"El coyote ya me dijo que sí es mi hija". Están saliendo en las noticias. "Ella ya está muerta, ya sale su nombre completo", expresó Olga Pérez, madre de Cristina García, quien presuntamente habría estado en el grupo de personas que fueron asesinados en Tamaulipas la semana pasada.
Olga vive en el municipio llamado Comitancillo, del departamento de San Marcos, encallado en la sierra guatemalteca, en donde la neblina baja temprano, pero la pobreza nunca se va.
La incertidumbre y desesperación de quienes aseguran ser familiares de los migrantes asesinados y calcinados en Camargo, Tamaulipas, crece cada día más, y sin un cuerpo que sepultar sólo les queda recordar a sus seres queridos.
"Eran personas inocentes, no delincuentes ni asesinos, eran personas de bien", dice el papá de Cristina García.
Se ha comprobado la nacionalidad guatemalteca de dos cuerpos, pero el gobierno de ese país ha pedido esperar a confirmar que el resto son sus connacionales para iniciar proceso de repatriación.
Aquí, quien tiene suerte de encontrar trabajo debe recorrer kilómetros caminando para llegar a él.
MILENIO llegó hasta la casa de Cristina en vehículo, pero el camino obligó a terminar el recorrido caminando. La vista es inmejorable, pero los voladeros son un riesgo y las casas están a punto del quebranto. No hay quetzales (la moneda local), dinero, y todos, o la mayoría, aspira a tener billetes verdes; lograr el sueño americano, cruzar la frontera, pero antes de eso está la prueba más peligrosa: México.
El intento de Cristina no sólo deja una herida incurable para sus padres, también quedaron con una deuda arriba de 100 mil quetzales (poco más de 260 mil pesos), que utilizaron para pagar el coyote (20 mil quetzales), un celular de última generación, una mochila de viaje “buena”, ropa y muchos gastos más que genera este viaje y que son exigencias de quienes se comprometieron a cuidar a quienes dejaron su hogar.
“Mi santa Cristina me dijo que iba a trabajar medio día para pagar la operación de mi papá, que tiene una carnosidad en su ojo, y otro medio día, para el labio (leporino) de su hermana, y que después vendría el pago de su deuda, pero ahora ella ya no está”, o al menos ya no contesta desde el día que encontraron a unos migrantes calcinados en Tamaulipas. "El coyote no cumplió. Yo me quería suicidar, pero mis hermanos me hicieron ver que tengo otros nueve hijos".
La situación es casi la misma para al menos 13 familias que no han sabido nada de sus seres queridos que partieron desde San Marcos, atravesaron México y solo faltaba por cruzar Tamaulipas. La mayoría eran el sustento de los 13 hogares, buscaban mejorar la situación. Querían universidad para sus hijos, atención de salud o tan sólo poder levantar su casa.
Jaití Girón, esposa de Iván Gudiel Pablo Tomás, perdió contacto con él durante el viernes antepasado, y le dijeron que tuvo un accidente, pero los testimonios son los mismos; que murió calcinado.
"Él trabajaba para sostener a nuestra familia pero no no le alcanzaba porque estamos pagando una deuda en el banco que tenemos entonces no le alcanzaba por eso él decidió irse para allá”, dice la mujer de 25 años con una niña de menos de un año en brazos.
"Era una persona buena conmigo nunca me faltó al respeto le gustaba trabajar, pero no nos alcanzaba... me duele, no puedo creer que mi esposo ya no está, no puedo creerlo. Ahora tengo que sacar a mi hija adelante sola”.
El gobierno no ha ofrecido algún tipo de ayuda, pero varias organizaciones religiosas han hecho colecta y entregaron casi 130 mil pesos a las 13 familias de la zona, además de despensa.
Reunidos para orar en Comitancillo, los familiares dicen tener resignación, pero es más difícil sin un cuerpo que sepultar.
“Sólo pedimos a las autoridades que hagan favor de repatriar los cuerpos, que trabajen duro por los cuerpos porque nosotros, los 13 familiares estamos adoloridos porque no hemos visto el resto del cuerpo, entonces suplicamos a las autoridades tanto aquí en México como en Guatemala para que ellos hagan lo posible repatriar la familia, porque es duro y lamentablemente lo que pasó con nosotros, como papá, yo como papá, de la santa Cristina García Pérez, una muchacha honrada, respetuosa, amable, cariñosa que soñó ir allá a Estados Unidos; no era delincuente, tampoco ladrón, era inocente”, comentó Ricardo García quien se avienta a mandarle un mensaje de ayuda al presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
“Esperemos en ti señor presidente de Estados Unidos, nosotros no somos ladrones, delincuentes ni tampoco asesinos nosotros queremos llegar allá pero por una necesidad, para que la familia supere para que la familia tenga mejor vida pero no fue así”.
dmr