Cuando María habla de sus hijos, el tono de su voz cambia y su mirada se ilumina, ella como otras 701 mujeres policía en Tamaulipas, probablemente no pasarán el Día de las Madres con los suyos, pero lo harán seguras que trabajando y sacrificando su tiempo podrán darles una mejor calidad de vida.
En la Secretaría de Seguridad Pública hay 172 mamás laborando en los Centros de Ejecución de Sanciones (los penales), 509 en el área operativa, es decir combatiendo a la delincuencia, y 21 más en reintegración social y el área administrativa.
Entre ellas está María, una mujer sencilla pero de hablar directo, su palabra pesa entre los 3,798 hombres que la rodean, si, ella trabaja en un mundo varones, en medio de R15 y berettas 9 milímetros, chalecos antibalas y disciplina, pero a la distancia, además, ejerce la labor más complicada en la vida, educar a sus dos hijos.
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Ella es originaria de Oaxaca, en su tierra natal estudió la licenciatura en Administración en Empresas Marítimas, sin embargo se casó, y luego se fue vivir a la zona sur de Tamaulipas en compañía de su marido, que no lo dejó trabajar. Se dedicó por varios año a la crianza de sus dos hijos y la atención de su hogar, no por eso dejó de ser productiva, ella vendía gelatinas de mosaico para apoyar a su esposo.
Años más tarde enfrentó un divorcio y con ello el gran reto de encontrar un trabajo que le permitiera darle a sus dos niños una buena calidad de vida, jamás había tenido un empleo donde tuviera un buen salario, pero no se rindió y salió a buscar.
Un día cuando iba en un autobús observó un cartel, era la convocatoria para ingresar a la Policía Estatal, en su tierra ser elemento de Seguridad Pública no era de gran respeto, pero en Tamaulipas ofrecían una buena paga y prestaciones, justo lo que ella necesitaba para garantizar la educación de sus hijos, así que decidió probar suerte.
Hace más de cinco años ella viajó a Ciudad Victoria, con sus papeles, una pequeña maleta y el corazón apretujado, pues en Altamira había dejado a los dos amores de su vida, al cuidado de su abuela y su papá, mientras ella luchaba por ganarse el uniforme.
Unos meses de adiestramiento, una semana de evaluaciones, sin derecho a tener su celular, sólo los fines de semana, que le sabían a gloria, pues en esos dos días podía hablar con sus dos niños.
Los días pasaron entre el hotel donde vivía y el Complejo de Seguridad Pública, hasta que la llamaron junto a otros de sus compañeros; de los 200 aspirantes sólo habían pasado 25, ella era uno de los nuevos elementos de la Policía Estatal.
Una vez graduada a trabajar, primero estar en Altamira, luego en Tampico, en Laredo, en Reynosa, Matamoros y Ciudad Victoria, en la mera mata del peligro, pero siempre dispuesta a ayudar a la ciudadanía y fungir dentro de la secretaría, ha sido poste, escribiente, despachadora en C4, punto, pie tierra y al mando de unidad, ella no se raja, por sus hijos y por Tamaulipas siempre en la raya.
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Sus niños ya no lo son tanto, ahora uno tiene 14 y el otro 18 años, se la pasan siempre hablando maravillas de su mamá, se sienten muy orgullos, lo que ella gana es suficiente para los tres.
“Se sienten seguros en que yo tenga este trabajo, y ellos siempre me dicen que oran por mí, donde quiera que yo ande, y siempre les he dicho que voy a procurar cuidarme al máximo por ellos, porque son mi motor, por ellos estoy aquí”, dice María, mientras sonríe y su rostro se llena de dulzura, pese a que lleva puesto un chaleco antibalas que pesa 8 kilos y tiene su mano derecha en su arma de cargo, una AR15.
Ser mamá a distancia no ha sido sencillo, el celular su mejor herramienta para meter freno a las ocurrencias de sus hijos, pero reconoce que ha tenido ayuda, su cuñada, el papá y hasta los vecinos, estos últimos sus mejores informantes cuando las cosas no marchan como deberían en su casa.
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25 días fuera y apenas cinco de descanso, en estos últimos corre a ver a su familia desde la frontera norte hasta el sur, para apretar las tuercas y abrazar a su mejor proyecto de vida, sus dos niños.
Lo más difícil para ella es toparse de frente a la delincuencia y darse cuenta que entre ellos hay adolescentes de la edad de sus hijos, ella los ve con ojos de mamá, pero tiene que olvidarse de ello, hay que hacer cumplir la ley, ellos han robado o matado.
“Nunca, nunca desee ser policía, yo estudié mi carrera allá en mi tierra, ahí el policía no es valorada, allá en Oaxaca vemos al policía como un servidor público pero no es como acá, acá se ve más flamante llama más la atención, la necesidad también, el hecho de tener un trabajo suficiente para mantener a mis hijos y mi espíritu de servicio, me hizo entrar aquí y estoy muy orgullosa de mi trabajo”, aseguró María.
SJHN