Cuando la indígena tlapaneca Valentina Rosendo Cantú supo que los dos militares que la torturaron sexualmente hace 16 años fueron sentenciados a 19 años, cinco meses y un día de prisión, sintió que dejaba de mecerse en el aire y se reencontraba consigo misma.
“Ya me reúno con mí misma, porque antes era un pedacito. Me faltaba reunir con mi otra yo que se quedó en la montaña, allá, en el pueblo”, asegura mientras busca un lugar en una sala de la CNDH para amamantar a Daniela, su hija de ocho meses de edad.
Así como en 2002 Valentina cargó en brazos a su hija Yenis, de entonces tres meses, y caminó durante ocho horas para ir denunciar, 16 años después carga a Daniela mientras recorre salas de prensa y estudios de televisión para dar entrevistas y decir que un juzgado confirmó que ella siempre dijo la verdad.
El pasado 1 de junio el juzgado séptimo de distrito en Guerrero, a cargo de la jueza Iliana Fabricia Contreras Perales, condenó al cabo de infantería Nemesio Sierra García y al ex soldado Armando Pérez Abarca, responsables de la tortura sexual de Valentina en 2002.
“Mi gente, la de mi pueblo, las mujeres de mi pueblo ya saben que siempre fui la que he dicho la verdad”, dice Valentina, quien tuvo que enfrentar el rechazo de su comunidad, de su pareja y de sus amigos.
No desistió en su exigencia de justicia. Se mantuvo firme pese a las amenazas e intento de secuestro de su hija. No le importó enfrentarse al 41 Batallón de Infantería del Ejército mexicano ni que los rumores para desacreditar su palabra persistieran aún después de que en 2010 ganó una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH).
PROYECTO DE VIDA
Después de sobrevivir a la tortura sexual, Valentina logró construir otro proyecto de vida. “Cambiaron muchas cosas. Aprendí a hablar español, volví a terminar la escuela, mis estudios, llegué a la preparatoria terminada. Me volví a juntar. Soy mamá de tres niñas y un niño, tengo cuatro ya”, dice en entrevista con Cimacnoticias.
Hoy recuerda cómo llegó con los pies cansados después de caminar ocho horas para ir de la comunidad de Caxitepec, en el municipio de Acatepec, en Guerrero, al municipio de Ayutla a denunciar, y cómo tuvo que soportar que la psicóloga le dijera mentirosa y que un doctor le pidiera que se fuera, porque él no quería problemas con los militares.
Pero su entereza valió la pena y fue ejemplo para Yenis, su hija recién nacida, abandonada por su padre, quien no quiso seguir con una mujer que fue violada por los militares. Yenis creció con el ejemplo de su madre, siguió estudiando y hoy está en preparatoria. Quiere estudiar informática.
“Ella (Yenis) también vivió experiencias amargas, sufrió mucho por el abandono de su papá, sigue adelante con su estudio y juntas hemos caminado”, rememora Valentina al mirar el rostro de su hija más pequeña, a la que ahora cubre con un rebozo.
“Ellas lo saben bien (mis hijas). Tienen que cuidarse como mujeres, no se tienen que dejar, que no se tienen que quedar calladas porque son mujeres, porque hablan me´pha (tlapaneco). Todas tenemos el mismo derecho y tenemos que apoyarnos entre nosotras”.
En este camino que la llevó a recorrer la montaña de Guerrero y a pisar la sede de la CoIDH en San José, Costa Rica, disfrutó los abrazos de la gente que creyó en ella, los que le dieron fuerza para seguir y que hoy agradece.
“Disfruto de ganar una sentencia, de que los militares reciban su castigo. Es lo que yo quería desde siempre y ahorita pues qué bueno. Para que todo mundo sepa que en un caso así, como el mío, tienen que recibir un castigo los responsables”.
“Yo voy a seguir estudiando, me atrasé un poquito por mis hijas y ya quería descansar. Ya llevo en la casa mucho tiempo, pero sí he estado, como dicen mis compañeras de lucha. Y pues mi sueño es, pues, seguir, que pueda seguir hablando con mujeres, acompañarlas, darles ánimo, eso es lo que se necesita a veces”.
Por eso ahora forma parte de la campaña “Todas juntas contra la tortura sexual”, que reúne a mujeres sobrevivientes de este crimen.
“Cuántas mujeres han sido violadas, cuántas mujeres han muerto, compañeros de lucha y, no, pues no hay ni un castigo ni un responsable encerrado. Ahí el mío está ahí. Eso es lo que tenía que hacer el gobierno desde un principio”, dice.
“Ahorita me estoy uniendo mucho con las compañeras de Atenco”, 11 mujeres sobrevivientes de tortura sexual que los días 3 y 4 de mayo de mayo de 2006 fueron violadas por policías estatales y federales y quienes ante la falta de justicia en instancias nacionales esperan un fallo de la CoIDH.
En las elecciones estatales de 2015 circuló información que aseguraba que Valentina era candidata del partido Movimiento Regeneración Nacional a la alcaldía de Acatepec, y había sufrido un atentado. En realidad tuvo un accidente, pero no era candidata ni estaba involucrada en la política.
Al recordar ese episodio afirma: “El gobierno me quiere embarrar en sus tonterías. Yo no, del gobierno yo nunca, no me uno a ellos. No sé bien ni cómo estuvo, de dónde sacaron tantas informaciones. Ellos juegan sucio y eso no me gusta a mí. Yo quiero acompañar a mis compañeras de lucha, eso es lo mío. Eso aprendí en el camino”.
CAMINO ANDADO
Siguiendo los criterios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en concordancia con la sentencia de la CoIDH sobre el valor probatorio del dicho de las víctimas de violencia sexual, la jueza dio valor preponderante a las declaraciones de Valentina, lo que sienta un precedente para próximos casos que se ventilen en el Poder Judicial, porque demuestra el valor de los testimonios de las mujeres.
Para describir las diferencias entre la víctima y los agresores, la jueza utilizó el término de “asimetría de poder” al señalar la vulnerabilidad en la que se encontraba Valentina, de entonces 17 años de edad con relación a los ocho militares, seis que la observaron y dos más que la violaron.
Aún cuando sus dos agresores trataron de desestimar los dichos de Valentina, porque argumentaron que su testimonio, declarado en tres ocasiones, tuvo variaciones que calificaron como “inconsistencias en el proceso”, la jueza determinó que la palabra de la víctima se debía valorar considerando que su lengua materna no era el español y que los hechos en sí tienen una naturaleza traumática.
“Entiendo que uno de mis agresores apeló su caso y eso pues no lo voy a dejar, porque yo quiero que lo que salió en la sentencia se cumpla totalmente. No vaya a ser la de malas que el gobierno lo va a sacar (al agresor) antes, como siempre lo ha hecho. Y voy a seguir pendiente hasta que reciba un castigo como merece”, afirma Valentina.
Cimacnoticias: Periodismo Con Perspectiva De Género
www.cimacnoticias.com.mx
cimac@laneta.apc.org