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  • Matar para vivir: testimonios de tres sobrevivientes al campo de exterminio de Teuchitlán, Jalisco

Matar para vivir: testimonios de tres sobrevivientes al campo de exterminio de Teuchitlán, Jalisco

En el lugar, el CJNG enseñaba a sus reclutas desde disparar hasta desmembrar restos humanos; aquí los testimonios recopilados.

Víctor Hugo Ornelas
Jalisco /

Le llamaban La Escuelita, pero entre sus muros no había aulas ni pupitres. No había maestros ni estudiantes. Lo que había en las entrañas áridas de Teuchitlán, Jalisco, eran instructores que formaban a sangre y fuego a próximos soldados del narco; jóvenes reclutas a los que llevaban, en su mayoría, con engaños.

El Rancho Izaguirre, en la comunidad de La Estanzuela, es un lugar localizado entre laberintos de tierra donde el humo de la leña para cocinar se mezcló con el de la carne humana calcinada. Ahí, hombres y mujeres fueron adiestrados en el manejo de armas, en técnicas de combate y fabricación de explosivos, pero también para desmembrar y desaparecer restos humanos.

Las claves detrás del centro de adiestramiento del CJNG en Teuchitlán, Jalisco | Milenio
Las claves detrás del centro de adiestramiento del CJNG en Teuchitlán, Jalisco | Milenio

Este sitio ya había sido “intervenido” en septiembre de 2024 durante un operativo en el que participaron elementos de la Guardia Nacional y la Fiscalía General del Estado (FGE) de Jalisco. Nada pasó. “Los trabajos fueron insuficientes”, dijo apenas Salvador González de los Santos, fiscal de Jalisco.

Así estaba distribuido el Rancho Izaguirre / Foto: Especial
Así estaba distribuido el Rancho Izaguirre / Foto: Especial

En enero de 2025, Madres Buscadoras de Jalisco, y el reportero que hoy escribe, entraron al predio en una jornada de búsqueda de personas desaparecidas. El sitio fue identificado como un centro de adiestramiento del crimen organizado.

El horror terminó de salir a la luz el sábado 8 de marzo cuando los Guerreros Buscadores atravesaron los portones oxidados del lugar, guiados por susurros anónimos que aceptaron dar su testimonio de sobrevivencia a MILENIO.

Lo que ahí se encontró sigue dando la vuelta al mundo: montañas de ropa y zapatos abandonados, listas de nombres, maletas, un crematorio clandestino donde aún quedaban fragmentos de hueso entre las cenizas. Todo bajo la mirada de la Santa Muerte.

Altar a la Santa Muerte encontrado en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco / Foto: Kennia Balsi

Así era el campo de exterminio del CJNG

El lugar, con una extensión de aproximadamente 9 mil 906 metros cuadrados, tenía una fachada engañosamente ordinaria. Adentro, todo distribuido en espacios de “trabajo”: área administrativa, gimnasio y dormitorio, cocina, baños, pista de entrenamiento, zona de obstáculos, almacén y carnicería.

“Desde que llegamos a la casa me dijeron que me encuerara, que me quitara el bóxer. Había que brincar por si traías un chip en el culo (sic) (…) En eso nos dicen, desde este momento empiezas a trabajar, ¿tienes algún problema?”, cuenta uno de los sobrevivientes.

El primer punto de contacto para todos los reclutados —en su mayoría atraídos con engaños o falsas promesas de empleo— eran los dos cuartos, de 50 metros cuadrados, ubicados a mano derecha del portón principal. 

Ahí operaban los encargados del centro de adiestramiento, quienes en cuadernos tamaño profesional, de esos que se ocupan en las escuelas, iban anotando nombres, apodos, tareas y recursos. Era también ahí donde se almacenaban y destruían documentos y pertenencias personales de los reclutados.

“Así fuera uno, pero a diario llegaba alguien”, recuerda.
Cuaderno con nombres en rancho de Teuchitlán | Foto: Kennia Balsi

A unos metros de las oficinas, una bodega de 389 metros cuadrados— en la que anteriormente se almacenaban saldos de tiendas departamentales— funcionaba como dormitorio y gimnasio de las personas que cayeron en este sitio. En ese lugar había que adorar a la Santa Muerte, cuyo altar se encuentra todavía lleno de ofrendas y veladoras a medio quemar.

También era el espacio en el que se ejercitaban con cuerdas, poleas, barras y mancuernas de concreto.

“Dormíamos en posición fetal, muy pegados unos de otros, porque se llevaban gente, pero casi a diario llegaba gente nueva”, dice un hombre que sobrevivió a este lugar luego de estar dos semanas “que fueron eternas”.

