entonces Secretario General del PRI había forjado dentro del partido terminó en septiembre de aquel año, tan pronto Daniel Aguilar Treviño accionó la subametralladora que arrebató la vida del político, esposo y padre de una joven de 21 años deseosa de seguir sus pasos; Claudia Ruiz.
Corrían los últimos meses del sexenio de Carlos Salinas de Gortari. La herida por la muerte de Luis Donaldo Colosio seguía abierta— tanto en el PRI, como en la ciudadanía—, cuando el asesinato del cuñado del aún presidente volvió a tambalear a la política mexicana.
Era la mañana del 28 de septiembre de 1994 en la Ciudad de México. El Hotel Casa Blanca había sido sede de la reunión de 180 de diputados electos del PRI con Ruiz Massieu y otros dirigentes del partido. Nadie se imaginó que ese sería el último encuentro del Secretario General.
Y es que mientras José Francisco intentaba abordar su automóvil para retirarse del lugar, Daniel Aguilar aprovechó para dispararle en el cuello dejándolo gravemente herido. El jurista fue trasladado al Hospital Español aún con vida, donde dio su último respiro a raíz de la hemorragia provocada por la detonación.
Mientras el priísta luchaba por su vida, el autor material fue capturado en un intento por huir de la escena del crimen. Pero el joven de 28 años y oriundo de Tamaulipas no había actuado solo, pues en su declaración señaló a su primo Carlos Ángel Cantú Narváez de ser cómplice del magnicidio.
El caso se tornó en escándalo nacional por las personalidades que poco a poco se vieron involucradas e incluso identificadas como autores intelectuales. El hilo inició con Fernando Rodríguez, Secretario Técnico de la Comisión de Recursos Hidráulicos de la Cámara de Diputados; pasó al diputado y subsecretario de Organización del CEN del PRI, Manuel Muñoz Rocha, y hasta salpicó al hermano de Carlos Salinas, Raúl Salinas de Gortari.
“Una bala mató a dos Ruiz Massieu, a uno le quitó la vida y a otro le quitó la fe y la esperanza de que en un gobierno priísta se llegue a la justicia. Los demonios andan sueltos y han triunfado”, externó el hermano de José Francisco, Mario Ruiz Massieu.
- Te recomendamos Francisco Ruiz Massieu, el dirigente del PRI que fue asesinado Política
El 28 de febrero de 1995 (ya en tiempos de Zedillo), Raúl Salinas de Gortari fue detenido en la capital acusado de ser el presunto autor intelectual del homicidio de Ruiz Massieu. Ello luego de que el propio Rodríguez aseguró que Raúl había ordenado al entonces desaparecido Muñoz Rocha ‘deshacerse’ de su ex cuñado, movido por las riñas que sostenían dentro del PRI.
El hermano del ex presidente recuperó su libertad en junio de 2005 al ser absuelto del crimen que le había merecido 50 años de prisión, posteriormente reducidos a 27.
Juan Jesús Posadas, víctima de la confusión y la violencia
El Aeropuerto Internacional de Guadalajara se convirtió en arena de caos y terror, luego de que una ráfaga de balazos perturbó la tranquilidad de aquel 24 de mayo de 1993 y arrebató la vida de uno de los ‘príncipes’ de la iglesia.
Un vehículo Grand Marquis blanco fue el objetivo de aquel tiroteo, no así, según la versión oficial, las personas cuyos cuerpos yacieron en su interior: la muerte del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue producto del clima de violencia; de la guerra entre grupos delictivos, de una confusión.
“Queremos la verdad, no el armado de escenarios”, gritaron jóvenes católicos que en mayo del 2023, a 30 años del magnicidio, salieron a las calles a exigir justicia por el crimen contra el obispo considerado como un guía y un mártir.
Ante el restablecimiento de las relaciones entre México y El Vaticano, Posadas Ocampo pretendía recibir en persona al Nuncio Apostólico Girolamo Prigione. Ahí, en el estacionamiento del puerto, dos hombres armados rodearon el vehículo y abrieron fuego directo contra el Cardenal y su chofer, Pedro Pérez Hernández.
Catorce tiros les quitaron la vida a ellos y a seis personas más, desatando luto y escándalo a nivel nacional: ¿Quién y por qué?, eran las interrogantes que, a más de tres décadas del hecho, no han tenido respuestas claras.
- Te recomendamos Murió Girolamo Prigione, primer nuncio apostólico en México Más Estados
Edgar Nicolás Mariscal, alias “El Negro”, confesó ante las autoridades haber disparado al clérigo en coordinación con el ya fallecido “El Güero Jaibo”— ambos de la organización de los Arellano Félix—, luego de confundirlo con el verdadero remitente de las balas: Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Pero las versiones sembradas en el Grupo Interinstitucional (conformado por la PGR, el Gobierno de Jalisco y demás autoridades del Estado y la Iglesia) no sólo consideraban esa hipótesis, también un posible ataque directo. Sin embargo, no se llegó a ninguna conclusión conjunta y mejor, en febrero del 2014, el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez “exoneró” a los grupos delictivos:
“Querían hacer coincidir a las dos bandas, la de El Chapo y la de los Arellano Félix en el momento que la Policía Judicial Federal iba a ejecutar al Cardenal, pero no coincidieron. (...) los narcos no fueron los que mataron al Cardenal”.
ASG