Antes de enfrentarse a los retos que puede conllevar la vida profesional, académica o personal, miles de mujeres se tienen que enfrentar primero al acoso y hostigamiento sexual, prácticas tan comunes que incluso aun cuando resulta incómodo y molestó, las víctimas lo llegan a catalogar como algo normal, algo a lo que se enfrentan tanto en sus lugares de trabajo como en su escuela y en ocasiones, hasta en su propia casa.
Este tipo de prácticas pueden presentarse en diferentes formas, algunas más agresivas que otras, pero todas, pertenecientes a un acto indebido que tiene como principal víctima a las mujeres, las cuales son agredidas por sujetos que en la mayoría de los casos gozan de una posición de poder como puede ser un profesor en una escuela, un jefe en la oficina o algún familiar de mayor edad.
En nuestro país, la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia fue publicada el primero de febrero de 2007 y ha sido sometida a diversas reformas conforme las condiciones sociales lo han exigido.
Esta ley define el hostigamiento sexual como “el ejercicio del poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva”.
Lorena, de 21 años, desconoce la definición antes mencionada, pero ha sido víctima de esa práctica, “cuando comencé a trabajar mi jefe directo empezó a llamarme en horarios fuera del laboral o en ocasiones me decía que lo tenía que acompañar a reuniones que estaban ya fuera también de mi horario de trabajo, hasta que me ofreció que me compraría un carro si salía con él”.
La joven narró que haberse negado a acceder a la petición de su jefe le ocasionó problemas en su desarrollo profesional, al grado que consideró renunciar, “como no acepté empezó a tratarme mal, buscaba cualquier pretexto para regañarme y era muy difícil mi trabajo, la verdad pensé en irme de ahí, pero ya con el tiempo empezó a calmarse y ahora es una relación normal”.
Una situación similar fue la que sufrió Miranda, que como estudiante de la carrera en enfermería realizó prácticas en la clínica 14 del Instituto Mexicano del Seguro Social, donde el encargado del área nefrología “era el que hacía las diálisis y pues todo súper bien me encantaba estar con él porque me dejaba hacer todo y me enseñaba muchas cosas de verdad que era súper lindo hasta que un día me pidió que anduviera con él y como no accedí, solicitó mi cambio y argumentó que yo hacía mal las cosas y no servía para eso”.
El hostigamiento sexual también es común en las aulas de clase, así lo cuenta Claudia, que al ser alumna del cuarto semestre de licenciatura en la Universidad de Guadalajara, ha enfrentado en cuatro ocasiones situaciones similares, la primera de ellas en el segundo semestre de la licenciatura en derecho, “el maestro me calificó con un 70, me dijo que no me había ido bien y yo me molesté, entonces me pidió que me quedara al final de clase y estaba más preocupado por convencerme de que saliéramos a comer o tomar un café que en cualquier otra cosa”.
Otra alumna, que prefirió que se omitiera su nombre, narró que uno de sus profesores la comenzó a contactar fuera de clase a través de mensajes de texto, “siempre me decía que yo era muy inteligente y bonita, me invitaba a salir y decía que me iba a ir bien, pero que necesitaba aprender muchas cosas y que él me podía ayudar. Siempre relacionaba el tema de la escuela con cosas de mi físico y la verdad era muy molesto, si no le respondía siento que se ponía muy exigente en clase”, agregó que no es la única en su clase que es hostigada de manera lasciva, “a una compañera la evidenció enfrente de todos, la puso de ejemplo de que ella como tenía buen cuerpo se iba a terminar valiendo de eso para ir escalando en su vida profesional porque como mujeres no podíamos ocupar espacios solo por lo que sepamos, tengo entendido que sí denunció en la misma escuela pero no pasó nada, solo le dijeron que no procedía porque realmente no le hizo nada pero para todos fue algo muy incómodo”.
La misma ley, de carácter federal, cataloga el acoso sexual como “una forma de violencia, en la que si bien no hay subordinación, hay ejercicio abusivo de poder que conlleva a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos”.
“A mí el maestro me dijo directamente que le gustaba, aunque antes de eso se comenzó a despedir y saludar de beso, pero cada vez intentaba darme el beso más cerca de la boca, yo hablé con él y le dije que no estaba de acuerdo”, explicó Verónica, estudiante de derecho en una universidad privada, “en vez de disculparse me empezó a decir que tarde o temprano iba a caer y cada que podía se me acercaba demasiado, para mí ya era molesto solo saber que me tocaba clase con él”.
En ocasiones, particularmente cuando el acoso ocurre dentro del seno familiar, se puede presentar en múltiples eventos y entonces la situación se puede tornar todo un calvario para quien la padece, “en mi caso comenzó cuando yo tenía siete años”, señaló Saraí que habló sobre la experiencia que vivió con un primo mayor a ella, “una vez en casa de mi abuelita nos quedamos solos, yo me iba a quedar a dormir y pues me comenzó a toquetear, él ya tenía como 15 o 16 años”, señaló.
