Los alaridos en el supermercado guiaron a los guardias del turno nocturno hasta la policía Elizabeth Castañeda. Cuando la encontraron en el piso, atenazando su cuello con las manos para detener la hemorragia, supieron que habían entrando en una carrera contra el tiempo: ya había charcos de sangre alrededor de la uniformada y la ambulancia debía sortear el pesado tráfico del 25 de noviembre pasado en la Avenida San Jerónimo, en la alcaldía Álvaro Obregón, si quería salvarla de un letal choque hipovolémico.
La policía no había sido herida por un ladrón. Tampoco por un cliente violento. El hombre que deslizó un cutter por su cuello era otro policía: su jefe Óscar Bastida, quien, después del intento de asesinato, huyó del supermercado donde estaba comisionado como vigilante. A los pocos minutos, Bastida fue detenido por otro policía, a quien le llamó la atención ver a un compañero uniformado corriendo erráticamente y con sangre en las muñecas y el cuello: el agresor pretendía suicidarse.
Gracias a la rápida actuación de los guardias y paramédicos, Elizabeth Castañeda sobrevivió al ataque y evitó ser parte de una estadística creciente: los policías que son asesinados por otros policías. La desgracia de morir a manos de un compañero.
El consultor en seguridad pública Daniel Gómez Tagle midió este inusual fenómeno en su informe Mortalidad Policial en México, una mirada a la Estrategia Nacional de Seguridad Pública en el sexenio anterior a través de las muertes de dos mil 874 policías, y que es compartido en exclusiva para MILENIO.
Los datos arrojan que cada mes y medio, en promedio, un uniformado muere por la actuación de otro. En total, ocurrieron 47 policidios por agresores con placa y uniforme durante la administración obradorista. El enemigo viaja en patrulla.
¿Por qué se matan entre policías?
“Es muy difícil encontrar una relación orgánica entre estos homicidios. En el análisis que hice, un 30 por ciento resultan de conflictos internos entre los policías. Un 17 por ciento son casos fuera de servicio. Y cuando los asesinatos ocurren en servicio se documenta que hay consumo de alcohol o metanfetaminas. Un 13 por ciento está clasificado como muerte accidental, aunque hay tres casos en el que se dice que hay una confusión… pero le disparan a la cabeza al policía.
“Hay otros casos de pleito por deudas. Otros casos tienen que ver con sanciones laborales, es decir, le ponen un castigo al policía y en venganza mata al compañero. Por eso, el patrón no es tan importante en este tipo de muerte de policías, sino en el contexto del trabajo policial”, asegura Gómez Tagle, quien dirige el proyecto Azul Cobalto, que analiza la violencia contra las policías en México. “Desde el análisis integral, el motivo principal son las condiciones laborales”.
EL DATOPolicías estatales, con mayores asesinatos
A pesar de que hay más policías municipales en México que policías estatales, estos últimos representan casi la mitad de los casos, son 23 asesinados.
“Las policías estatales tienen menor volumen de agentes en relación a la dispersión geográfica y eso les genera más carga operativa. Entonces hay un estrés laboral muy marcado y jornadas de trabajo más pesadas.
“También hay que pensar que es un problema de recursos económicos y materiales, que no son simultáneamente proporcionales. Los policías municipales son los que menos reciben. Entonces, los municipales dejan de trabajar y eso impacta en las cuotas de delitos y en las cifras negras. Los estatales absorben una carga que no les corresponde porque, en teoría, tienen mejor trabajo y mejor preparación”, asegura Gómez Tagle.
El uniformado que investiga a los uniformados sucios
Además, está el componente del poder. La cadena de jerarquías en la policía mantiene siempre en tensión a los mandos y a los subordinados. Enojos, agravios, venganzas. ¿Cómo es posible que un policía tenga su arma de cargo en días de descanso y la use para matar a otro policía? La respuesta estaría en la impunidad que sabe que obtendrá en medida del poder que tenga dentro de su agrupación.
Estos 47 casos, según Gómez Tagle, revelan que el Estado no puede evitar que sus agentes se maten entre sí, por lo que hace evidente que carece de capacidad para coordinar operativos efectivos contra riesgos externos.
