Un accidente mexicano

Un espía cuyo testimonio era clave para el caso Irán-Contra murió al caer su avión en Michoacán. Treinta años después, surgen algunas claves del misterioso accidente y de operaciones que realizaba en México el agente del Mossad llamado Amiram Nir.

El copiloto de la nave accidentada contaba con poca experiencia. (Especial)
Uruapan, Michoacán /

Uruapan, Michoacán.- Hace tiempo recibí la encomienda de una compañía de Israel para investigar el accidente en el que había fallecido en México un espía llamado Amiram Nir durante los años ochenta. Nir no era un agente cualquiera de los servicios secretos israelíes: había sido incluso el principal Consejero Antiterrorismo de los presidentes Shimon Peres e Isaac Shamir.

Según los registros oficiales, Nir murió tras caer su avioneta en Agostitlán, un pueblo de Michoacán, el estado donde el espía se asumía de manera pública como empresario del aguacate y en el que en ocasiones usaba el nombre de Patrick Weber. Los lugareños ni siquiera sospechaban que en realidad se trataba de un importante miembro del Mossad.

El accidente había sucedido justo en medio de las primeras las investigaciones oficiales de una operación secreta hecha por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) para vender armas ilegales al gobierno de Irán y apoyar a la Contra, el grupo terrorista que buscaba derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua en aquella época.

Este caso, ya luego conocido como Irán-Contra, amenazaba en su momento la carrera de un funcionario que se convertiría a la postre en presidente de Estados Unidos: George Bush, con quien Nir habría sostenido una reunión secreta sobre la cual estaba a punto de declarar de manera formal, hasta que ocurrió el misterioso accidente aéreo.

Viajé a Uruapan junto con Surya Lecona Moctezuma para investigar cómo había sido el día en el que murió el espía Nir, mientras era acompañado por Adriana Stanton, una joven canadiense trigueña que se encargaba del tráfico de mercancía de Uruapan para Europa y Estados Unidos de la empresa Nueva California (Nucal), una de las principales exportadoras de aguacate mexicano en los años ochenta.

LA RODILLA DEL DIABLO

Aquella mañana de ese miércoles 30 de noviembre de 1988, Nir y Stanton desayunaron en el restaurante del hotel La Mansión de Cupatitzio, junto a La Rodilla del Diablo, como se le conoce a la barranca donde nace un río que canta, según los indígenas purépechas que habitaron antes que nadie esta región de Michoacán.

La empresa Nucal tenía apartados todos los cuartos de un piso completo del hotel de aspecto colonial, para que tanto Nir como Stanton, así como otros directivos extranjeros que laboraban en la empresa, pudieran residir solos o con sus familias, durante largas temporadas en Uruapan, mientras en la vecina población de Cucupetaro se cultivaban y empacaban toneladas de aguacate de exportación.

A mediados de los ochenta, el aguacate empezó a ser nombrado en México como “el oro verde” debido a su buena cotización en el mercado internacional. Cada árbol del fruto da un promedio de 300 kilos (un kilo en la actualidad cuesta entre 3 y 4 dólares) y las huertas de Nucal tenían entre 10 mil y 20 mil árboles.

El aguacate no era un producto desconocido para los israelíes establecidos en Uruapan: en Israel se desarrolló en kibutz a través de ingeniosos sistemas de agua de riego, sin embargo, la gran diferencia de Michoacán con Israel y con otros lugares del mundo, es que aquí crece de forma abundante y casi espontánea. La región es un invernadero natural gigante.

Antes del mediodía, Nir abandonó el hotel y se dirigió junto con Stanton a las oficinas de Nucal, en la calle Mazatlán, de la colonia Huerta del Cupatitzio. De ahí enfilaron al aeropuerto de Uruapan, directamente al hangar de AeroCuahonte, una pequeña aerolínea administrada por una familia de la localidad que en sus comienzos, en los sesenta, piloteaba avionetas sin licencia oficial y transportaba cerdos y mercancías rancheras de un pueblo michoacano a otro. En el aeropuerto de Uruapan, la otra empresa de taxis aéreos era aún más limitada. Se llamaba Aero-Coalcomán.