Con enrojecimiento en los ojos producido no por el dolor de recordar el caso, sino por el coraje de saber que fue víctima del mismo, Saraí continuó narrando lo que ocurrió una de esas noches, “me acuerdo que ese día se metió al cuarto en la noche y pues solo me dijo que me callara y yo de tonta pues no dije nada, entonces cada vez que iba a su casa o él iba a la mía, buscaba que se dieran momentos así en que nos quedáramos solos”.
La situación se repitió una y otra vez de manera esporádica durante aproximadamente tres años, y ahora el primo, que se convirtió en acosador durante su infancia, “se comporta como si nada hubiera pasado, él ahorita ha de tener más o menos 30 años y casi no lo veo. Tampoco digo que me hubiera violado, pero créeme que es muy difícil como niña entender todo eso, a mí me costaba trabajo que alguien se me acercara porque tenía esa imagen grabada”.
En los casos mencionados, como en muchos otros que ocurren en diferentes instituciones públicas o privadas, la constante es la falta de denuncia, las mujeres que han sido víctimas han omitido denunciar o en caso de hacerlo tienden a desistir, principalmente porque según lo señalan, corren más riesgo de ser señaladas o humilladas a protegidas ante un caso al que no se enfrentan una sola vez en la vida, sino que pueden tener que enfrentar en diferentes etapas de su vida y que han tenido que aprender a soportarlo.
Debemos trabajar en los límites personales
Para la maestra Gabriela Porras, académica de la Universidad Panamericana y directora general del Centro Terapéutico Infantil y Familiar, Integra-t, señaló que como sociedad hemos fallado en desarrollar capacidad para establecer límites sociales, es decir, ni el victimario entiende en qué momento detenerse, ni la víctima logra establecer un punto del cual no deban cruzar las demás personas.
La especialista sostiene que existen cuatro factores que en conjunto permiten que el acoso y hostigamiento sean parte de la vida cotidiana de una sociedad como la nuestra, “tendríamos que hablar primero de una relación de sumisión y dominio establecida como parte de esa relación heterogénea que tenemos de manera ancestral entre hombres y mujeres, por eso es que hay esa lucha de equidad de género y de igualdad”, explicó.
Lo anterior, es propicio para que en el momento en que alguien tiene una superioridad jerárquica, en esta dinámica de sumisión y dominio, donde de manera histórica y debido a la visión de masculinidad que existe en la sociedad, la mujer tienda a sentirse y ver vista como el ser en desventaja.
El sistema patriarcal es otro de los factores que se genera debido a que “muchas de las relaciones están dominadas principalmente por las figuras del padre, del jefe en la oficina, del maestro”, por lo que en ocasiones, por el propio interés de mantener algún trabajo o algún tipo de ventaja, “se permite o no se ponen las reglas claras a esa persona que comienza con una seducción y de pronto pasa a un acoso, a algo en contra de la persona y ya no puede pararlo”.
Agregó que también prevalece una “mentalidad de dependencia” que puede ser construida por el entorno social, inducida por alguna persona o asimilada por la propia víctima de acoso, que permite determinadas conductas porque cree que de eso depende mantener la posición en que se encuentra, el trabajo o una buena calificación.
Sin embargo, entre todas ellas consideró como el elemento más importante, el hecho de que como sociedad hemos fracasado en “imponer un límite personal y social, en donde podamos empoderarnos y determinar lo que sí se permite y qué no se permite hacer, eso me parece a mí lo que estuviera favoreciendo el acoso sexual en lo laboral, en el ámbito escolar o una relación de poder”.
El fenómeno es político y social, que además se han construido de manera evolutiva por lo que están fuertemente arraigado en la sociedad, explicó la maestra, por lo que cambiarlo es un tema de construcción social, que involucra el sistema educativo y familiar, “este nuevo orden social debe ir cambiando porque al final las personas que construimos las nuevas sociedades debemos de darnos cuenta de esta realidad y poner un punto a la i”.
Estos mismos elementos inciden en la falta de denuncia, porque generan condiciones para que la víctima sea la principal señalada, “es como si la víctima se volviera la responsable, se habla de que ellas lo provocaron, que no lo evitaron, entonces además de sentirse mal como víctima, pues tampoco quieren verse enjuiciadas y exhibidas”.
La maestra recomienda que desde el seno familiar y en la generación de políticas públicas, se debe trabajar en el fortalecimiento al límite personal y social, pues en medida en que se logre determinar esos límites, se podrán ir erradicando conductas como las ya mencionadas.
Claves
La Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia establece lo que es el acoso y el hostigamiento sexual
El sistema patriarcal es un factor que propicia la búsqueda de dominio sobre el sexo femenino considera experta
Las víctimas de acoso y hostigamiento tienden a evitar las denuncias por temor a ser señaladas y por impunidad de los casos.
SRN