En Semefo de Tijuana caben 100 cadáveres; hoy tiene 230

Historias

Violencia desbordada. Recibe cada día en promedio 6.5 cuerpos, que deben permanecer apilados.

Rebasados. (Especial |Gráfico: MILENIO)
Melissa Del Pozo
Tijuana /

Aquí tienen hasta Libros de Muertos. Y no, no se trata de una colección de cuentos de terror. Está tan saturado de cadáveres el forense, que la gente, familiares de víctimas, tiene que identificar restos humanos a través de fotografías pegadas en libros.

Así está Tijuana…

El incremento de la violencia en esta ciudad fronteriza de Baja California tiene al Servicio Médico Forense (Semefo) rebasado en su capacidad: un sitio construido y habilitado para resguardar 100 cadáveres, hoy tiene 230, es decir, una sobrepoblación de 130 por ciento.

No todos los tijuanenses sabían la dimensión del problema hasta hace un par de meses, cuando circuló en redes sociales una imagen espantosa: cuerpos desnudos de cientos de personas muertas apilados en el piso de un pasillo del Semefo.

Los refrigeradores donde se conservaban los cadáveres fueron limpiados, pero el proveedor del servicio no cumplió con los tiempos y los cuerpos pasaron días en el piso.

Hoy, el director de Servicios Forenses en Baja California, César González Vaca, reconoce que la imagen fue escalofriante, pero “real”. Dice: “Tenemos demasiados cuerpos aquí. Hemos tenido incrementos muy altos año con año y estamos rebasados, por mucho, en la capacidad de trabajo”.

Da cifras escalofriantes: “Solo en 2018 tuvimos 4 mil 300 ingresos, lo cual ha rebasado por mucho las cantidades de otros años. Tenemos un crecimiento de ingresos de entre 500 y 700 cuerpos cada año”.

Resulta comprensible ese escenario: los asesinatos han crecido mucho en Tijuana. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2017 se registraron mil 613 homicidios, se incrementaron 39 por ciento en 2018 y de enero a abril de 2019 se contabilizaron 633, lo que significó un crecimiento de 24 por ciento con respecto al mismo periodo del año pasado.

Con un promedio diario de 6.5 asesinatos, los 10 médicos legistas y los 20 funcionarios administrativos de este Semefo trabajan bajo presión para identificar, procesar y almacenar cadáveres. Necesitan de todo:

“Necesitamos equipos de rayos equis, pero también desde lo más básico: guantes, bisturíes, mangos, sierras, strikes para la apertura de cráneos, planchas, camillas, equipo de cuartos fríos y, sobre todo, personal, y un software que nos ayude a la atención de las familias que vienen a buscar a sus familiares desaparecidos”, dice González Vaca.

Todos los días, en el Semefo se forman largas filas de personas, familias de desaparecidos originarios de diversas regiones del país que esperan un turno para consultar los Libros de los Muertos: carpetas que tienen impresiones en blanco y negro de los cadáveres, en los cuales también hay descripciones a lápiz de los cuerpos que ingresan al forense.

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La fotografía de Jonathan Zavala, de 25 años, quien fue asesinado y descuartizado por un grupo armado en junio del año pasado, permaneció en las hojas de esos libros y esas carpetas por más de siete meses. Su padre, Marcos Zavala, hojeó unas siete veces todos los libros pero no encontró parecido de los restos con el cuerpo de su hijo.

“Mi hijo estuvo en las fotografías todo el tiempo, pero no son nítidas, son fotografías hechas en una copia fotostática común y no se parecía nada”, narra.

Después de meses de efectuar sus propias pesquisas, en febrero le notificaron que, seis meses atrás, el cuerpo de su hijo había sido enviado a la fosa común.

El director del Semefo reconoce que la premura con la que los cuerpos son enviados a las fosas comunes es, en buena medida, por la saturación en el Semefo. Un cadáver que no es reclamado es enviado a la fosa común luego de 10 días de llegar al forense.

El subprocurador de Justicia de Baja California, Jorge Álvarez, señala que todos los cuerpos que llegan a ese sitio tienen una ficha de identificación, que consiste en fotografías o huellas digitales o pruebas genéticas, las cuales solo se efectúan en casos extremos: “Cuando un cuerpo no se pueda reconocer de vista o está en avanzado estado de descomposición”.

Informa que 30 por ciento de los cuerpos que llegan al Semefo son enviados a la fosa común.

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El cuerpo de Jonathan acabó en la fosa número 4, en la posición 6 del panteón municipal número 13 en Tijuana, donde las autoridades han cavado más de 60 fosas comunes para almacenar entre 6 y 30 cuerpos por cada hoyo.

“Empecé a ver en funerarias para saber cuánto me cobraban por sacarlo y querían como 50 mil pesos, 5 mil por cada cuerpo que estaba sobre mi hijo y otros 5 mil por sacarlo a él”, relata el padre.

La procuraduría le ofreció a Marcos cubrir los gastos de exhumación y se comprometió a darle un trato digno al cuerpo de Jonathan, pero el día en que iban a sacarlo Marcos se dio cuenta de que, otra vez, estaba solo:

“Cuando llegué, supe que los que sacarían a mi hijo no eran peritos. Me dijeron que me cobrarían 2 mil pesos por sacar cada cuerpo que estaba sobre mi hijo y otros 2 mil por él. Les pedí que me dieran un recibo o un documento donde certificara el dinero que yo les estaba dando, y me lo dieron pero era el recibo… de una marmolería”.

Zavala gastó cerca de 60 mil pesos, entre los gastos de exhumación y funerarios. La Ley de Salud Pública de Baja California no estipula quién debe ser responsable de los gastos: autoridades municipales o estatales.

A pesar de todo el calvario, Marcos cuenta que se siente satisfecho de lo que hizo para localizar a su hijo. Por eso ahora asesora a cientos de familias que buscan a sus desaparecidos en esta ciudad, para que “abran muy bien los ojos, para que busquen con el corazón”.

Y revisen con cuidado el Libro de los Muertos…

Y ADEMÁS

EL LIBRO DE LOS MUERTOS

Como parte del proceso que deben seguir quienes buscan a un desaparecido, está la consulta de lo que se puede llamar El Libro de los Muertos, que son hojas parecidas a las de un cuaderno escolar en el que se pegan fotografías (o, según algunos, fotocopias) de personas fallecidas sin identificar.

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