El informe relata el homicidio en la Ciudad de México de Francisco 'N', elemento de investigación en la fiscalía capitalina, quien brindaba seguridad a un grupo de delincuentes en su día libre. O el del policía de investigación Jorge Adolfo, quien, en estado de ebriedad, disparó contra uniformados chilangos en una gasolinería.
“Estos casos se contraponen con los de Arturo Córdoba, Erick Trujillo, Everardo Díaz y Juan Márquez (Guerrero, 2019), quienes fueron asesinados en servicio sin poder defenderse, porque no tenían armas de cargo. O el de Iván Palomares (Guanajuato, 2020), quien a dos meses de haber terminado la academia y entrar en servicio no tenía arma de cargo asignada, pese a estar desplegado en una zona de alto riesgo”, se lee en el informe.
Quien vive de cerca todas estas violencias y desigualdades es el comandante Ismael Castillo, quien ocupa una de las oficinas más sensibles en uno de los municipios más complejos para la seguridad pública: es el jefe de la Unidad de Asuntos Internos de la policía municipal de Nezahualcóyotl, Estado de México. El uniformado que investiga a los uniformados sucios.
“La violencia entre policías ocurre principalmente por un mal arreglo o por algún trato ilegal. Alguna mala repartición de recursos mal habidos. Y esos conflictos se dirimen con las armas, a diferencia de otras profesiones.
“También están las traiciones o las ambiciones en la propia corporación. No sólo los malos se pelean; también lo hacen los buenos que no se quedan indiferentes ante una deslealtad institucional. Por ejemplo, dos uniformados se encuentran de frente y resulta que uno de ellos es un delincuente actuando en flagrancia. Entonces estás frente una situación que debes resolver en segundos, porque estamos hablando que ambos bandos van armados y tienen entrenamiento para disparar”, asegura el comandante Castillo.
Y un tercer elemento, añade, son las pasiones humanas. Las largas jornadas de trabajo de un policía lo obligan a construir su vida social alrededor de los turnos. No hay espacio para socializar fuera de la institución, lo que hace común las disputas entre policías por temas de pareja o, incluso, de amistad y compadrazgo.
Sucedió el mes pasado en Tecámac: los policías municipales Alejandro 'N' e Iván 'N' discutían por la atención de una mujer policía que había causado baja unas semanas atrás. Cuando la discusión llegó a los empujones, Alejandro disparó a Iván en la frente asesinándolo al instante. Al escuchar los pasos de sus compañeros acercándose, Iván giró su escuadra 9 milímetros y la detonó contra su ojo izquierdo. Murió instantes después en un caso más de homicidio-suicidio policiaco.
Los 100 suicidios de policías
Este esquema de grandes cargas de estrés, largas jornadas de trabajo y cadenas de mando que privilegian el sometimiento sobre la cooperación producen un colapso que Daniel Gómez Tagle califica como “la consumición de los agentes desde sí mismos”, evidenciando que el diseño institucional no solo expone a los uniformados a un riesgo letal, sino que además destruye su capacidad de procesarlo.
De los 100 suicidios documentados en el sexenio anterior —83 hombres y 17 mujeres— al menos 31 ocurrieron dentro de instalaciones policiales, es decir, ni siquiera el espacio del gobierno ofrece contención ante la crisis.
“La dimensión más perturbadora de este colapso se manifiesta en nueve casos de familicidio-suicidio: ocho agentes asesinaron a su pareja (dos de ellas embarazadas) antes de quitarse la vida, y tres de estos casos incluyeron el asesinato de sus propios hijos (ejecutado dentro de un kínder), con edades de cinco años, seis meses y 11 años.
“Óscar Flores (Aguascalientes, 2024) se suicida al terminar turno en su último día de trabajo. Óscar, apodado El Soldado ya que había pertenecido al Ejército, entraría en retiro al día siguiente”, se lee en el informe.
La Estrategia Nacional de Seguridad Pública y el Modelo Nacional de Policía y Justicia Cívica establecen protocolos detallados para el uso de la fuerza, cadena de custodia y derechos humanos de detenidos, pero no contemplan qué hacer cuando un agente experimenta crisis psicológicas, cómo identificar signos de deterioro mental, o cuándo retirar temporalmente armas de cargo.
Mientras no ocurra, un funeral de policías seguirá siendo un encuentro involuntario entre víctimas y victimarios.
EHR