En el rancho también había un espacio usado para torturar a quienes se atrevían a decir no a alguna de las indicaciones de los instructores.

"Todos los días nos pegaban por cualquier cosa, así nos mantenían con miedo. Desde que llegamos lo primero que te hacen —luego de que te desnudan— es agarrarte a tablazos".

Esposas halladas en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco / Foto: Kennia Balsi

Practicar para matar… o para sobrevivir

El rancho cuenta con una cocina —el espacio más pequeño de todos con apenas 20 metros cuadrados—, abastecida con dos refrigeradores, decenas de platos y vasos de plástico; así como una cantidad considerable de alimento no perecedero como sopas instantáneas, comida enlatada, arroz frijoles, frascos de café soluble, azúcar y avena.

De acuerdo con los testimonios, en el rancho todo lo que se cocinaba se hacía con leña que se almacenaba al aire libre, a un costado de la cocina cubierta sólo con una lona. La leña también era utilizada para cremar los cuerpos de quienes fallecían al interior de este centro.

"Los que me tocó ver a mí, los mataron porque preguntaban si alguien quería irse y los que respondían que sí, los mataban enfrente de todos. También mataban a los que se querían escapar brincándose la barda", dijo uno de los sobrevivientes, quien afirmó haber llegado a este lugar procedente de Guanajuato, por medio de una falsa oferta de empleo como guardia de seguridad.

En el Rancho Izaguirre la muerte está plasmada en cada rincón. En diversos puntos de la barda perimetral del predio se pueden apreciar impactos de bala, prueba física del testimonio de uno de nuestros entrevistados.

"Los dejaban correr y cuando se colgaban de la barda es cuando les disparaban", recordó.

Muchos de los impactos también son producto de las prácticas de tiro que ahí se realizaban. A 120 metros de la puerta de acceso —en el almacén— se encontraron decenas de señalamientos viales que sirvieron como tiros al blanco.

“Esos ya se usan cuando te enseñan a disparar con AK47 y con arma corta”, dijo otro de los testigos, aunque recordó que las primeras prácticas se hacían simulando combates entre los ingresados, utilizando pistolas de gotcha. Primero el 'juego', luego la práctica.
“Ahí no hay 'no puedo, no quiero'. ¡Nada! Si te mandan por un papel de baño o te piden torturar a tu compañero, lo tienes que hacer. No hay más oportunidades”.

Escuela y carnicería, el rancho del CJNG

Otras áreas del Rancho Izaguirre fueron adaptadas como pistas de entrenamiento, una de ellas con obstáculos: llantas semi enterradas, alambres de púas sobre fango donde deben pasar pecho a tierra, pasamanos y un laberinto.

“Te enseñan a moverte en interiores, a saber ubicar salidas, zonas seguras o emboscar”.
Maleta con medicamentos en rancho de Teuchitlán | Foto: Kennia Balsi

Hasta el fondo del rancho se encontró la carnicería, lugar bautizado así por los instructores del terror porque es ahí donde enseñaban a desmembrar restos humanos. Como fuera, como se pudiera.

“No nos enseñaban una técnica como tal, más bien era como tú fueras entendiendo. No hay día que no piense en eso y no hay día que no me atormente. Al principio ni podía dormir, pero en ese momento tenía que hacer las cosas para seguir vivo”, recuerda uno de los sobrevivientes.

El número de personas que fueron desmembradas y calcinadas en este lugar es incierto. Ninguna de las personas que dieron su testimonio pueden ofrecer un dato sobre la cantidad de fallecidos en este lugar.

“Yo estoy de este lado porque nunca perdí la fe en Dios y lamentablemente, y Diosito lo sabe, a lo mejor tuve que hacer varias cosas para ganarme varios privilegios”.

El lugar dejó de ser operado por la delincuencia organizada en septiembre de 2024, sin embargo, el gobierno de Jalisco jamás informó sobre su localización ni de los indicios encontrados en su interior.

Así entrenaba a sus sicarios el CJNG 

Seis meses después de esa primera intervención, la FGE está procesando los datos sobre artículos personales y restos que fueron encontrados en el lugar.

Mientras tanto, decenas de familias de desaparecidos buscan, con horror y un profundo dolor, reconocer entre estos hallazgos las prendas de sus esposos, esposas, hijos, hijas, hermanos, hermanas, sobrinos, sobrinas… que un día salieron de casa y no han regresado.

Guerreros Buscadores de Jalisco en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco / Foto: Kennia Balsi

RM

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