Tiempo atrás, Abraham Cohen, gerente de Nucal, había pedido al capitán Adrián Ramírez, experimentado piloto de Aeroméxico residente en Uruapan, que le recomendara un taxi aéreo para los vuelos de su jefe Amiram Nir. El capitán Ramírez, quien se hizo amigo de Nir, le dijo que los mejores aviones monomotores los tenía AeroCuahonte y además solían ser piloteadas por sus propios dueños, lo cual debía darle mayor confianza.

“LA ÚLTIMA VUELTA”

El día que Amiran Nir murió, el capitán Ramírez aterrizó en Uruapan, en un avión de Aeromar. En las instalaciones del aeropuerto se topó con Guillermo Cuahonte, hijo mayor de los dueños de la compañía, quien le dijo que llevaría a Nir a la Ciudad de México en un Cessna 210 que por la mañana había volado de Guadalajara a Uruapan con escala en el puerto de Lázaro Cárdenas.

Su copiloto sería el novel Pedro Espinoza Hurtado, apodado “La Pantera Rosa” por su parecido con el personaje animado. Espinoza Hurtado no tenía muchas horas de vuelo en su historial. Trabajaba para el Fideicomiso Lázaro Cárdenas las Truchas (FIDELAC) un organismo gubernamental con poca flota aérea, aunque en alguna ocasión, Espinoza Hurtado, llegó a pilotear para Cuauhtémoc Cárdenas, titular del FIDELAC y uno de los políticos más admirados por los michoacanos de la región.

Mientras el Capitán Ramírez y Cuahonte platicaban en las oficinas de AeroCuahonte, la aeronave con capacidad para 6 pasajeros era revisada en el hangar por Juan Manuel Ortega, quien recibió el aviso que se trataba de un vuelo urgente al Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México. El joven inspector general del Aeropuerto de Uruapan tenía que checar la seguridad de las operación aérea, revisar los certificados mecánicos de la avioneta, el de aeronavegabilidad, así como el plan de vuelo que incluía nombres y número de los pasajeros y tripulantes, y la ruta y la cantidad de gasolina requerida. Espinoza Hurtado hizo el trámite con el Inspector Ortega. Le dijo que volaría junto con Guillermo Cuahonte y solo reportó a un pasajero, cuyo nombre no correspondía con el de Amiram Nir, sino al del alias que este usaba en ocasiones: Patrick Weber.

“La Pantera Rosa” se despidió del Inspector Ortega diciendo: “Me voy a echar la última vuelta y ya”.

“EL PAN QUE NO TENEMOS”

Nir llegó ese día al hangar de AeroCuahonte e interrumpió la conversación entre el Capitán Ramírez y Guillermo Cuahonte.

- Capitán, qué gusto de verte… ¿ya platicaste con Abraham (Cohen) y Ahmed? Queremos mandar el aguacate en avión a Europa. ¿Habrá manera de conseguir un 747?- le dijo Nir en inglés al Capitán Ramírez.

- Este tipo de aviones no entran en este aeropuerto, se sumen. La pista del aeropuerto tiene 2 mil 550 metros de longitud por 45 de ancho...- contestó el Capitán Ramírez.

- Tienes mucha razón.

- Pero sí entra al de Guadalajara o al de Morelia...

Nir quería exportar el aguacate michoacano a Europa por aire pero apenas estaba buscando los aviones y la ruta adecuados. Invitó al Capitán Ramírez a participar en el proyecto, pero este declinó, aunque le habló de un amigo que tenía aviones 747 que podían soportar 120 toneladas.

La estrategia de mercado de Nir era interesante: buscaba llevar el aguacate michoacano, el mejor que existe en el mundo, a Europa, para venderlo como un producto caro. El aguacate israelí que se comercializaba allá no era tan suculento, debido que tiene un hueso grande y muy poca pulpa.

Un proverbio árabe lo inspiraba en este negocio: “¿Cuál es el mejor pan que existe? El pan que no tenemos”. Ese pan, en la mente de Nir, era el aguacate michoacano: los europeos se fascinarían con el fruto y se volverían adictos hasta pagar lo que fuera por él.

Sin embargo, unas horas más tarde su avión se desplomaría en un campo de cultivo de Agostitlán.

(CONTINUARÁ…)

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