Regresan sicarios a intimidar en Garibaldi

HISTORIAS

Comerciantes recibieron amenazas por la mañana del sábado y prefirieron no abrir; dijeron no saber quién los hostiga y reprocharon que los policías ni se meten, aunque es “entendible porque a cualquiera lo pueden matar”.

Estatua de Javier Solís, justo frente al local donde ocurrió la agresión. (Fotografía: Alfredo Estrella)
Susana Iglesias
México /

Regresaron cerca de las once de la mañana, “me amenazaron cuando iba para el negocio, saben quién soy porque pues cómo es que me reconocieron, la verdad es que por eso yo no abrí y hablando con “x” (omito el nombre) hace rato, me dijo que a ella también la amenazaron, si quieres vamos a hablar con ella, deja le marco”.

No le contesta. Nos despedimos. Me acerco al sitio en que perdieron la vida cuatro personas, huele a sangre. Envases de plástico, un molcajete, una gorra, una salsera de metal, latas de cerveza, platos de plástico, servilletas, un tanque de gas blanco y una bocina.

No han levantado los objetos. Una patrulla estacionada frente a la escena con un policía entretenido en su teléfono celular.

Es decir: no tiene cadena de custodia. Cualquiera puede acercarse, levantar la cinta, tomar fotos sin que alguien te haga preguntas. Unos turistas se hacen fotos en la escena riendo.

Reina la impunidad, el descuido, la indiferencia de las autoridades.

Camino hacia el callejón Montero, todo parece normal, la vida continúa, los vagabundos cerca del Guadalajara de anoche están ahí y no quisieron hablar, salvo un señor que vende cigarros en la zona:

“Se les cayó un celular, los polis lo agarraron”.

Nada comprobado.

Lo único que puedo relatar a ustedes son los testimonios que recibí de personas hartas por la situación de inseguridad en toda la ciudad. Asegurar algo sin probarlo es infame, te pueden demandar.

***

Un mariachi que conozco desde hace varios años fue el que me contactó con este locatario de la zona con quien me entrevisté. Se despidió pidiéndome que no lo meta en problemas, pienso en sus palabras mientras camino hacia el Callejón Montero. Horas más tarde, gracias a mi insistencia con una señora que vende comida, contacto a un vecino de la zona que grabó unos videos y vio lo que sucedió.

“Llegaron por ellos, todo estaba planeado, te daba los videos, pero no quiero pedos... porque se vería desde dónde lo grabé. Ven a las diez y media de la noche que esté mi hermano, también grabó, acá te esperamos para platicar”.

Tomo un taxi. Me reúno con una persona que trabaja en un local de Garibaldi.

“Tú sabes que soy gente de bien, que nada de drogas como dicen que vendemos, si es posible que venga la maña, ¿cómo le hago para saber? O sea no le voy a preguntar, además nunca se sabe, porque pues se ven normales, ¿me entiendes? Estoy muy asustada, me dijeron que no abriéramos porque iban a venir en la noche otra vez. Por eso no íbamos a abrir, me voy a ir temprano, gracias por venir a verme hasta acá. No quiero que me vean hablando contigo allá, me da mucho miedo, que dios te bendiga”.

Su voz se descontrola hasta emitir un gemido. En su rostro la angustia es visible. La abrazo por inercia o por solidaridad, vivimos tiempos terribles.

Ella me contacta por teléfono ahí mismo con otra persona amenazada. “Nada más te voy a pedir que no me grabes la conversación, ni me preguntes nombre completo, estamos muy mal, se me subió el azúcar, me amenazaron hoy, me amenazaron hace tiempo, no de ahorita, de antes, me pidieron piso, no les pagué y a lo mejor seguimos nosotros, la verdad es que me quiero ir, esa gente no juega, pon tú que sí que como se dice acá cualquiera con arma nos dice ‘soy de La Unión y ya chingó a su...’ y pues ni sabemos quiénes son, la policía no se mete, es entendible, te pueden matar”.

A todos les pregunté desde cuándo se inició la violencia más impune, todos refieren que con más fuerza en el gobierno de Mancera. Me comentan dos de ellos que causalmente la policía detiene a vendedores de cigarros o flores o dulces, que llegan unidades a lo bestia, que no es así con los delincuentes.

***

Acabo de dejar la zona de Fórum Buenavista donde me entrevisté con la encargada de uno de los locales. Es terrible lo que acabamos de vivir en Garibaldi. No todos somos sicarios, no todos somos delincuentes, no todos somos halcones. Aquí el señor de los esquites no es halcón, pediría responsabilidad en sus palabras y seriedad en sus investigaciones. Garibaldi es un territorio que pelean las mafias, todas las personas que me dieron su testimonio refieren que es imposible que no los agarraran ayer:

“Si a una señora que vende flores la agarran, imagínate. O están con ellos o están asustados de pelear contra ellos, no quiero acusar a nadie, solo queremos estar tranquilos”.

Por el callejón Montero llegaron tres motonetas perfectamente sincronizadas para llevarse a los asesinos vestidos de mariachi.

¿Es La Unión? Esa es la versión oficial. La realidad es muy compleja.

Cuatro cuerpos han sido entregados a los familiares, permanece un quinto sin identificar. Permanecen más de siete personas lesionadas. Pido un taxi a Tepito y lo cancelo. Me entra el miedo más oscuro, guardo mi teléfono en la mariconera que uso. Aquí se trata de un símbolo de identidad que nos estigmatiza como delincuentes.

Tengo una pregunta: ¿quiénes son los mayores consumidores de droga de la ciudad?

¿Adónde va la droga que corre desde el Centro? En la colonia Roma o Condesa puedes encontrarlos echando pase o toque en la circular de Morelia, ahí venden, consumen, ellos no llevan mariconeras, son vecinos de la zona, ¿quién es más criminal? ¿El que vende o el que consume drogas ilegales con pleno conocimiento del origen violento y asesino que mete alegremente en su nariz o aventando humo? No es una cuestión moral, se trata de violencia capitalista normalizada, de indiferencia sumamente agresiva. Camino hacia el Eje Uno, extrañamente al cruzar al lado tepiteño me siento más segura.

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