Cada día llegan más desplazados chiapanecos a Guatemala. Se sienten más seguros en la intemperie de las zonas serranas, que en sus propias casas. La ayuda, aunque es constante, pronto será insuficiente y volverán a la incertidumbre, a la difícil decisión de volver y arriesgar la vida en sus comunidades o sufrir de hambre y frío.
A siete días del arribo de mexicanos a Guatemala, las cosas no parece que van a mejorar. Hasta el día seis de esta crisis humanitaria llegó personal del consulado mexicano para ofrecerles trasladarlos a un albergue en Tapachula.
Irónicamente, este centro fue habilitado justo hace seis años, cuando la crisis migratoria estalló en Centroamérica y obligó a miles de personas a cruzar por México huyendo de la violencia en sus comunidades y llegar a Estados Unidos.
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“Vámonos a Tapachula, a un albergue que recién se inauguró, el Siglo XXI, ahí el gobierno mexicano les ofrece alimento. El albergue tiene las condiciones para que ustedes estén ahí: hay camas, baños, tendrán atención médica para las personas mayores que puedan necesitarla, ahorita vienen en camino a esta región transporte para quien decidan viajar a Tapachula, esto no es obligatorio, ustedes lo deciden es voluntario, pero esta posibilidad para que la consideren”, ofrece el trabajador consular.
Pero de inmediato obtuvo una respuesta de los refugiados mexicanos: “lo que queremos es que manden al Ejército y recupere nuestros pueblos y nuestras cosas”.
Y otro más agregó: “Si el gobierno nos quiere ayudar en algo, que nos apoye con dinero, pero regresar allá, no, da lo mismo (estar en el albergue Siglo 21). Aquí los guatemaltecos ya nos dieron cama, comida, todo”.
Mientras las autoridades mexicanas se fueron sin ninguna solicitud a su propuesta.
En Ampliación Nueva Reforma, donde se encuentran 264 de las 333 familias mexicanas, el tiempo pasa lento. Sus mujeres encuentran en las labores de limpieza y en la elaboración de la comida un distractor.
Los niños viven intensos partidos de futbol y básquetbol como si de una justa internacional se tratara. Corren por los caminos llenos de lodo ignorando su tragedia y su destino.
Los adultos mayores se sientan en pupitres escolares y con la mirada perdida recuerdan lo que dejaron atrás, el trabajo de su vida abandonado a causa del crimen organizado.
La señora Romerina López, habitante de San José, sólo recuerda que sus hijos le dijeron “nos tenemos que ir” una mañana porque “escuchamos una balacera”.
No hubo más palabras o negociación de por medio. Luego vino un largo camino a pie hasta cruzar la frontera y conocer su nuevo hogar: la escuela de Ampliación Nueva Reforma.
A la menor provocación suelta entre lágrimas: “dejamos todo ahí, nuestros animales, nuestras cosas, yo lloro mis cosas (…) Tenía animales, me da tristeza dejar todas mis cosas, mis animales que otras personas se los están comiendo, matando”.
Mientras el tiempo pasa, un representante de la alcaldía de Cuilco toma el micrófono y pide a los mexicanos tomar las “ayudas”’de sus gobiernos, porque en pocos días la ayuda será insuficiente para atenderlos. Los refugiados no responden. Se agrupan y aguantan.
El alcalde de Cuilco, Audilio Roblero, reconoce la entrega de sus paisanos para ayudar a los mexicanos, pues no sólo las asociaciones religiosas o civiles han ayudado con víveres, los llamados ciudadanos de a pie se hacen presentes en los centros de acopio.
“Me da mucha tristeza lo que le pasa a los mexicanos, sobre todo a los niños, que son los que más sufren”, comenta un voluntario.
Desde este punto diariamente salen camionetas cargadas con víveres para los 10 puntos donde se encuentran refugiados.
El alcalde Roblero afirmó que su gobierno y el de Huehuetenango, así como su gobierno federal harán todo lo que esté en sus manos para atender la crisis humanitaria.
“Llegaron sin bienes, con las manos vacías, con mucho miedo, con pánico, sintiendo que en realidad están perseguidos por alguien que se está apostando con la vida, ante esa situación, y esas alturas no podemos quedarnos como que no nos vemos y no lo oímos. Tenemos que hacer algo por ellos”, dijo.
Con apenas seis meses de gobierno, reconoce que el mayor reto que enfrenta su gobierno y el de Guatemala es la seguridad de la zona fronteriza controlada desde México por sus carteles de la droga asentados en Chiapas.
“Es una tensión bastante fuerte y latente, no podemos asegurar que no, porque son personas que no miran límites, entonces si se vive una atención muy fuerte en las comunidades guatemaltecas, especialmente donde están albergados nuestros hermanos mexicanos”, detalló.
Por ello, es que pidió al gobierno federal de Guatemala custodiar con Policías y personal del Ejército cada uno de los albergues, así como sus principales zonas de acceso.
Roblero, también lanzó un mensaje al gobierno de México para que no deje solo a sus connacionales.
“Pedirle al Estado mexicano que haga su parte y nosotros lo que nos corresponde humanamente y lo que sea no posibilidades, siempre van a contar con una mano amiga con el pueblo y con sus representantes de Guatemala”, pidió.
RM