Cuando Sebastián recibió la noticia sobre la desaparición de su hermana aún cursaba la primaria, tenía apenas 9 años. Ahora, ya tiene 13 y junto a sus dos hermanos, de 5 y 21, acompaña a su mamá a las labores de búsqueda, marchas y protestas.
“Me puso muy triste, pero pude afrontarlo; (...) sigo triste pero ya con más valor para poder ayudar a mi mamá”, cuenta a MILENIO, acompañado de su hermano menor y su madre. Su casa cuenta con cámaras de vigilancia y un botón de pánico, brindados por el Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas ante amenazas que recibió su madre por realizar tareas de búsqueda.
Sebastián forma parte de esas familias de “buscadores”, en las que todos sus integrantes se abocan a la localización de alguien desaparecido.
Su hermana, Monserrat Palomares tenía 21 años cuando fue víctima de desaparición en el año 2020. La última vez que la vieron se encontraba en los límites de las alcaldías Iztacalco e Iztapalapa, de la Ciudad de México. Acababa de estar con su pareja y amigos.
“Hacemos protestas, yo he visto que gritan, así como para hacer ruido y que las puedan escuchar, y que se esfuercen más en encontrar sus familiares”, responde Sebastián al preguntarle sobre las actividades que lleva a cabo en el acompañamiento.
La primera ocasión que encontró huesos humanos fue casi por casualidad y recuerda que sintió escalofríos. Se encontraba en el Parque del Tepeyac, al norte de la Ciudad, con uno de sus “tíos”, como le dicen a los adultos que cuidan a los menores de edad mientras sus madres realizan búsquedas.
En esa ocasión realizaban un acto de memoria: sembraban árboles en un lugar que ya había sido procesado por las autoridades ministeriales. Al hacer un hoyo en la tierra, desenterró restos óseos. “Me sentí medio raro, (...) mi mamá me dijo que los iban a analizar para ver de qué persona eran”.
“Se siente muy feo que haya muchas personas desaparecidas”.
- Te recomendamos Hallan sin vida a hermanos desaparecidos en Xalapa, Veracruz; "regresan a casa 2 ángeles" Estados
Sin ayuda a víctimas indirectas
Su madre, Jaqueline Palomares o Jacky, como le dicen de cariño, fundó el Colectivo Una Luz en el Camino, integrado por 35 familias que buscan a algún miembro desaparecido.
En el colectivo hay 22 niños y adolescentes, quienes son considerados como víctimas indirectas y que se encuentran en abandono institucional al no recibir ayuda inmediata como es el apoyo económico o psicológico.
Si bien la Ley General en Materia de Desaparición Forzada considera a los niños, niñas y adolescentes hijos de personas desaparecidas en la categoría de familiares con derecho a las medidas de ayuda, asistencia y atención, Jaqueline acusa que “ninguna fiscalía a nivel nacional se centra o se dedica al cuidado de infancias en ningún aspecto psicosocial, económico (y) físico”.
“Uno tiene que decir las cosas como las entiende como son ‘tu hermanita no está, se la robaron', porque es la palabra que ellos entienden. (...) De esa manera es como ellos se enteran de que Monse hacía falta”.
Sebastián se proyecta en diez años como un “buscador de campo”, siguiendo con la protesta de mamá.
“A mí sí me gusta acompañar a mi mamá, porque me gusta salir de casa, ya que no salimos mucho porque mi mamá está ocupada en la fiscalía. (...) Tampoco es de obligarlos (a los menores) a que vayan, pueden ir para poder ayudar a encontrar a nuestros familiares, pero más que nada es para nuestros seres queridos”, dijo.
MO